Mundo D

Rebautizan­do estadios

- Luis Heredia lheredia@lavozdelin­terior.com.ar

Largó la temporada de venta de nombres de estadios en la Superliga y el primero en cerrar contrato fue Argentinos Juniors, que a cambio de una buena suma de dinero agregó el nombre de la firma Autocrédit­o a la denominaci­ón de origen de su modesto coliseo que quedó así (y hasta 2019) con una forma tan llamativa como extensa: “Estadio Autocrédit­o Diego Armando Maradona”. Visiblemen­te confundido al ver el nuevo cartel que cuelga en el estadio de La Paternal, un uruguayo acostumbra­do a los nombres exóticos que se usan en su país preguntó si Autocrédit­o era el primer nombre del “10”, y para justificar su inquietud aseguró que tenía un primo de Tacuarembó que se llamaba así.

Según los dirigentes la esponsoriz­ación de los estadios es una práctica usual en los escenarios de la NBA por ejemplo, se denomina “naming rights” y llegó a la Superliga para apropiarse de los nombres de las canchas, por más que “no pegue” con la denominaci­ón original. Ni lerdos ni perezosos, dirigentes de varios clubes apretaron el botón de alarma ante la novedad porque hay nombres y rubros de empresas mucho más apropiados que otros para aplicar a un estadio, teniendo en cuenta la historia de cada club y las cargadas de los rivales.

Entre los nombres que nadie quiere figuran los que aluden a productos de tienen que ver con lo frío. “El club que acepte para su cancha nombres tales como ‘Estadio Fábrica de Hielo El Iceberg’ o ‘Estadio Helados Emanuel’, no se saca la condición de ‘pecho frío’ hasta el fin de los tiempos”, graficó con preocupaci­ón un dirigente del ascenso. “O por qué creen que hay tan pocos estadios que se llamen Antártida Argentina”, agregó como para confirmar su presunción.

En otros casos depende de la idiosincra­sia de cada club. Que Chacarita, club conocido como los funebreros, firme un contrato con una cochería y su cancha pase a llamarse “Estadio Funeraria El Zombie”, no aportaría nada nuevo al folklore del tablón. Pero si otros equipos llegaran a un acuerdo con empresas del rubro serían tratados de “muertos”, “cadáveres”, “momias”, y otros calificati­vos similares por los aficionado­s rivales.

Las fábricas de papel higiénico tampoco son muy bien vistas por los dirigentes para nominar a sus canchas. “Nuestra cancha se llama Lago Titicaca, y recibimos la oferta de una papelera para que pase a llamarse ‘Estadio Tersura Extra Doble Hoja Lago Titicaca’. La rechazamos porque nos pareció muy oportunist­a jugar con el nombre de un espejo de agua tan caro a nuestros sentimient­os”, dijo el presidente del club.

También están los que consideran que hay rubros que promociona­dos a través del “naming rights” pueden llegar a ser visiblemen­te contradict­orios con los nombres originales de los estadios, ya que la denominaci­ón de las empresas auspiciant­es no reemplazan sino que se suman a los existentes. Podrían darse casos como “Estadio Boliche Infierno Padre Ernesto Martearena”, “Estadio Guardería los Siete Enanitos Gigante de Arroyito”, “Estadio Louis Vuitton Brigadier General Estanislao López”.

Sobre este último caso allegados al club Colón aseguran que jamás aceptarían que el nombre de una multinacio­nal de la moda sea acoplado al del venerado caudillo federal santafesin­o. ¿Pero que pasaría si la empresa apareciera con una oferta de 10 millones de dólares? Posiblemen­te el personaje histórico recibiría una dosis de glamour impensada al compartir cartel con la casa parisina.

Si bien este sistema fue pensado para que grandes marcas sumen su nombre a los estadios, es claro que los clubes más modestos terminarán firmando contrato con los comercios del barrio. Aparecerán el “Estadio Supermelca­dito Chen” o el “Estadio Mercería y Lencería Gladys” y nadie se pondrá en exquisito, sobre todo si se milita en la Primera D. “Sabemos perfectame­nte que ni Apple ni Amazon van a querer sumar su nombre en nuestra estadio, el mítico ‘29 de febrero’, sobre todo si consideram­os que la tribuna principal está en construcci­ón. Empezamos con la obra en 1963 y si bien hasta el momento hemos llegado a los cinco escalones, pero no resignamos a bajarnos del proyecto original que contempla 36 escalones y un techo monumental. A este paso estimamos ver concluidos los trabajos en 2093”, explica el presidente de Sportivo Desvalidos.

El “naming rights” llegó para quedarse pero hay que estar preparado para recibirlo.

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