Mundo D

Unidas por la pelota

Teresa y Brisa son madre e hija. Jugaron juntas en la Liga durante seis años. Tienen una familia futbolera que las llevó a recorrer las canchas de la ciudad.

- Ana Dalmasso adalmasso@lavozdelin­terior.com.ar

Brisa Juárez (21 años) termina de jugar un duro partido con Deportivo Atalaya, se acerca al alambrado y del otro lado la espera su hija Azul. Se agacha y entre los alambres le da un beso. La bebé tiene apenas un año y ya vive la pasión por el fútbol. Su abuela Teresa Villarroel (45) está en la tribuna, a pocos metros de esa escena y decide capturar el momento con su celular. Ahora son tres y no dos las que los fines de semana recorren las canchas de la Liga Cordobesa de Fútbol por la pelota.

Teresa y Brisa compartier­on campo de juego durante seis años, primero en Argentino Peñarol y luego en Deportivo Atalaya. El año pasado, Brisa fue mamá y debió alejarse de las canchas, y en 2019 fue Teresa quien decidió dar un paso al costado para hacerse cargo de la cantina del club.

Todo empezó en Argentino Peñarol, donde “Tere” fue parte del primer equipo femenino. Arrancó como un “mami”, en el primer torneo que se hizo en las instalacio­nes y cuando se impuso la obligatori­edad desde el club preguntaro­n quiénes se querían sumar. La mayoría eran madres de chicos del club. Brisa tenía 13 años y hacía danza árabe, pero igual se sumó a entrenar. “La profesora me decía ‘vas a ver que va a dejar’, y yo le decía que no, que estaba re enganchada. Y terminó dejando. Hoy podría ser profesora de árabe”, contó Teresa.

“Para mi era normal jugar porque lo hacía con mis hermanos, pero nunca lo había hecho de forma competitiv­a contra otras mujeres”, agregó Brisa.

Luego de algunos años allí, dejaron y se pusieron a jugar en Villa Allende. Un entrenador las vio y las invitó a Atalaya para jugar formalment­e.

“Antes éramos hinchas de Argentino Peñarol por mis hijos, pero ahora en Atalaya encontramo­s una familia. Nos hicieron sentir importante­s”, contó la joven abuela.

Una familia futbolera

Teresa nunca había hecho deporte sino que se había dedicado a criar a sus siete hijos. Tiene cinco varones y dos mujeres. Los dos más chicos (de 10 y 11 años) juegan y dos de los más grandes también jugaron. Su marido, Mario Juárez, estuvo en la primera de Argentino Peñarol.

Desde que sus hijos son pequeños recorre fin de semana tras fin de semana las canchas de la Liga Cordobesa. “Me las conozco todas”, sostuvo “Tere”. Toda su familia era futbolera. Sus tías jugaban en Quilmes de Villa Allende, su abuelo era entrenador y su papá jugaba en Juvenil de Barrio Comercial.

Teresa era defensora y Brisa es mediocampi­sta. Ambas sabían que dentro de la cancha no eran madre e hija, sino compañeras.

Quien más en serio se lo tomaba era Brisa, a quien de vez en cuando se le escapaba un grito de más. Pero una vez que sonaba el silbato, no había enojos y todo terminaba bien.

Jugar juntas y compartir momentos fortaleció la relación y permitió que se conocieran mucho más. “Nos preparábam­os para entrenar, salíamos juntas. Estábamos en la cancha y después hasta íbamos a cumpleaños de compañeras. Con mi hija mayor eso no me pasó, o rara vez”, sostuvo “Tere”.

Un lazo con la “T”

La llegada de Azul cambió algunas cosas, pero de a poco ambas volvieron a la rutina de ir a entrenar y a los partidos. “Ella se tuvo que acostumbra­r a todo. No le gusta estar encerrada, necesita salir. Si no la llevo porque hace frío o llueve, se pone loca”, afirmó Brisa sobre la actitud de su hija.

La primera vez que volvió a la cancha luego de ser mamá fue justamente para ver a Teresa. Azul tenía apenas dos meses. Esperó a que se pase el invierno y la llevó. “Apenas vi que salió el sol, fuimos. Extrañaba mucho el club y necesitaba estar en la cancha”, contó la mamá primeriza.

Dejó de jugar cuando tenía un mes y medio de embarazo. Si bien aún no lo tenía confirmado, se sentía rara y sabía que era su último partido. Terminó el encuentro y comenzó a llorar desconsola­da. Sus compañeras pensaron que era por el resultado, pero en realidad Brisa sabía que iba a tener que abandonar por un largo tiempo.

Su regreso a las canchas fue recién en 2019, en el primer partido del Reclasific­atorio. Si bien la pretempora­da le costó, llegó bien físicament­e al inicio. “Pensé que iba a estar peor porque no es que me cuidé con las comidas durante el embarazo”.

Son hinchas de Talleres. Iban siempre a la cancha, pero ahora, como Teresa maneja la cantina en Atalaya, no pueden ir a los partidos. Pero Brisa va con Azul, cuyo nombre tiene todo que ver con el Matador. Y para sumarle aún más, Nahuel Bustos es su padrino. Cristian, el hermano del “10” albiazul, es el padre de la bebé. “Si me sale bailarina, va a ser un milagro”, bromea Brisa. Su abuela cuenta que ya le agarró el gusto a la pelota y a veces patea. De hecho, fue su primer regalo.

 ?? (FACUNDO LUQUE) ?? Tres generacion­es. Teresa, Azul y Brisa. Las tres generacion­es que aman el fútbol y conviven hoy en Deportivo Atalaya.
(FACUNDO LUQUE) Tres generacion­es. Teresa, Azul y Brisa. Las tres generacion­es que aman el fútbol y conviven hoy en Deportivo Atalaya.

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