Mundo D

No habrá “dream teams” ni estrellas en los nuestros

- Evivanco@lavozdelin­terior.com.ar

Boca Juniors adquiere a Alexis Mac Allister, compra a Jan Hurtado en cinco millones de dólares mientras insiste en Portugal por Eduardo Salvio; River Plate no necesita reforzarse mucho (sólo llegaría el defensor chileno Paulo Díaz), alimentado por sus logros internacio­nales y porque algunos de sus capullos (Cristian Ferreyra y Julián Álvarez) ya están abriendo sus pétalos.

Racing, alentado por el viento de cola de su última vuelta olímpica, tiene a Matías Rojas, a Walter Montoya y a David Barbona. San Lorenzo, aún con

deudas, reforma su plantel e Independie­nte eligió a Alexander Barboza y a Cristian Chávez y con la mano firme parece empujar a Sebastián Palacios a su inexorable destino rojo.

“Los Grandes” se arman con recursos quiméricos para el resto con el objetivo de afrontar decenas de batallas dentro y fuera de Argentina. Y los demás, nucleados en una segunda y en una tercera categoría, lo hacen como pueden: algunos con un puñado de dólares, otros juntando moneda por moneda, y otros recorriend­o tiendas en modo Ahora 12 para aprovechar algunos saldos y retazos.

En Córdoba, la austeridad, obligada por el contexto social que también afecta a los clubes, ha influido para que Talleres, Belgrano, Instituto y Estudiante­s de Río Cuarto se manejen con cautela en una postura que no es nada más que la extensión del mango escaso que habita en los bolsillos de la gente.

Por eso no habrá dream teams ni jugadores estrellas. Quizá Belgrano en el ocaso de la temporada pasada haya insinuado el gesto de la apuesta fuerte al desenfunda­r y disparar una bala que pretende ser de plata y de todos los metales juntos al cambiar de barrio a Pablo Vegetti. La ficha de muchos ceros se exigía a partir de la carencia en los últimos años del hombre providenci­al, que con sus goles ayudara a mantener a Belgrano en la Superliga. Algo por lo que él ha llegado.

Hasta ahora, Franco Fragapane es la única contrataci­ón en Talleres, y salvo el de Facundo Erpen, muchos nombres comunes en la guía telefónica del fútbol pueblan el plantel de Instituto, mientras lo mismo en el equipo del sur provincial. En ningún caso se desmerecen sus aptitudes. Quizá ellos, desde el anonimato, sean los encargados de demostrar que con buen ojo para elegirlos, una buena dirección técnica y un buen trabajo en equipo se puede prescindir de los apellidos rutilantes para ofrecer un buen espectácul­o.

En ese sentido, el de Defensa y Justicia en la reciente Superliga es un buen ejemplo. Esta realidad obligadame­nte pijotera no deja de ser una gran oportunida­d para aquellos que no serían tenidos muy en cuenta si la inversión en jugadores fuera más generosa. Y también es un buen motivo para escarbar en las inferiores, un espacio del que todavía se espera mucho más en cuanto a cosechas y frutos.

En ese sentido, los cordobeses ya tienen buenas experienci­as de equipos integrados por futbolista­s y de DT que viven “a la vuelta de la esquina”, o de apellidos muy pocos conocidos que apoyaron con mucho tesón y disciplina sus limitados recursos técnicos, y que sobrepasar­on las expectativ­as más ambiciosas.

Esos avatares de la economía y su repercusió­n en la jerarquiza­ción de los planteles, de ningún modo cambiará el propósito que perseguirá­n los representa­ntes de esta provincia. No habrá otra cosa para pensar en Talleres que clasificar a un torneo internacio­nal; y también será una constante el intento de Belgrano de jugar sólo un año en el torneo Primera Nacional, lo mismo que Instituto.

Quizá para Estudiante­s la ambición sea mantenerse hasta conocer el paño para después afianzarse. Intentos posibles, al alcance de un fútbol cordobés que camina con pies de plomo para evitar tropiezos, aunque en un rinconcito de su ambición deje un espacio para soñar con alguna grata sorpresa.

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