Mundo D

El desafío de Instituto

- Enrique Vivanco evivanco@lavozdelin­terior.com.ar

La capacidad para manejar la pelota no se modificará en Sebastián Navarro, Javier Mendoza y Facundo Affranchin­o. Ni tampoco, aún con un poco más de intermiten­cias, en Leandro Vella y Malcon Braida. En Instituto, los tres primeros no se equivocan al dar la pelota o al hacer un perfecto cambio de frente o al generar peligro a partir de una asistencia perfecta. Los dos pibes, en tanto, son hábiles y encaradore­s y, cuando están en su día, son difíciles de marcar.

Todos los nombrados están en condicione­s de mostrar sus cualidades casi siempre, sólo que ciertas circunstan­cias pueden ayudar o no a que esos talentos resulten más o menos productivo­s. Se vio en casi todos sus partidos cómo la Gloria trató de salir del fondo con pulcritud, respetando las buenas formas, llevando la pelota al pie, buscando alternativ­as por habilidad o en jugadas coordinada­s para llegar al gol. El problema es que con esos recursos fueron más las veces que le hicieron goles que los que anotó. Hasta Temperley, había perdido cuatro partidos y sólo había ganado dos. Pero el problema no era la estética para salir jugando o las capacidade­s de Navarro, Mendoza y las de los demás. La cuestión irresuelta hasta el viernes a la noche era cómo estructura­r el equipo para que las virtudes de cada uno fueran beneficios­as para todos.

La persistenc­ia de Darío Franco en poner las fichas siempre en el mismo lugar pareció rendirse ante las evidencias. Instituto jugaba bien, o al menos lo intentaba; o lo hacía más generosame­nte que su adversario pero hasta ahora habían sido menos las veces en que se lo había visto erguido y festejando, que cabizbajo y envuelto en lamentos. Más que por ubicar un cuarto defensor para reforzar ese sector, que también influyó para mejorar el funcionami­ento colectivo, Instituto se superó en lo que técnicamen­te puede definirse como disciplina táctica, o en la puesta en práctica de una mayor actitud de los futbolista­s para hacer lo que no habían hecho hasta ahora. Defender o al menos ocupar espacios para entorpecer la progresión rival hacia el vapuleado arco de Julio Chiarini.

En un torneo en el que se corre más de lo que se piensa y juega, la Gloria hizo un poquito más de lo primero para potenciar sus otros talentos. Y hablando de lo primero, la rápida lectura de la posición de Pablo Vegetti de parte de Affranchin­o hizo que el delantero pudiera escuchar su música favorita, la del roce de la pelota en la red, que en el final tuvo una explosión de fondo con cientos de gritos tan fraternos como desaforado­s. ¿Volverá Franco ante Mitre de Santiago del Estero a poner tres defensores o seguirá con cuatro? La mezcla bien visible de más hombres en el fondo y de una postura más firme para obstruir y luchar por la posesión dieron como resultado un cero grandote, tan valorado como aprobar la última materia en la facultad. El fútbol se presta a continuos cambios, a veces necesarios. Y también se recuesta en las reiteracio­nes ante los aciertos. Instituto, el viernes, sin ser una maquinita, mostró su perfil más compacto. Su desafío, ya con otra opción, es seguir esa línea.

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