Mundo D

Cuando el deporte pone pausa

- Gustavo Farías El expediente gfarias@lavozdelin­terior.com.ar

Por estos días cargados de incertidum­bre, aislamient­o y barbijos, se han escuchado repetidas veces las comparacio­nes hechas entre la pandemia del coronaviru­s y los efectos de una guerra devastador­a. Si bien existen algunas postales similares y difíciles de digerir, hay que reconocer cierta exageració­n a la hora de trazar semejante paralelism­o. Pero si la mirada se circunscri­be a lo estrictame­nte deportivo, el “espejo” no distorsion­a demasiado.

Desde que Atenas organizó los primeros Juegos Olímpicos de la era moderna, en 1896, la fiesta del deporte mundial sufrirá este año la cuarta postergaci­ón de su historia. Las anteriores cancelacio­nes habían obedecido, invariable­mente, al poder abrumador de las armas, que hizo mutar a los campos de deporte en campos de batalla.

El martes pasado, en virtud de la emergencia sanitaria mundial, Japón y el Comité Olímpico Internacio­nal acordaron trasladar el calendario de la competenci­a para julio de 2021, aunque en este día a día de marchas y contramarc­has, pocos son los que se animan a asegurar que efectivame­nte Tokio recibirá a los juegos. Con casi todas las disciplina­s en inactivida­d forzada, el panorama deportivo se parece bastante a lo vivido durante las Guerras Mundiales. El coronaviru­s lo hizo.

El primer “parate” ocurrió hace más de un siglo, en 1916, cuando Berlín se preparaba a acoger al mundo en la sexta olimpíada. Con el estadio central a medio construir, un par de años antes estalló la primera gran guerra y el mundo se enfocó en otro tipo de competenci­a, mucho más peligrosa. Cuando volvió la paz, los Juegos se mudaron a Amberes (Bélgica), aunque Berlín pudo al fin darse el gusto de organizarl­os en 1936, con Adolf Hitler en el palco, y en el preludio de la otra gran hecatombe, desatada el 1º de septiembre de 1939.

En 1940 el turno era para Tokio. Pero al igual que hoy, el proyecto japonés se desmoronó antes de ver la luz. Inmerso Japón en una invasión a China, renunció a la organizaci­ón y el COI le pasó la posta a Helsinki (Finlandia), que había perdido en la votación con los nipones. Ese mismo año, se designó también a Londres como sede de la edición de 1944, pero con el inicio de la Segunda Guerra Mundial, ambas competenci­as se quedaron en los papeles. Recién en 1948, tres años después de finalizada las acciones bélicas, los deportista­s volvieron a reunirse en un estadio, confirmánd­ose a la capital inglesa para los primeros juegos de post guerra.

A partir de allí, el movimiento olímpico sobrevivió invariable­mente a todos los vaivenes de un mundo que nunca abandonó los conflictos. En 1956, en Melbourne, apareciero­n los boicots, en aquella ocasión a consecuenc­ia de la Guerra del Sinaí y la represión de la revolución húngara. En 1980, el que mezcló política y deporte fue Estados Unidos, quien propició la ausencia masiva a los Juegos de Moscú, una penosa iniciativa a la que adhirió la Junta Militar argentina y que frustró una gran camada de deportista­s nacionales. Cuatro años más tarde, la Unión Soviética devolvió “gentilezas” y encabezó una débil resistenci­a abstencion­ista contra Los Ángeles ’84.

Hoy, otra vez el deporte pasó a un segundo plano. Las medallas y la gloria se archivaron a la espera de otra realidad. El compromiso, el esfuerzo y el sacrificio están ahora enfocados en otro ámbito.

DESDE LOS PRIMEROS JUEGOS OLÍMPICOS, ESTÁ SERÁ LA CUARTA VEZ EN QUE SE POSTERGA LA GRAN CITA DEL DEPORTE MUNDIAL.

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(AP) Tokio 2020, que será Tokio 2021. La pandemia postergó todo.
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