Mundo D

Europa sigue bebiendo de la vieja fuente africana

- Alejandro Mareco Cortos y largos amareco@lavozdelin­terior.com.ar

El Mundial ha sido una gran puesta en escena del potencial futbolísti­co de Europa occidental, que no sólo alcanzará hoy la docena de copas ganadas (contra 9 de Sudamérica), sino que, como en Alemania 2006, ha repetido el pleno de semifinali­stas. Es decir, en el tramo final, Rusia 2018 se pareció a una Eurocopa ampliada.

Uno de los rasgos sobresalie­ntes que presentaro­n varias de las formacione­s europeas es la alta proporción de jugadores de origen africano (nativos o hijos de inmigrante­s), una tendencia que se venía observando desde hace varias copas y que ahora ha quedado plasmada de un modo elocuente. Sobre todo, en tres de los cuatros semifinali­stas: Francia (que hoy juega la final con Croacia) alcanza al 78 por ciento de su plantel, y en Bélgica y en Inglaterra, casi la mitad, el 47,8 por ciento.

Hay quienes sostienen que esto es simplement­e la representa­ción del fenómeno inmigrator­io que registran estos países, más allá de que la proporción en las seleccione­s resulte mucho más alta que en la realidad general de cada país.

Pero lo que está en evidencia es que la gran presencia africana de tres de los cuatro equipos sobresalie­ntes tiene que ver más con el viejo poder colonial europeo, que se repartió el continente negro durante siglos hasta exprimir sus recursos y sus posibilida­des, y edificar así su deslumbran­te prosperida­d.

Incluso en esa representa­ción en las canchas, de la antigua vocación colonial pueden rastrearse grandes conflictos históricos como la primera Gran Guerra del siglo 20. Cuando en Alemania se dio su unificació­n nacional en 1871 y expandió su producción industrial, los mercados ya estaban repartidos: hasta países de segunda línea europea tenían su porción de África.

Ahora, esos viejos lazos de dominación y dependenci­a son aprovechad­os para potenciar las chances de éxitos deportivos a través de atletas destacados, y no sólo futbolista­s.

El fútbol, y en especial el Mundial, es uno de los grandes escenarios donde Europa expone su antiguo poder. Está convencida de que los triunfos promociona­n sus sociedades hacia adentro y hacia afuera, por eso se toman muy en serio la competenci­a deportiva; la frase “lo importante es competir” es para los que se conforman con perder.

En estos días, se dice con humor que los europeos planifican tanto que centurias atrás invadieron África para ganar mundiales en el siglo 21.

Mientras tanto, hay un dato por tener en cuenta. El año pasado, Inglaterra ganó el campeonato mundial Sub 17 con seis futbolista­s nigerianos en su plantel. En esta categoría, Nigeria es la potencia histórica con cinco títulos ganados, incluidos los de 2013 y 2015.

Es decir, la fuente africana de la que beben los europeos no es casualidad. Ya Carlos Bilardo dijo que el futuro del fútbol estaba en África, y lo probó en sangre propia con la derrota ante Camerún en 1990 (Bilardo también dijo que si Sampaoli era el entrenador de la selección se iba del país, pero nadie lo escuchó).

Hay quienes quieren leer que, de algún modo, África triunfa a través de Francia, Bélgica e Inglaterra. Lo mejor sería que África tuviera despejados los caminos para triunfar por sí misma.

“Correré como negro para vivir como un blanco”, dijo el camerunés Samuel Eto’o cuando llegó al Barcelona, en 2004. En esa misma tarea están otros hijos del continente donde nació la humanidad.

HAY QUIENES QUIEREN LEER QUE, DE ALGÚN MODO, ÁFRICA TRIUNFA A TRAVÉS DE FRANCIA, BÉLGICA E INGLATERRA. ¿Y SI LO HACE POR SÍ MISMA?

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