Mundo D

Marcos, la lucha con el fútbol

Se llama Marcos Canet, tiene 10 años y juega en la escuelita UPA, de barrio Panamerica­no. Una gran historia.

- Hernán Laurino hlaurino@lavozdelin­terior.com.ar

M arcos Ezequiel Canet se pone la camiseta de Belgrano, se agacha para entrar por una “puerta” en el tejido que conecta la calle con el potrero y pasa a ser simplement­e “Marquitos”. Un pibe de 10 años, como cualquier otro. Que se enloquece cuando la pelota está ahí, mansita para pisarla y tratar de gambetear a un rival.

“Marquitos” es un niño muy feliz, que hace una vida lo más normal que se puede para alguien que padece fibrosis quística, una enfermedad genética-hereditari­a que afecta principalm­ente los pulmones (en menor medida al páncreas, hígado e intestino) y que lo obliga a nebulizars­e tres veces al día.

Cualquier tarde, un rato antes de estar corriendo atrás de la redonda en la escuelita UPA (Unión Panamerica­no Anexo), se nebuliza junto a su papá Marco, en su humilde hogar de barrio Hipólito, que comparte con su mamá Fabiola y su hermanita Xiomara, de seis meses, a quien también ya le detectaron fibrosis quística.

“Marquitos” es uno de los 70 chicos que se entrenan toda la semana en este terreno que le cedió la empresa Ferrocons a esta escuelita de fútbol que ya tiene 36 años y que participa en la Liga Barrial de fútbol que organiza la Agencia Córdoba Deportes.

“Marcos es un chico espectacul­ar, fanático, muy fanático del fútbol. Le encanta jugar y viene siempre. Hace tres años que está con nosotros en UPA. Su familia lo cuida mucho y tiene el permiso de los médicos. Tratamos que haga los ejercicios como todos, pero que no se agite mucho. Es volante derecho y juega lindo el loco”, dice José Luis Tello, DT y coordinado­r de UPA, que recibe a chicos de barrio Panamerica­no, Fragueiro, Hipólito y El Pueblito.

“Acá no se le cobra cuota a los chicos, pero no tenemos ayuda de nadie. Imaginate, tenemos tres pelotas y 10 conos para todos estos chicos. Nos faltan pecheras, de todo... Gracias a Dios nos prestan estas canchitas”, agrega Tello.

“‘Marquitos’ es un loco por el fútbol, es su gran pasión, tiene locura por la pelota. Tiene la patología de fibrosos quística, pero el fútbol es su vida. A pesar del problema que tiene, no le impide jugar. Se hacen la nebulizaci­ón y kinesiolog­ía antes de cada entrenamie­nto, para que el pulmón no le impida llevar adelante la práctica de fútbol. Es su pasión el deporte, gracias a esto puede estar bien, se puede sentir mejor, su mente no está pendiente del tratamient­o”, dice su papá Marco, de 36 años y un remador: actualment­e no tiene trabajo fijo, vende bolsas de consorcio en los semáforos y los fines de semana cuida autos en el parque Las Heras.

Por eso apelaron a la solidarida­d de la gente de barrio Hipólito, que se acercó para darles una mano cuando se corrió de boca en boca la noticia de que tanto “Marquitos” como Xiomara, sus hijos, padecían fibrosis quística.

Así apareciero­n nebulizado­res, alimentos, ropa y mucho más para colaborar con la familia Canet.

“Nos tocó a nosotros y debe ser por algo. Por ahí con mi señora pensamos en bajar los brazos, hasta pensás en quitarte la vida... Pero después entendés que hay que seguir y luchar por ellos, por su felicidad. No es una tarea fácil, pero yo me ocupo más de Marcos y mi señora de la bebé. Esto es algo que nos tocó porque Dios lo quiso. Será porque tenemos la fuerza para afrontarlo”, señala Marco.

La ayuda de los Oviedo

Ambos niños duermen en la misma habitación, algo no recomendad­o por la enfermedad que padecen. Gracias al Ministerio de Desarrollo Social y la ayuda de la familia Oviedo, cuyas hijas mellizas (Marisol y Maribel) fueron y son un símbolo de lucha ante la fibrosis quística, consiguier­on que el Estado les solvente un alquiler para mudarse a una casa con mayores comodidade­s (están en la búsqueda de ese hogar).

Maribel Oviedo es la única de cuatro hermanos que sobrevivió a la fibrosis quística.

Por eso son activos luchadores por la donación de órganos. “Es lamentable que todos los días veamos casos así y que el Gobierno de turno no los tenga en considerac­ión. Porque hoy están bien, pero la enfermedad es tan traicioner­a que mañana puede complicars­e. Eso lo vivimos con mis hermanos. En el caso de ‘Marquitos’ es muy lindo que haga deporte y especialme­nte fútbol, porque te ayuda a conocer gente y te saca de la enfermedad por un rato. El fútbol es hermoso y segurament­e le hace muy bien para seguir adelante”, contó Maribel, quien además tiene un blog, “Visión M”, donde informa sobre estos casos y concientiz­a al respecto.

“Estamos muy agradecido­s a toda la gente que nos ayudó y nos sigue ayudando, como también a la familia Oviedo. Nos dieron una

mano enorme. Han venido a casa y nos han explicado cómo seguir adelante, qué trámites debemos hacer. Les debemos todo”, se sincera el papá de “Marquitos”.

El sueño del pibe

El niño, que pasó a 5º grado en el colegio Arturo Capdevilla, ha tenido ya 10 internacio­nes por recaídas, aunque ahora lleva una vida “medianamen­te” normal.

“Siempre y cuando hagamos el tratamient­o, anda bien. Por ahora no necesita una mochila con oxígeno, gracias a Dios”, cuenta su familia.

“Hemos hablado con el Hospital Infantil, con su doctor de cabecera que es Ricardo Piñeiro, ellos nos aconsejan que si a él le gusta el fútbol, y se siente bien y cómodo, puede hacerlo tranquilam­ente. Puede llevar una vida común y corriente. Algunos chicos hacen pileta u otros deportes. Él ama el fútbol. Acá en la escuelita lo cuidan mucho. Si sigue el tratamient­o al pie de la letra, tendrá una infancia normal”, dice su papá.

“Marquitos” no se saca nunca la camiseta de Belgrano, el club de sus amores y donde sueña algún día poder jugar. “Me salió del Pirata y mirá que yo soy de Talleres. Pero la familia de mi mujer me lo dio vuelta”, se ríe el padre.

“Yo juego acá en el club UPA, soy de Belgrano y me gustaría conocerlo a Matías Suárez, que es mi ídolo”, dice el niño, mientras a su alrededor sus compañeros juegan un picado al rayo del sol.

“Marquitos” es un niño más, con los sueños y la risa de cualquier otro. Con una lucha grande sobre sus hombros y una pequeña receta que acompaña a su tratamient­o: simplement­e, jugar a la pelota.

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(FOTOS DE JAVIER CORTÉZ) Una pinta de jugador bárbara. Marcos posa para la foto, chocho. Vestido de Belgrano, con la pelota al pie y a punto de jugar, para olvidarse de la enfermedad que padece.
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Luchadores. “Marquitos” y su papá Marco se aferran al deporte.

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