¡Pegó en el palo, Pirata!
Belgrano mereció más en su debut, pero falló en la definición ante San Martín. El arquero Ardente fue una de las figuras.
Belgrano tiene ese no sé qué contracultural que lo hace único, que lo hace sentir inigualable y diferente. Orgullosamente atado a esa identidad que otros le cuestionan y le critican por obsoleta. Cuando el mundo corre rápido hacia lo sofisticado, Belgrano “apuesta por” y “disfruta de” lo tradicional y artesanal. Es la mística del barrio. La que se palpa y se respira en el Gigante de Alberdi, donde están los de siempre: los socios que se ubican en el mismo sitio de la platea y los nuevos que copan la tribuna Cuellar alta.
En los pasillos de ese viejo estadio están los rostros conocidos de antaño, de esos que estaban en los tiempos en los que para llamar por teléfono había que cruzarse a la casa de la vecina del pasaje.
Entre ellos, Luis Albarracín, el “canchero” del Gigante. Es el que vio el deterioro del estadio, con tribunas sin pintar, con mucho abandono. Es el que vio el resurgir del templo, el día a día de los obreros que levantaron el tribunón que da al río Suquía.
Las vio a todas. Este Albarracín le vio la cara a la pobreza de Belgrano varias veces. Los jugadores de finales de los ’90, en aquel tortuoso camino hacia la quiebra, tomaban mates en su casa, la que está debajo de la tribuna Preferencial. Luis le dice a Mundo D que le tiene fe a este equipo, al nuevo entrenador Bernardi, al liderazgo del “Oreja” Suárez, a los ocho jugadores que llegaron para pelear artesanalmente por sumar los puntos que saquen a Belgrano del color rojo en la tabla de los promedios. Fue él quien los vio de frente en la salida hacia el verde césped para el partido con San Martín de San Juan.
El ADN celeste
En la previa, en el camino a la cancha, no hay ni un hincha asustado o dramatizando por el asunto de la permanencia. Esto es Belgrano y bancarse todo está en el ADN. Esto es Belgrano, hay piel curtida para lo que viene. No es un drama. Es una chance de mostrar que esto es Belgrano, que no se compara.
A eso también lo dice Miguel López, que está desde el ’80 viendo pasar periodistas en la zona de prensa. Semblanteó de cerca los tiempos de anotadores y grabadores gigantes con los que los periodistas buscaban una palabra de “Chichin” Ledesma. Hoy mira el partido sentado y escucha las consultas por una clave de wifi que no funciona. Y a metros lo aturde una voz en inglés que relata el Belgrano-San Martín para una página de apuestas de ¡Bulgaria! yendo y viniendo en un pasillo sin espacio para abrir codos o enchufar una computadora, mientras suelta a ritmo frenético las palabras “safe” y“danger” jugada a jugada.
“Suárez está bien para este año, vamos a andar bien”, pronostica justo antes de que llegue la realidad...
La realidad es el flujo de esa pasión de los hinchas de Belgrano entre lo que pasa y podría haber pasado.
Y todo lo que pasa en el primer tiempo va del “safe (seguro)” hasta el“danger (peligro)”. Como el gol que no fue de Sequeira, el atajadón de Ardente a Alanís, la salvada en la línea de Olivares, la tapada de Rigamonti al paraguayo Palacios Alvarenga o el pase que Brunetta nunca dio a un compañero que venía de frente al arco con la certeza de que iba a hacer mover la red celeste del arco de la Preferencial. Y ni hablar de los ocho “offsides” que sacaron caspa a los plateístas.
En el entretiempo al debate sobre cómo jugó el equipo, lo tapa la discusión que en la Cuellar tienen los hinchas con los controles: prefieren quedarse parados en los pasillos o en las bocas de salida y no ir a las butacas celestes. El que vio el partido por TV pensará que había lugares vacíos. Sí, pero porque los pasillos estaban llenos. Estaba hasta las manos el Gigante.
Ese furor saltó por las nubes en una nueva corrida de Brunetta y en otro pase que no fue. O por la volada de Rigamonti ante el zurdazo de Cardozo.
Este Belgrano pos-Mundial respeta los mínimos estándares requeridos por la tribuna en materia de intensidad.
Por momentos lo superaron y, al mismo tiempo, estuvo a un guiño del destino de ganar este primer encuentro con el destino: el palo castigó la fe de Balboa. Si era palo y adentro, entonces era 1-0. Fue palo y afuera, entonces fue 0-0.
Y la imagen del final en el Gigante de Alberdi es Albarracín armando la manga para que se vaya el equipo escuchando el aplauso general. Arriba, en la tribuna, don López escucha sentencias de parte de los periodistas: “Va a ser una lucha esto”. Y sí, ¡¿cuándo no fue una lucha la vida de Belgrano?! Y esta lucha recién empieza.
LOS PROMEDIOS ESTÁN AHÍ. SON UNA REALIDAD. HAY QUE TOMARLOS CON SERIEDAD. Y JUGAR CADA PARTIDO COMO UNA FINAL.
Federico Lértora
QUERÍAMOS INICIAR EL TORNEO GANANDO DE LOCAL. ESTOY CONTENTO POR PODER VOLVER AL CLUB DEL QUE SOY HINCHA.
César Rigamonti