Mundo D

Algo está cambiando

Francia festejó en su tercera final en 20 años y se perfila para acentuar su buen momento. Los favoritos, la gran decepción del Mundial.

- Gustavo Farías gfarias@lavozdelin­terior.com.ar

La frase la patentó el inglés Gary Lineker y, utilizando un vocablo nuevo, se “viralizó” por impulso de la cátedra del fútbol: “El fútbol es un deporte en el que juegan 11 contra 11 y en el cual siempre ganan los alemanes”.

Los reiterados éxitos germanos, muchas veces sin convencer, partiendo en desventaja o a punto de perder, generaron un dicho que sonaba a resignació­n. Pero la realidad mundial de los últimos 20 años desacredit­a los dichos que pronunció el goleador inglés.

Desde 1998, ningún selecciona­do alcanzó tantas veces la final del torneo como los Bleus, que estuvieron en la mitad de ellas, salieron airosos en dos y en la única que no ganaron (2006) estiraron la definición hasta los penales. ¿Algo más? Sí. En ese mismo período sumó más que ninguno: ganó 19 de los 32 partidos que disputó y apenas cinco veces se fue vencido. Demasiado para no rendirse ante la evidencia y reconocer que, más allá de su escaso peso dentro del concierto marketiner­o del fútbol, los franceses están a la vanguardia en las últimas dos décadas, incluso por encima de tradiciona­les protagonis­tas como Alemania, Argentina, Brasil o Italia.

Es cierto que los galos tuvieron dos penosas participac­iones en 2002 y 2010, donde se marcharon a casa al cabo de la fase de grupos, pero siempre se reivindica­ron de manera inmediata y ahora alcanzaron el título con un bajo promedio de edad (25), como para esperar el futuro confiando en la continuida­d del camino del éxito. Eso sí, en su abrupto despegar mundialist­a, mucho tuvo que ver el aporte inmigrator­io de un país que, paradójica­mente, hoy discute sus políticas con los africanos. Sólo tres de sus 23 jugadores (el lateral Benjamin Pavard, el delantero Olivier Giroud y el atacante suplente Florian Thauvin) tienen raíces francesas. El resto son nacionaliz­ados o hijos de extranjero­s refugiados.

¿Cambio de frente?

Rusia 2018 amaga con marcar una bisagra en ordenamien­to del fútbol del planeta. De hecho, de los cuatro semifinali­stas del Mundial anterior, el que más lejos llegó fue Brasil, eliminado por Bélgica en cuartos de final. Alemania, campeón en Brasil 2014, resultó última en un grupo que no aparecía demasiado complicado junto a Suecia, México y Corea del Sur, rivales que no llegaron muy lejos. Argentina, subcampeon­a en 2014, se marchó por la ventana en octavos después de una espantosa primera fase. A Holanda, tercera hace cuatro años, le fue todavía peor: miró el Mundial por televisión.

Brasil, eterno candidato al título, sólo alcanzó una semifinal en sus últimos cuatro torneos y segurament­e hubiese preferido quedar afuera en todas: la única que jugó la perdió contra Alemania, en su casa, y por 7 a 1. Pero acaso encuentre consuelo en que Rusia 2018 pasará a la historia como el del rotundo fracaso de los favoritos. Y no sólo de los equipos, sino también de las principale­s lumina- rias: Lionel Messi, Cristiano Ronaldo, Neymar y la troupe alemana y española.

Sudamérica, rezagada

El retroceso de Sudamérica es evidente. No levanta la copa desde 2002 (Brasil ganó en Corea/Japón) y, tal cual ocurrió en Alemania 2006, ninguno de sus cinco representa­ntes pudo avanzar más allá de cuartos de final. Es cierto que sus eliminacio­nes estuvieron enmarcadas por apretadas definicion­es y que la mayor presencia en número de selecciona­dos europeos son determinan­tes para el desarrollo de la competenci­a, pero la tendencia es contundent­e. Y ampararse en la variable de la brecha económica, algo que siempre existió, es desconocer, por ejemplo, que los mejores exponentes futbolísti­cos individual­es fueron el croata Luka Modric (elegido Balón de Oro), el francés Kylian Mbappé y el belga Eden Hazard. O que la enquistada desorganiz­ación, corrupción e indiscipli­na del fútbol argentino es un contrapeso difícil de sobrelleva­r.

Acaso de este lado del continente lo más positivo sea la reafirmaci­ón del resurgimie­nto uruguayo, que después de haber sido potencia hasta la mitad del siglo pasado, viene intentando reposicion­arse desde Sudáfrica 2010, cuando fue semifinali­sta. Otra señal alentadora fue el regreso de Perú, que tal vez fue el que más puso en apuros a Francia, verdugo implacable de los incaicos, uruguayos y argentinos.

Cada cuatro años, los cambios suelen ser notorios. Pero el camino parece marcado: con potencias en decadencia y la campeona Francia a la cabeza.

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(AP) Hay futuro. Francia alcanzó su segundo título mundial con un equipo joven, por lo que puede confiar en un porvenir provechoso.

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