Mundo D

Modric, el colibrí que tanto se siente

- Enrique Vivanco evivanco@lavozdelin­terior.com.ar

Luka Modric es la hormiguita que siempre transporta el mayor peso. Lo hace con 32 años, 1,62 metro de altura y poco más de 66 kilos. El mediocampi­sta de Real Madrid es breve de estatura, pero de espaldas muy anchas. Lo está demostrand­o con la camiseta de Croacia, su país; lo hizo siempre, aún en épocas de tormento.

Su historia es común a la de todos sus compañeros que nacieron durante la guerra que dividió la ex-Yugoslavia o a la de quienes la afrontaron en sus primeros años de vida. Luka iba al colegio primario cuando empezó a sentir el intimidant­e sonido de las bombas. Nacido en Zadar, tuvo que emigrar a la isla de Iz con su familia. En el camino quedó su abuelo, llamado también Luka, muerto en una ejecución masiva.

“El Cruyff de los Balcanes”, como lo llamaban en su país, es hincha del Dínamo Zagreb. Y allí jugó, aunque antes de su consolidac­ión fue cedido a dos equipos para sumar experienci­a. Su padre, Stipe, y su madre, Radojka, sostuviero­n sus ganas de jugar al fútbol. Pobres pero testarudos, en poco tiempo lo vieron volar hacia Inglaterra. Tenía 22 años; había visto lo peor de la miseria humana. Quizá sin saberlo, eso le sirvió de coraza para afrontar otros momentos muy difíciles, pero a la vez dulcemente placentero­s. Luka, a los 22 años, había hecho pie en la Premier League. Tottenham pasó a ser su casa.

Sus nuevos desafíos no pasaron por afrontar el fútbol en medio de una guerra. Desde el principio el club londinense le exigió su mejor propuesta; y él, pese a algún tropiezo inicial, respondió con firmeza y jerarquía. Estuvo allí cuatro años. Siempre bien ubicado en la cancha, no fallaba en los pases y nunca le escapaba al protagonis­mo. Lo hacía desde el sacrificio, sin alardes, como uno más, pero a la vez con botines exquisitam­ente dotados para la generación de juego.

Su historia más reciente es la más brillante. Los tentáculos de Florentino Pérez lo alzaron del cuello para depositarl­o en la avenida de la Concha Espina, sede del Real Madrid. El estadio Santiago Bernabéu lo miró desde su imponencia. Los asesores del presidente del club más ganador del mundo no fallaron. Como desde cuando era un pibe, Modric y su perfil bajo, tampoco falló.

El croata levantó todas las copas posibles con los merengues. Su asociación con el alemán Tony Kroos quedará en los manuales de conducción en este deporte. Siempre por el camino limpio; siempre por la senda correcta, sus cesiones de balón tienen la virtud de evitar siempre las malezas en el medio campo.

Al margen de si hoy es campeón del mundo o no, para muchos ya se ha consagrado como el mejor jugador del planeta en esta temporada y es firme aspirante a llevarse el Balón de Oro. Ganador de las tres últimas Champions League con Real Madrid, puede entrar en el círculo privilegia­do de futbolista­s, tales como Franz Beckenbaue­r, Gerd Müller, Sami Khedira, Roberto Carlos y algunos más, que en un mismo año ganaron a la vez un Mundial.

Hoy tendrá otra oportunida­d de mostrar sus quilates. Su nariz encorvada y su físico enjuto saltarán por derecha, por el centro y por la izquierda. Ningún sector es desconocid­o y hostil para quien esquivó bombas de jovencito. Y menos en el verde césped de un rectángulo que siempre lo cobijo con la abrazo suave pero firme de la aprobación y el respeto.

Con más de 10 años en la selección de su país, ya pasó los 100 partidos con la camiseta cuadricula­da. Es líder y ejemplo. Croacia, ante Francia, se moverá al ritmo del indestruct­ible Modric, ese colibrí que sin hacer ruido tanto se siente.

ESTAMOS EN LA FINAL DE LA COPA DEL MUNDO, TENEMOS UNA OPORTUNIDA­D HISTÓRICA, ASÍ QUE LO IMPORTANTE ES ESTAR CONCENTRAD­OS EN EL PARTIDO. Luka Modric

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