Messi, nuestra bandera
Unos 25 mil chicos ovacionaron a la selección y a “Leo”, capitán de la esperanza argentina en el Mundial.
Se terminó la Champions League y no queda nada por jugar. Se terminó todo, habrá poco más de 15 días de silencio, y surgirá la voz universal de un espectáculo único, quizá el más atractivo del planeta, que tendrá en vilo a los argentinos. Ante nosotros estará el Mundial de Rusia.
El equipo argentino vuelve a despertar enormes expectativas. Vuelve a promover sensaciones masivas. Y volverá a parar el país, al menos en sus primeras tres presentaciones en la fase de grupos. El deseo de todos es que esa inactividad, sobrellevada con mucha verba y ansiedad, suceda cuatro veces más.
Mañana la selección nacional producirá su despedida de Argentina en el amistoso contra la débil Haití, una puesta en escena ajustada al gusto del hincha, que podría ver muchos goles, más de un firulete, y que experimentará esa sensación de superioridad que los expertos aconsejan antes de ir a jugar por los grandes porotos.
Esa misma sensación podría percibirse en el encuentro frente a Israel, el 9 de junio, la extensión justa de una cábala, cuyo origen remite a las vísperas de México ‘86, cuando Carlos Salvador Bilardo y sus muchachos también jugaron el último amistoso en esas tierras. Luego, fueron campeones del mundo.
Mientras esto ocurra, Jorge Sampaoli seguirá siendo mirado con escepticismo por los argentinos, quienes ya advirtieron cómo el casildense tuvo que dejar de lado sus teorías y debió apelar al pragmatismo, sostenido en la inspiración de Lionel Messi, para clasificarse con mucha angustia al mundial de Rusia.
Aun con esas circunstancias, Sampaoli parece preferir propuestas más ambiciosas, basadas según él en los poderes propios de sus dirigidos, capacitados para asumir riesgos al ejercer el principal protagonismo en el juego.
Sostuvo esa postura siendo entrenador de Chile y parece haberla profundizado al tenerlo a Messi, a quien más de una vez ha cedido su propio liderazgo por el hecho de ser el más virtuoso.
Sampaoli sabe que los argentinos lo siguen mirando de reojo. En la lista de los 23, coherente con su manera de interpretar el juego, ha apostado por jugadores de muy buena técnica, a los que como orfebre tendrá que ensamblar para sacarles el mayor brillo. ¿Podrá? ¿Recurrirá al convencional 4-4-2, una estructura más acorde con la historia del fútbol argentino y más fácil de interpretar por sus dirigidos? ¿O apelará a otros recursos tácticos, menos practicados y más audaces?
Lógicamente, las distintas formaciones que el entrenador probó en Ezeiza no permiten asegurar cómo formará Argentina en el debut contra Islandia. Sampaoli seguirá moviendo piezas, buscando el jugador más afín a las necesidades de un puesto, tratando de armar el equipo más competitivo posible.
Tendrá a su favor la necesidad de reivindicación propia de muchos futbolistas que afronta- rán en Rusia la última oportunidad de subir a lo más alto del podio. Y la presencia de una camada nueva, poco experta en estos trances, que los complementará en la búsqueda de la ansiada gloria.
Messi es el líder, sus increíbles números así lo dicen, aun sin el temperamento que muchos fundamentan como su principal carencia, sobre todo para alcanzar este tipo de proezas. Ángel Di María, Gonzalo Higuaín, Sergio Agüero, Javier Mascherano lo acompañan. Y los jóvenes, más aún. Faltan poco más de 15 días. Las dudas todavía superan a las certezas. Es tiempo de esperar.
SAMPAOLI SABE QUE LOS ARGENTINOS LO SIGUEN MIRANDO DE REOJO. EL SANTAFESINO DEJÓ DE LADO SUS TEORÍAS Y APELÓ AL PRAGMATISMO.
MESSI ES EL LÍDER. LO ACOMPAÑAN DI MARÍA, HIGUAÍN, AGÜERO, MASCHERANO Y LOS JÓVENES DEL PLANTEL.