La necesaria paciencia con lo hecho en casa
El verdugo no se veía pero andaba dando vueltas por Alta Córdoba. Nada que no fuera un triunfo sería bien recibido. Un empate, y ni qué hablar de una derrota, otorgarían margen para las especulaciones más negativas, una de las cuales había instalado la imagen de un corta cabezas, que sin dejarse ver parecía dejar sentada su presencia para hacer su trabajo.
Nada de eso ocurrió. Instituto ganó, jugó por momentos bien, y salvo pocos minutos en el comienzo y en el final del encuentro, fue superior a Chacarita Juniors. Con esa alegría ya tiene cuatro puntos y acumuló oxígeno para respirar sin ayuda, en un torneo que le demandará, por tratarse todavía en un equipo en formación, el máximo esfuerzo y la mayor atención.
Esa condición no le permitirá
desatenciones como las del comienzo cuando Chacarita aprovechó las fallas en la marca albirroja para asustar a Salort.
Ni tampoco, ya en forma de temor, las que sobre el final le hubieran frustrado una más que merecida victoria.
Premio especial a quien pareció utilizar un guinche para levantar del lomo entre cientos de jugadores a Damián Arce en un mercado de pases que siempre bulle en julio, agosto y setiembre, y en el que las instituciones de Córdoba la mayoría de las veces no acierta. Esa elección se insinúa providencial, si las ganas y el talento del “10” siguen dándole vida y color a toda la estructura que lo rodea.
El zurdo con pinta de “10” a la antigua, de gambeta cantada pero complicada de neutralizar, hace fácil lo difícil, la cuestión más complicada para un jugador de fútbol. Gambetea cuando tiene que gambetear, habilita bien, toca y se arrima para continuar la jugada y tiene el suficiente panorama como para sacarle el jugo a las subidas de Flores y de Endrizzi.
Promueve la ilusión ver un equipo que potencialmente recién está empezando a trotar y que necesita todavía mucho rodaje para entrar en la plena competencia. Su conformación propia reconforta. Tiene muchos jugadores de sus divisiones inferiores, en algunos casos con una imprescindible necesidad de consolidarse en sus puestos y otros con posibilidades de seguir progresando para buscar otros horizontes.
El matiz de los refuerzo se justifica. Lo ideal, en ese sentido, no es la cantidad sino la calidad. Pocos pero buenos es lo correcto y en Instituto eso podría ser posible. Erpen hace valer su experiencia en defensa; Sills ordena en el medio y refuerza con orden el trabajo de obstrucción de Antonio. Apaolaza, lento, tiene varios partidos por delante para entrar en ritmo; Salort, en el arco, todavía pareciera necesitar de su propia confianza para afianzarse en un puesto vital para el hincha y para el resto de sus compañeros.
En lo colectivo, César Zabala propone generosamente un estilo con pocas especulaciones, sin tanto tránsito en el medio campo y con Arce como monopolizador de la pelota y de las mejores intenciones. En su audacia el equipo es bastante parecido al de Darío Franco. Deberá aprender a entender, de acuerdo a la frustrada experiencia del entrenador nacido en Cruz Alta, cómo se juega un partido de acuerdo a sus tiempos y circunstancias.
Algunos técnicos “mueren” con la suya y atacan hasta en los campos más hostiles; otros se adecuan al adversario y según su envergadura y características perfilan el propio. Y están los que reculan y al compás de los minutos que pasan empiezan a cruzar el colectivo en el arco.
Zabala, hecho en casa, como muchos de sus pibes, y con la ayuda del triunfo ante Chacarita Juniors debería trabajar tranquilo, sin tiempos y sin tantas condiciones, para seguir moldeando un equipo que por momentos juega bien y que tiene potencial como para hacerlo más seguido.
LA GLORIA VISITARÁ ESTE SÁBADO, A LAS 15.30, A BROWN DE ADROGUÉ POR LA QUINTA FECHA DEL TORNEO. LUEGO RECIBIRÁ A TIGRE.