Disfrutemos el clásico
E mpecemos por lo obvio: ¿Por qué jugarán el miércoles Belgrano y Talleres? Por la necesidad de competencia de ambos equipos, a poco más de una semana de la reanudación de la Superliga, y por la necesidad de los clubes de recibir parte de una importante recaudación en una época de poco ingreso de dinero para ambos. Por sobre esto, por la necesidad de ambos de hacer rechinar sus espadas para renovar la tenaz rivalidad de más de un siglo de vida.
¿Y por qué más? Porque el Gobierno provincial se ha involucrado con mucha energía y determinación en la organización de un partido cuya respuesta del público será monitoreada desde la AFA y por el Gobierno nacional para tomar determinaciones futuras con respecto al regreso de los hinchas visitantes a los estadios de fútbol, previsto para luego del Mundial de Rusia.
Está claro: no deja de ser un gran desafío para todas las partes armar un espectáculo para casi 60 mil personas en un contexto incómodo como el que propone a pocos metros del estadio Mario Kempes la obra de ampliación de la avenida circunvalación, un espacio lleno de tentaciones para las pasiones descontroladas.
También será un desafío organizativo porque el anteúltimo clásico en ese escenario, en el que hubo sólo por una parcialidad, en abril pasado, se recuerda más por la muerte trágica de Emanuel Balbo y su enorme repercusión internacional, que por lo sucedido en el campo de juego.
Nada de lo que suceda el miércoles a la noche en el Kempes pasará inadvertido. Y mucho menos si la perspectiva indica que el 14 de marzo el músculo en Córdoba volverá a tensarse al máximo cuando salgan a escena Boca Juniors y River Plate, en un duelo único y definitorio, tras 40 años sin superclásicos con estas características.
Más allá de estos detalles, necesariamente resaltados por una violencia impune de más de tres décadas, el interés superior pasará por apreciar qué tienen de nuevo para ofrecer celestes y albiazules, en un período de trabajo siempre hostil para mostrar acciones bien elaboradas y algo de belleza en el juego.
Las preguntas surgen sin esfuerzo: ¿Belgrano seguirá mostrando esa saludable renovación anímica, generada por una cosecha generosa de puntos desde la asunción de Pablo Lavallén? ¿El equipo sostendrá la mejoría evidenciada en todas sus líneas? ¿Sus dos volantes centrales (Lértora y Ortíz) podrán mantener el muy buen nivel que tuvieron en el final de 2017? ¿Matías Suárez seguirá siendo determinante? ¿Actuarán los recién llegados Mauro Guevgeozian, Jonás Aguirre y Maximiliano Lugo?
¿Talleres saldrá a la cancha con su formación que sale de memoria, al menos hasta el medio campo? ¿Kudelka pondrá un hombre más de punta, a diferencia de lo que expuso ante Atlético Tucumán? ¿Seguiremos viendo al equipo que así como ofreció muy buenos espectáculos (goleadas contra River Plate o Lanús; o el mismo triunfo ante Colón, en Santa Fe), regaló también distracciones que le alteraron el rumbo en noviembre y diciembre pasados?
Más allá de todo esto, la recomendación es la de siempre, pero con un poco más de énfasis: un Belgrano-Talleres o TalleresBelgrano son espectáculos especiales para el fútbol de Córdoba. Tienen su sello distintivo, su propio folklore, elementos ideales para la convocatoria masiva y para la presencia de la familia. Su energía debe convocar a las más variadas expresiones ( incluido el enojo), pero canalizadas de manera civilizada. Es necesario entender que su mayor valor, en tiempos de dinero y de alta competencia, aun por encima de los colores amados, no es más que el de su propia esencia: el juego. Disfrútelo.