Sampaoli o el arte de errar
El DT nunca le pudo dar estabilidad al equipo durante el Mundial y todo indica que ya no tiene futuro en la selección.
“Hasta ahora, dirige”. La frase, pronunciada a este enviado especial desde dentro de la concentración argentina en Bronnitsy el sábado 23 de junio cerca de las 22, hacía referencia a las posibilidades concretas de que Jorge Sampaoli dejara de ser el seleccionador albiceleste esa noche, dos días después de la tremenda paliza recibida por parte de los croatas y un día posterior a la áspera reunión que mantuvo el viernes con jugadores y dirigentes. La declaración del colaborador respondía a si el DT iba a dirigir al equipo el martes siguiente contra Nigeria.
Ese sábado la decisión de echar a Sampaoli estaba tomada y sólo el temor a un nuevo papelón en torno a la selección frenó la ejecución. El entrenador estuvo al frente del equipo contra los nigerianos, logró el aire necesario con el angustioso 2-1, pero la decepción de anteayer frente a los franceses fue determinante para que se le pidiera un paso al costado, algo previsible después de tantos desatinos del seleccionador desde que se hizo cargo el 1° de junio del año pasado.
Sus idas y vueltas, sus incoherencias y sus constantes cambios de nombres y de sistemas sólo tuvieron una consecuencia perjudicial: aportó confusión. Los indicios fueron notables desde el primer día y se profundizaron durante la Copa del Mundo.
De aquellas, vale citar casos como el de Mascherano (lo puso en la defensa, después casi lo pintó y terminó de volante central titular), Dybala (de “socio de Messi”, a borrado y recuperado), Icardi (el goleador era su “9” y luego ni lo llevó a Rusia), el sistema (de defender con tres, a hacerlo con cinco, con dos y con cuatro) o la goleada sufrida frente a España, por nombrar sólo algunos.
Respecto al Mundial, todo fue muy cuestionable. Si se empieza por los números finales hay que decir que la eliminación en octavos se refleja directo en las estadísticas. Jugó cuatro partidos, ganó uno, empató otro y perdió dos, con nueve goles en contra y siete a favor. Además, como fue una constante en su ciclo, jamás repitió formación, algo que se dio en los 15 partidos que estuvo al frente de la selección. En esos juegos tuvo el 55,5 por ciento de los puntos, coeficiente que se reduce a 41,66 si se cuentan sólo los ocho oficiales.
Sacando el foco de los números, hay que hablar del juego. Y en ese sentido, en Rusia 2018 el DT repitió errores que venía cometiendo en las eliminatorias y en los amistosos, cuando nunca encontró el equipo. En el momento (tras el 2-1 a Nigeria) que tenía entre sus manos algo mínimo, pero algo al fin, volvió a cambiar y metió ese engendro contra Francia: rompió un 4-4-2 al menos rendidor, para jugarse por un 4-3-3 sin “9”.
Ese cruce también le dio chances al entrenador de rearmar el 11 para que fuera más compacto y evitar la facilidad con que Francia llegaba a zona de definición. Pero no lo hizo ni cuando se fue al entretiempo con un 1-1 que llegó en el único tiro al arco franco de Argentina en esa etapa inicial, tampoco reaccionó con el 2-1 de casualidad y menos cuando los franceses se pusieron 2-2 y se imponía buscar solidez en la contención.
Durante el Mundial, Sampaoli se empecinó en cambiar y cambiar, lo que minó la estabilidad de sus jugadores. Además bancó a jugadores que casi nada le devolvieron, caso Salvio (en una posición extraña) y Meza (no justificó jugar tanto), y no les dio más chances a otros como Dybala, Pavón y el mismo Agüero. En el caso de Pavón, el DT afirmó antes del encuentro con Croacia que no podía hacer sentirle al cordobés la presión de ser un salvador. Pero luego le dio la titularidad en el partido más caliente.
Después quedó el caso emblemático de Giovani Lo Celso, quien hasta días antes del debut parecía titular y al final se fue de Rusia sin jugar un segundo. En ese lugar, aparecieron primero Biglia (apenas recuperado de su lesión) y después Banega, quien la semana previa al debut casi ni había entrenado por una molestia.
Lo más difícil para el plantel ha sido la predisposición del entrenador a variar tanto, situación que sin dudas tiene consecuencias directas en cualquier deportista, porque conspira contra la continuidad que te brinda seguridad y llena de dudas a los protagonistas.
El cachetazo recibido frente a Croacia fue el comienzo del fin y en ese momento el grupo aportó su opinión para que el equipo recuperara solidez frente a Nigeria, fuera más ordenado e hiciera las cosas simples. Algo que se logró porque se les ganó a los africanos con justicia, pero después volvió a cambiar contra Francia.
“Si gano cambiando seré un genio y si pierdo seré el peor técnico del mundo”, le dijo a Mundo D el viernes pasado cuando se le preguntó sobre la necesidad de cambiar tanto.
Hoy está más cerca de lo segundo que de lo primero y en la AFA, que lo nombró de forma apurada y le firmó un contrato carísimo, tomaron nota para avisarle que su ciclo está cumplido.