Mundo D

Mayra cuenta su historia

Fue suspendida de por vida para jugar al fútbol luego de una pelea entre jugadoras. A un año de ese momento, ella dice su verdad.

- Ana Dalmasso adalmasso@lavozdelin­terior.com.ar

Hace casi un año que los sábados Mayra siente un vacío. Ya no se levanta temprano con sus hermanas y prepara el desayuno. Ya no se sienta con ellas a tomar mate ni charla sobre el partido que se viene. Ya no prepara el bolso con los guantes, los botines y las medias. Ya no va hasta el club a tomarse el colectivo que la depositaba en la cancha de turno. Ahora no tiene nada que hacer.

Hace casi un año que el fútbol se fue de su vida y esa mochila la lleva a todos lados. Hace casi un año que es Mayra Soaje, la arquera de Libertad que agredió a jugadoras del club Universita­rio y fue expulsada de la Liga Cordobesa para siempre. Ahora, es esa Mayra y no la piba de 26 años de barrio Maldonado.

El 11 de agosto de 2018, el fútbol femenino cordobés vivió sus horas más lamentable­s. Era un partido más que se estaba jugando en La Lomita, cancha de Universita­rio. De un lado las locales, con camiseta roja y blanca. Del otro, Libertad, las visitantes, con casaca amarilla. En el arco y con buzo fucsia estaba Mayra. El encuentro se había jugado bajo un clima de alta tensión. Dos expulsione­s, insultos de todos lados y un empujón fueron los detonantes de 50 segundos que cualquiera que estuvo ese día quisiera olvidar. Bastó menos de un minuto para que Mayra cometa el error más grande de su vida.

Los hechos

En el video que capturó ese momento, cuatro jugadoras ya con el partido terminado intercambi­aban empujones. Las broncas de un partido caliente tenían sus consecuenc­ias en un costado, y del otro lado del alambrado los adultos hacían su parte para sumar más tensión. Y ahí, con la cámara en un plano fijo, aparece la arquera de Libertad, la del buzo fucsia, de izquierda a derecha, con un sólo objetivo en mente: agredir.

Ese golpe desató la barbarie. Llegaron más trompadas, patadas y tirones de pelo. Una montonera contra el alambrado se dividía entre las que querían separar y las que querían golpear. Más atrás, un pasivo árbitro miraba las acciones sin meterse. De abajo primero salió Celeste Racca, jugadora estudiosa, con su nariz fisurada. Después emergió Mayra y fue contenida por sus compañeras y algunas rivales. Tirada quedó Florencia Ardiles, también de Universita­rio, con golpes en su brazo y costillas.

“Lo que sé es que en esa montonera yo no le pegué a las tres como se dijo. Yo sí golpeé a una, la primera, que se ve clarito. Yo caí sobre el montón como ellas y recibí patadas por detrás del alambrado. Pero eso no lo contaron. Se dedicaron a decir ‘fue la arquera’”. Es la primera vez que Mayra habla de ese día con alguien que no sea familia o amigos. Se dedicó a superar ese momento sola. Vio como en todos lados se la culpaba, se la demonizaba y criticaba. Está convencida de que asumió una culpa que no es toda de ella. Se convenció durante estos últimos 12 meses de que necesitaba­n un culpable y ella se los sirvió en bandeja. Porque Mayra sabe que no fue la única, pero no puede negar tampoco que ella fue la primera.

El después

Luego de que en la cancha se calmaran las aguas, llegó el momento de entrar en razón y comprender el error que había cometido. Tenía algunos golpes y sufrió una descompens­ación en el vestuario. Con la tensión aún baja, fue al dispensari­o del barrio y luego a descansar. De a poco, las imágenes de ese momento se le aparecían una tras otra. “Desde ahí nadie más se acercó para ver cómo estaba. No quería ni salir de mi casa. Vino una vecina y me contó lo que se decía en el barrio. Me hacía mal. Pensaba en qué se me había cruzado por la cabeza”, recuerda ella.

Mayra intenta explicar qué le pasó por la cabeza. Cuando recuerda ese día, lo primero que se le viene a la mente es la frase “negra de mierda”. No fue la primera vez que la escuchó en una cancha, pero después de ese día probableme­nte sea la última. Las palabras que usa para describir lo que sintió son “denigració­n” y “humillació­n”. También recuerda una charla que tuvo con una de sus hermanas, minutos antes de que todo se le fuera de las manos. –Quedate tranquila.

–Pero mirá, me está insultado. –No le des bola. Nosotras jugamos, no peleamos.

Mayra no escuchó. Se dejó invadir por la bronca y por 50 segundos de venganza puso la integridad

física de otras personas y la suya, en riesgo. Ese día, ese video, la causa judicial que ahora irá a juicio y su nombre en todos lados, son cosas que permiten identifica­rla mucho más que el DNI.

La sanción

Mayra está transitand­o el amargo camino de asumir las consecuenc­ias. La Liga Cordobesa decidió sancionarl­a de por vida. Para sus otras compañeras hubo desde 10 a 20 fechas de suspensión. Igualmente, luego de ese día Libertad se bajó del torneo femenino. En 2019 quitaron la obligatori­edad para los equipos y el club no presentó plantel. Pero ese antecedent­e le afecta también en su vida laboral. Desde ese incidente, ya no pudo encontrar un trabajo en blanco. Cuando iba a una tienda de ropa o a un bazar a dejar su currículum, la reconocían.

–¿Mayra Soaje te llamás?

–…

–¿Vos sos la arquera que se peleó?

–Sí, soy yo.

Esa conversaci­ón se repitió varias veces durante el último año. Hoy sobrevive gracias a la ayuda de sus hermanas, que viven con ella en barrio Maldonado, muy cerca del cementerio San Vicente. Cuando tiene dinero, compra medias y ropa interior para vender en la feria del parque Las Heras. Su motor se llama Miguel Ángel y tiene 7 años. Todo lo hace por él. “Si no digo basta es porque tengo a mi hijo”.

Hay muchas cosas que Mayra quisiera cambiar. Quisiera no haberse dejado ganar por la bronca. Quisiera no haber ido a golpear a la jugadora de Universita­rio. Todo sería diferente en este momento si hubiese seguido el consejo de su hermana. Hoy podría salir a la calle sin sentir que la miran por encima del hombro. La lección la aprendió de la forma difícil y no sin sentir mucho miedo. Pensaba en su hijo y en el mal ejemplo que le estaba dando. No quiere ni imaginarse tras las rejas o habiendo causado un daño mayor cuando la cegó la ira. Hoy de su boca sale un mensaje de arrepentim­iento, aunque no se olvida de todas las personas que la dejaron sola. Nadie la llevó a presentar el descargo en la Liga Cordobesa, como sí lo hicieron con otras. No preguntaro­n por ella, no la ayudaron, no la contuviero­n.

“Me gustaría decirle que me perdone, por el mal momento que le hice pasar. Si ella ama el deporte como lo amo yo, tiene que aprender a no humillar a nadie. Tiene que saber que las palabras duelen mucho más que una trompada o un cachetazo”. Ese mensaje lo repetirá varias veces Mayra. Es su caballito de batalla. Resume todo lo que quería decir en estos 12 meses pero que no hizo, porque nadie quería escucharla.

Tras los incidentes en la cancha de la “U”, sus hermanas se quedaron sin un lugar donde jugar y ella no volvió a patear una pelota hasta hace algunas semanas. Regresó al equipo que tiene en el barrio, llamado Las Petacas, y se reencontró con su viejo amor. Además, comenzó a entrenar a un grupo de niños, entre los que se encuentra su hijo “Migue”. Para los Soaje el fútbol viene de la sangre. Su mamá también era jugadora y se la conocía como “la Maradona”. Tenía un equipo con sus hermanas y luego pasó esa tradición a sus hijas. Tuvo siete mujeres y cuatro varones. A todos los entrenó y les enseñó a patear desde chiquitos. Cuando Mayra tenía 14 años, su mamá falleció. Quedó al cuidado de Marisel, quien hoy en día es su compinche y siempre tiene un oído disponible.

“Dejo todo a Dios, él se va a encargar de todo lo que pasó. Yo sí cometí un error, pero no soy un ogro como dijeron en la tele. Hoy me cuesta y si a veces lloro es porque no puedo seguir jugando al deporte que me gusta”. Mayra no pide compasión ni lástima.

Tiene muy en claro lo que hizo y a su manera, se hace cargo. Transita el día a día con la culpa y hasta en sus charlas más rutinarias revive aquel 11 de agosto. Es una página que no puede dar vuelta. Pero Mayra sí pide una cosa y es poder seguir con su vida. Es poder salir a la calle, a buscar un trabajo o entrar a una cancha sin ser la arquera de Libertad que aquel sábado cometió el error más grande de su vida.

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(JOSÉ HERNÁNDEZ) A juicio. Por la gresca que se produjo el 11 de agosto de 2018 en la cancha de Universita­rio, Mayra Soaje y seis jugadoras más de Libertad deberán rendir cuentas en la Justicia.
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 ??  ?? Hogar. Mayra vive en barrio Maldonado junto a cinco de sus hermanas y su hijo Miguel Ángel. No tiene trabajo y los fines de semana vende medias y ropa interior en el l parque Las Heras. Tiene un equipo barrial llamado “Las Petacas”.
Hogar. Mayra vive en barrio Maldonado junto a cinco de sus hermanas y su hijo Miguel Ángel. No tiene trabajo y los fines de semana vende medias y ropa interior en el l parque Las Heras. Tiene un equipo barrial llamado “Las Petacas”.
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(JOSÉ HERNÁNDEZ)
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(PAOLA TEJERINA) Así terminó. Una de las futbolista­s que fue hospitaliz­ada.
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Así empezó. Mayra, de fucsia, yendo a golpear a las jugadoras de la “U”.

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