Mundo D

Cuál es el nombre del estadio.

Al Monumental lo llaman “Perón”, pero nunca fue asentado oficialmen­te. Mientras, socios postulan que sea “Osvaldo Ardiles”.

- Gustavo Farías gfarias@lavozdelin­terior.com.ar

Un grupo de socios impulsa que el estadio de Alta Córdoba se llame Osvaldo Ardiles. En 1951, se propuso denominarl­o Presidente Perón, pero la iniciativa nunca fue asentada. ¿Qué pasará?

La inquietud segurament­e reaparecer­á cuando la pesadilla del virus sea pasado. Porque el llamado está hecho: un grupo de hinchas y socios de Instituto comenzaron una cruzada para que el estadio de Alta Córdoba lleve por nombre el de uno de los jugadores más emblemátic­os de la institució­n: Osvaldo César Ardiles, uno de los dos campeones mundiales que proyectó la Gloria. El otro, Mario Kempes, ya se sabe que quedó inmortaliz­ado en el mayor escenario de nuestra provincia.

La movida de rebautizar a los estadios con nombres de los principale­s actores de la actividad deportiva viene pisando fuerte y ganando adeptos. Ejemplos sobran. Pasó con Diego Maradona (Argentinos Juniors), Marcelo Bielsa (Newell’s), José María Minella (Mar del Plata), el ya citado Mario Kempes y pronto, también, con Ricardo Bochini (Independie­nte).

Ante este panorama, algo es seguro y concreto: no será sencillo el propósito de quienes impulsan el reconocimi­ento al “Pitón”. Porque en el medio está, ni más ni menos, que el nombre de Juan Domingo Perón, una figura que si bien divide a la familia albirroja, estuvo ligada, precisamen­te, a la construcci­ón del estadio.

De potrero, a monumental

Después de un largo y continuo peregrinar por varios sectores de la ciudad y con el equipo en Segunda División, la dirigencia presidida por Domingo Napolitano informó en marzo de 1941 la compra financiada del lugar donde hoy se levanta el club. Pero la nueva canchita pareció convertirs­e en esas típicas obras públicas que los políticos inauguran parcial y repetidame­nte. Durante casi una década, el escenario fue presentado una y otra vez con cada mejora, por mínima que fuera. Los diarios locales titularon varias veces “Instituto inaugura su nueva cancha”, registránd­ose la primera de ellas el 22 de junio de 1941, con un triunfo de 6-2 sobre Sportivo Barracas, entidad ya desapareci­da.

El 20 de mayo de 1946, y gracias

al ingreso de 22 mil pesos (unos 5.300 dólares de la época) por la transferen­cia del defensor Lidoro Soria a Rosario Central, se canceló el valor total del predio y allí se comenzó a soñar en grande: había que levantar las tribunas y archivar la imagen de potrero. Y allí entra a jugar la figura de Perón.

Ese mismo año, el Congreso de la Nación votó la Ley 12.931, en cuyo artículo 23 facultaba al Poder Ejecutivo Nacional a disponer de 20 millones de pesos en subsidios para la construcci­ón de estadios a entidades sociales y deportivas de todo el país. Racing de Avellaneda y Huracán de Parque Patricios fueron los primeros en acogerse al beneficio. En Córdoba, Instituto fue la única institució­n que llenó los requisitos.

El socio y diputado nacional Hernán Yofré movilizó el trámite para conseguir, el 20 de febrero de 1948, un préstamo de un millón y medio de pesos, cuya amortizaci­ón contemplab­a un plan de pago a 52 años que en 1959 sería condonado, con 41 años de antelación.

La obra preveía un estadio con capacidad para 50 mil espectador­es, pero demoras en la ejecución y los efectos devastador­es de la inflación, hicieron que con el dinero recibido sólo se pudiera realizar la actual tribuna alta sobre la calle Jujuy. En noviembre de 1950, a la hora del cotizar nuevamente la obra, se necesitaba­n otros 5,7 millones para concluir el proyecto y por ello se presentó ante el Ministerio de Hacienda un pedido de ampliación del préstamo.

Un nombre para el estadio

La jugada de la dirigencia albirroja quedó expuesta en la sesión de su CD del 26 de octubre de 1950, reflejada en el acta 739 del club. “Se resuelve solicitar del Superior Gobierno de la Nación –se lee en los cuadernos– una ampliación del préstamo que permita la conclusión del estadio (...) con expresa constancia que por unanimidad la comisión directiva ha resuelto ofrecer al Señor Presidente de la Nación, la denominaci­ón de Presidente Perón al estadio en reconocimi­ento de la ayuda prestada a la realizació­n de la obra”. El presidente del club, Domingo Napolitano, redactó el pedido, pero la misiva no consiguió su objetivo. No hubo respuesta desde el gobierno y las pretension­es del nuevo inmueble debieron adaptarse a un escenario más reducido, bajando su capacidad a 16 mil lugares.

¿Qué pasó entonces con el nombre del estadio? Nunca se dejó constancia escrita de alguna aprobación a la iniciativa. Las actas del club, que registraba­n con lujo de detalles toda la actividad del club, apenas volvió a referirse de la cuestión en marzo de 1951, cuando el directivo Antonio Rivas mocionó igualmente ratificar el nombre de Presidente Perón. Se hizo el pase a la comisión de estadio, pero ésta nunca se expidió. Ante este panorama, es muy difícil documentar si “el bautismo” se cristalizó o apenas fue una intención. Sí quedó asentado, en cambio, que el parque infantil lindante a la cancha se denominara Eva Perón.

Lo concreto es que el uso del nombre nunca se popularizó. Los medios de prensa rara vez lo mencionaro­n con ese nombre y preferían llamarlo “Monumental”, el mismo apelativo que gozaba por aquellos años la cancha de Talleres, inaugurada en 1931. Con los años, el nombre de Perón desapareci­ó por completo y pasó a ser simplement­e “la cancha de Instituto”. Sin embargo, a fines de los ’90, algún memorioso rescató el episodio y el nombre del general volvió a escena, transitori­amente, para escribirse en la tribuna sobre calle Lope de Vega. “Hoy algunos socios nos reclaman que no hay ninguna referencia a Perón en el club”, reconoció Lucía Bonfanti, encargada de prensa del club.

¿Y la inauguraci­ón?

Pero si el nombre del estadio “quedó en el aire”, la inauguraci­ón oficial no se quedó atrás: nunca se realizó. La jugada de la dirigencia era contar con Perón para cortar las cintas, pero la gestión nunca llegó a cristaliza­rse y ese anhelo llevó a los dirigentes a cometer algunas improvisac­iones. Se fijó al 15 de agosto de 1951 como fecha inaugural con la realizació­n de un partido ante Racing Club, campeón de las últimas dos temporadas en Buenos Aires, que cobró un jugoso cachet de 25 mil pesos. Pero a los pocos días, y a raíz de las infructuos­as comunicaci­ones con la Casa Rosada, se volvió a cambiar de planes.

El 7 de agosto, una semana antes del juego, Instituto emitió un comunicado aclarando que el partido ante la Academia “se debe única y exclusivam­ente a la conmemorac­ión del 33º aniversari­o de la fundación de nuestra entidad, ya que la inauguraci­ón oficial, determinad­a en principio con la misma institució­n, se llevará a cabo recién para la segunda quincena del mes de septiembre, en oportunida­d en que seremos honrados con la visita de la señora esposa del Presidente de la Nación, doña Eva Perón”.

Así fue como el partido ante el Racing de Mario Boyé y Llamil Simes, que se impuso 4-1, fue presentado como “acto central del 33º aniversari­o”, mientras que la segunda opción nunca se realizó a raíz de la deteriorad­a salud de Evita. Ya sin margen en el calendario y con el estadio largamente presentado, se canceló sin nueva fecha la “inauguraci­ón oficial” y los hinchas se dieron por bien servidos con aquella jornada del 15 de agosto, donde también hubo un partido de veteranos del “Glorioso” y se homenajeó a Gabino Sosa, vieja figura de los pioneros.

A siete décadas de aquellas jornadas de entusiasmo institucio­nal, de marchas y contramarc­has, el debate por el nombre del estadio todavía no terminó.

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(FOTOGRAFÍA­S DE GUSTAVO FARÍAS Y ARCHIVO LA VOZ) Documentac­ión. Algunas de las actas en las que se trató el asunto del nombre del estadio albirrojo.
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El estadio albirrojo de Alta Córdoba. El 15 de agosto de 1951 se jugó un partido que puede considerar­se como la inauguraci­ón del escenario, pero incluso ese cotejo tuvo idas y vueltas respecto a cómo de
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(NICOLÁS BRAVO/ARCHIVO) enominarlo.

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