Una derrota con aroma a final de ciclo
Sin salvador ni milagro, se sufrieron las consecuencias de todo lo mal que se hizo desde hace años a nivel selección. El 0-3 ante Croacia caló muy hondo.
Argentina recibió ayer en Nizhni Nóvgorod un cachetazo tremendo a sus aspiraciones mundialistas, un nocaut acorde a lo mal que viene haciendo todo desde hace mucho tiempo y que nadie supo ni pudo enderezar.
El seleccionado perdió mucho más que un partido frente a Croacia, porque la debacle tuvo aroma a final de ciclo (del entrenador y de varios jugadores), aunque todavía haya que jugar un partido que hasta puede permitirle clasificar a octavos. Fue tan dura la derrota que la fría noche rusa encontró al plantel argentino metido en un pozo del cual es difícil imaginar cómo saldrá.
Todo es confusión
Argentina ya había jugado mal en el debut contra Islandia, cuando fue un equipo insípido, confundido, con carencias colectivas e individuales lo que fue aprovechado por los islandeses. Y ayer, frente a un rival más jerarquizado, con jugadores de primer nivel mundial, todos aquellos temores quedaron más expuestos, porque se repitieron las presencias injustificadas y la falta de reacción de un seleccionador que lo único que le asegurado hasta ahora al equipo es inestabilidad.
Si a esos males se les suma un horror como el que cometió el arquero Wilfredo Caballero, el resultado tiene la connotación a catástrofe que se dio ayer en la segunda fecha del Grupo D. La invitación es a defenestrar al guardavalla argentino, que es cierto cometió una falla imperdonable. Sin embargo, ni mucho antes de que Caballero cometiera este blooper, y menos mucho después de sufrirlo, Argentina fue un equipo confiable que diera garantías para competir con pretensiones.
Sucede que la memoria es corta y las esperanzas se renuevan casi en forma automática, y así se archivan los antecedentes de una selección que sufrió cuatro años de vaivenes institucionales y futbolísticos. Y que cuando tuvo la chance de encontrar algo de paz para al menos pararse sobre algunas bases sólidas, fue su propio entrenador el que se ocupó de embarrullarla más, con un predisposición al cambio para el cual este seleccionado no estaba ni maduro ni preparado.
Los casi 35 mil argentinos que ayer estuvieron en el estadio y que desde temprano invadieron con sus ilusiones esta ciudad fueron dando su sentencia a medida que corrían los minutos. Primero, fue un aliento ensordecedor con las clásicas canciones llenos de pasión. En un momento, esos gritos viraron hacia la obligación del “tenemos que ganar” o al consabido “ponga huevo” que denota la falta de fútbol. Cuando Croacia se puso 1-0 tras el error de Caballero, hubo un intento de levantar al equipo gritando en forma atronadora. Y cuando la reacción ya era imposible y los croatas dibujaban a su antojo el papelón argentino, llegó el insulto en forma de acusación a Jorge Sampaoli, algo inédito para un seleccionado.
La gente hizo centro en el DT por la debacle y sin dudas Sampaoli es el máximo responsable de esta situación. Él mismo se hizo cargo cuando en sus palabras pos partido dijo que había fallado con su plan. Pero además, el equipo careció de rebeldía y padeció una actuación deslucida y preocupante de un Lionel Messi perdido, que estuvo lejos, muy lejos de ser el líder que Argentina necesita.
Sin salvador ni milagro, se sufrieron las consecuencias de todo lo mal que se hizo desde hace años a nivel selección, que se profundizó desde 2014 y que ya había repetido síntomas preocupantes en los últimos tiempos, por ejemplo en la goleada sufrida con España. Ahora Croacia le dio otro golpe humillante, expuso de un cachetazo que nada es casual y dejó a Argentina al borde del abismo.