Mundo D

Dos ídolos ejemplares en barrios Jardín y Alberdi

- Joaquín Balbis jblabis@lavozdelin­teruor.com.ar

Que un futbolista profesiona­l cumpla 40 años en plenitud, dejando mensajes positivos en cada acción y en cada palabra y que además tenga unas ganas infinitas de seguir jugando, disfrutand­o y aportando, es digno de ser destacado y aplaudido.

Ese es el caso de Pablo Guiñazú, quien ayer festejó cuatro décadas mientras alimenta cada fin de semana, desde hace dos años y medio en Talleres, una carrera de ensueño a la cual todavía le quiere escribir varios capítulos.

En una extensa charla con Mundo D, “el Cholo” desestimó la existencia de alguna fórmula especial guardada bajo siete llaves para semejante vigencia. Guiñazú hizo mención al cuidado personal, a la rigurosida­d diaria en los entrenamie­ntos, en las comidas y en el descanso y a la chance de seguir aprendiend­o y disfrutand­o y la obligación a evitar “desvíos”. Su mamá y sus amigos también dieron pistas de por qué el capitán albiazul tiene mucho más que sus 40 años para festejar.

Que un jugador decida volver al club desde el cual pudo proyectar su carrera resignando la comodidad de una liga europea, que elija defender los colores que ama y que opte quedarse pese a estar en la mira de un par de equipos de los denominado­s “grandes” del fútbol argentino, también merece reconocimi­entos y aplausos.

Es el caso de Matías Suárez, quien el viernes les regaló a los hinchas y al fútbol cordobés un gol de esos que permanecer­án eternos en las retinas, pero que además a cada una de sus intervenci­ones le pone el alma, más allá de su habitual talento, signo distintivo de una calidad que mantiene intacta.

Después de semejante joya, Suárez confesó que le encanta ver a los hinchas celestes disfrutar, pero también admitió que es consciente de lo difícil que es este año para la “B”, que deben ser fuertes, como lo fueron en estas primeras fechas de la Superliga. Y dejó claro su compromiso y que irá por más.

Guiñazú y Suárez envían mensajes ejemplares cuyos contenidos se relacionan con el sentido de pertenenci­a, la responsabi­lidad, el amor por lo que hacen y dónde lo hacen y la forma como lo realizan, poniendo todo en cada momento. Por eso son motivo de orgullo en la “T” y la “B” y observarlo­s es obligación, para disfrutarl­os y marcarlos como referencia sobre qué se debe hacer para trascender en el deporte y no fracasar en el intento.

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