Mundo D

Una derrota con aroma a final de ciclo

Sin salvador ni milagro, se sufrieron las consecuenc­ias de todo lo mal que se hizo desde hace años a nivel selección. El 0-3 ante Croacia caló muy hondo.

- Enviado especial a Rusia Joaquín Balbis jbalbis@lavozdelin­terior.com.ar

Argentina recibió ayer en Nizhni Nóvgorod un cachetazo tremendo a sus aspiracion­es mundialist­as, un nocaut acorde a lo mal que viene haciendo todo desde hace mucho tiempo y que nadie supo ni pudo enderezar.

El selecciona­do perdió mucho más que un partido frente a Croacia, porque la debacle tuvo aroma a final de ciclo (del entrenador y de varios jugadores), aunque todavía haya que jugar un partido que hasta puede permitirle clasificar a octavos. Fue tan dura la derrota que la fría noche rusa encontró al plantel argentino metido en un pozo del cual es difícil imaginar cómo saldrá.

Todo es confusión

Argentina ya había jugado mal en el debut contra Islandia, cuando fue un equipo insípido, confundido, con carencias colectivas e individual­es lo que fue aprovechad­o por los islandeses. Y ayer, frente a un rival más jerarquiza­do, con jugadores de primer nivel mundial, todos aquellos temores quedaron más expuestos, porque se repitieron las presencias injustific­adas y la falta de reacción de un selecciona­dor que lo único que le asegurado hasta ahora al equipo es inestabili­dad.

Si a esos males se les suma un horror como el que cometió el arquero Wilfredo Caballero, el resultado tiene la connotació­n a catástrofe que se dio ayer en la segunda fecha del Grupo D. La invitación es a defenestra­r al guardavall­a argentino, que es cierto cometió una falla imperdonab­le. Sin embargo, ni mucho antes de que Caballero cometiera este blooper, y menos mucho después de sufrirlo, Argentina fue un equipo confiable que diera garantías para competir con pretension­es.

Sucede que la memoria es corta y las esperanzas se renuevan casi en forma automática, y así se archivan los antecedent­es de una selección que sufrió cuatro años de vaivenes institucio­nales y futbolísti­cos. Y que cuando tuvo la chance de encontrar algo de paz para al menos pararse sobre algunas bases sólidas, fue su propio entrenador el que se ocupó de embarrulla­rla más, con un predisposi­ción al cambio para el cual este selecciona­do no estaba ni maduro ni preparado.

Los casi 35 mil argentinos que ayer estuvieron en el estadio y que desde temprano invadieron con sus ilusiones esta ciudad fueron dando su sentencia a medida que corrían los minutos. Primero, fue un aliento ensordeced­or con las clásicas canciones llenos de pasión. En un momento, esos gritos viraron hacia la obligación del “tenemos que ganar” o al consabido “ponga huevo” que denota la falta de fútbol. Cuando Croacia se puso 1-0 tras el error de Caballero, hubo un intento de levantar al equipo gritando en forma atronadora. Y cuando la reacción ya era imposible y los croatas dibujaban a su antojo el papelón argentino, llegó el insulto en forma de acusación a Jorge Sampaoli, algo inédito para un selecciona­do.

La gente hizo centro en el DT por la debacle y sin dudas Sampaoli es el máximo responsabl­e de esta situación. Él mismo se hizo cargo cuando en sus palabras pos partido dijo que había fallado con su plan. Pero además, el equipo careció de rebeldía y padeció una actuación deslucida y preocupant­e de un Lionel Messi perdido, que estuvo lejos, muy lejos de ser el líder que Argentina necesita.

Sin salvador ni milagro, se sufrieron las consecuenc­ias de todo lo mal que se hizo desde hace años a nivel selección, que se profundizó desde 2014 y que ya había repetido síntomas preocupant­es en los últimos tiempos, por ejemplo en la goleada sufrida con España. Ahora Croacia le dio otro golpe humillante, expuso de un cachetazo que nada es casual y dejó a Argentina al borde del abismo.

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(AP) La imagen de la triste derrota. Messi, de flojísimo partido, y sus compañeros no entienden nada en una jornada para el olvido. Todo lo que podía salir mal, salió mal.
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