Cuatro goles inolvidables a la “B”
El 25 de mayo de 1976, “el Tigre” Bravo se los hizo a Belgrano jugando para la “T”, que lo había recibido tras ser descartado por la “B”. Esa tarde le cambió la vida.
ESOS TALLERES TRANSFORMABAN EN REALIDAD CUALQUIER SUEÑO. LOS CUATRO GOLES FUERON HERMOSOS.
Ese 25 de mayo de 1976 estaba nublado y nada hacía presagiar que sería el día “D” para Humberto Rafael Bravo. El sol salió y alumbró como nunca a ese delantero que no conseguía asentarse en Talleres. Ese día cambiaría para siempre la vida del santiagueño, y el hecho del que sería protagonista estelar terminó siendo único e irrepetible. Es más, también se tomó una gran revancha.
Lo cierto es que ese día patrio también sería una fecha para recordar por siempre en el Mundo Talleres. “Fue el día del Bravo 4Belgrano 0”, comenzó a recordar “el Tigre”. “Efectivamente. Las nubes se terminaron yendo a la hora del partido. La verdad es que ni me imaginaba que podía darse el hecho de que convirtiera cuatro goles a Belgrano y de que el partido terminara con ese marcador. La verdad es que el recuerdo me viene justo así me olvido rápido de este momento”, le dijo Bravo a Mundo D.
Sucede que unas horas antes de esta entrevista, el prócer albiazul sufrió un asalto en su casa en barrio Jardín, sin consecuencias para nadie, ya que los ladrones aprovecharon que los Bravo estaban trabajando.
“Habíamos ido al bar y nos encontramos con ‘la novedad’ al volver a casa. No hay que lamentar más que el robo de cosas materiales. Gracias a Dios. Pero también me llevaron varias camisetas, entre ellas, creo que está la de ese día. Las tenía mis nietos. Qué se le va a hacer. Es lo que lamento. Igual, lo que uno lleva en el corazón, nadie te lo puede quitar”, contó el segundo goleador histórico de Talleres con 140 tantos, una marca sólo superada por los 163 de Miguel Antonio “Wanora” Romero.
Nunca igualado
El partido con Belgrano daba inicio al Clausura de 1976 de la Liga Cordobesa y fue programado para las 15 en el Gigante de Alberdi. “Habíamos concentrado en el hotel Mont Petit de Carlos Paz, dos días antes. Mis compañero de pieza eran Ángel Bocanelli y Miguel Oviedo. Me decían que iba a convertir. Pero no de la manera en que se dio”, recordó Bravo.
–¿Cómo venías?
–No era titular. Alternaba en el equipo. Había llegado en 1974 cuando estaba Ángel Amadeo Labruna, pero alternaba y se buscaba un gran delantero. Por esa época, el DT era el maestro Rubén Bravo que para evitar que me afectara alguna puteada, me decía: “Si la gente le grita haga de cuenta que ese Bravo... soy yo”. Ja, ja. Lo cierto es que ese día no cabía un alfiler en el Gigante.
–¿Soñaste con esos goles?
–Esos Talleres transformaban en realidad cualquier sueño. Todos fueron hermosos. El primero fue una pared entre Daniel Valencia y Luis Ludueña, y me la abrieron para que la cambiara de palo. El 2-0 fue un desborde de Bocanelli que solamente tuve que empujar; el tercero fue por debajo del cuerpo de Tocalli, y el cuarto, “de cucharita”. Y no hubo quinto, porque al final el último tiro fue a un palo.
–¿Qué significó?
–Todo. Me hice titular, ganamos el título de la Liga, fui goleador con 23 goles en 43 partidos, tres meses después Menotti me convocó a la selección, clasificamos al Nacional 1977 del que fuimos subcampeones y... el maestro Rubén Torri me terminó de poner “el Tigre”, un apodo que muchos hinchas ya habían comenzado a decirme. Muchos me dicen si perdoné al “Flaco” por dejarme afuera del Mundial 1978 junto a Maradona y Bottaniz. Para nada. Le agradezco por haberme cumplido el sueño de jugar en la selección y de haberme recomendado al fútbol francés.
La revancha
Fueron muchas emociones para Bravo. Sin embargo, fue imposible que no reviviera los momentos más duros. De donde salió para mensurar hasta donde había llegado. O lo que podría lograr más adelante. “Esos cuatro goles, también fueron una revancha. Surgí en Independiente y me dieron en parte de pago a Quilmes por el pase de Daniel Bertoni y cuando me dejaron libre, sin jugar, me vine a Córdoba para probar suerte en... Belgrano”, recordó “el Tigre”.
–¿Cómo fue?
–Fui a prueba y llegué a jugar la Neder Nicola contra Talleres. Fueron 20 minutos y Boero, su DT de entonces, me dijo que había varios como yo. Mi cuñado me llevó a Talleres y allí quedé. Pero para ser alguien en el club, debía hacer algo extraordinario. Se me terminó dando y fue hermoso.