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Del retiro a los Juegos

El cordobés Agustín Tanco estuvo tres años alejado de la selección por causa de una lesión. En Lima 2019, volvió a vestirse de celeste y blanco.

- Enviada especial a Lima (Perú) María Eugenia Mastri mmastri@lavozdelin­terior.com.ar

Tres años después de su último partido oficial con la selección argentina, y en la misma Lima que lo tuvo como campeón sudamerica­no en 2016, el cordobés Federico Tanco volvió a jugar de manera oficial y lo hizo por primera vez en los Juegos Panamerica­nos.

El pitcher de Arias es uno de los siete jugadores de nuestra provincia que integran el selecciona­do de béisbol junto a Miguel García, Eduardo Zurbriggen, Agustín Tissera, Federico Robles, Rodrigo Bruera y su hermano Agustín. Y es uno de los dos campeones panamerica­nos juveniles en 1996 con que cuenta el equipo: el otro es el salteño Mauricio Costa.

Después de haber pensado más en el retiro que en unos Juegos Panamerica­nos, Tanco vivió en Lima un regreso especial a esa selección mayor que lo tiene en sus filas desde hace 14 años. Y que ayer encontró su punto final con la victoria por 20-1 sobre Perú que le dio a Argentina el séptimo lugar.

Al cordobés le tocó abrir el juego frente a Colombia el martes (fue derrota 4-2), en su único partido en Lima 2019. Pero vivió toda la experienci­a con “una sonrisa de oreja a oreja”. “Me voy muy contento. Con un pequeño sabor amargo por no haber cumplido con el objetivo dentro de los Juegos, pero jugué mis primeros Panamerica­nos y eso me hace feliz”, dijo.

A sus 35 años, la clasificac­ión de la selección a Lima 2019 que él vivió desde afuera a causa de una lesión, terminó siendo uno de los estímulos más grandes que tuvo para volver a defender los colores argentinos.

A Federico le crece un sobrehueso en el olecranon (un hueso del antebrazo) que lo llevó al quirófano en 2013 y 2016. Y después de esta última cirugía, el cordobés ya no creía que volvería a jugar.

“Por culpa de esa lesión estuve parado un año y volví el año pasado. Y ahora estoy acá”, simplificó.

Pero en ese tiempo, por su cabeza incluso pasó el retiro. “Cuando los chicos se clasifican para los Juegos me dijeron que vuelva, pero yo les dije que no, que estaba más para el retiro. Pero no se qué pasó en mi cabeza que me dieron ganas de volver, de estar en la Liga Argentina de Béisbol, de jugar con mi equipo”, repasó.

Entonces el cordobés se volvió a entrenar y comenzó a recuperar su confianza y su juego. “Me dejó de doler y una cosa llevó a la otra”, dijo. “Cuando vi que físicament­e estaba bien y que ya se venían los Panamerica­nos, decidí meterle mucho al gimnasio y entrenar con mi hermano”, comentó.

Federico y Agustín hicieron un plan de pelotas pesadas que sacaron de Estados Unidos. “Me empezó a funcionar y obviamente cuando uno está bien se empieza a poner objetivos. Me propuse llegar en diciembre a la primera concentrac­ión, pero justo coincidía con el nacimiento de mi primer hijo. Lo hablé con el entrenador y me dijo que confiaba en mí. Sabía que si yo me comprometí­a, lo iba a hacer. Me dio la confianza”, repasó.

A comienzos de enero nació Beltrán, y cuando tenía apenas 10 días de vida, su papá se sumó a la selección para hacer una gira preparator­ia en Brasil. Después llegó el turno de viajar a Estados Unidos y de completar la puesta a punto en República Dominicana.

Todo eso tuvo su premio en Villa María del Triunfo, cuando ese brazo derecho que lo tuvo a mal traer le permitió abrir el juego frente a Colombia. Como lo hizo en el ‘96, cuando le ganaron a los “cafeteros” por 9-8 y le dieron a Argentina el único título panamerica­no. Pero ahora, con Beltrán en la tribuna.

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