Mundo D

El fútbol, más allá del coronaviru­s

- Enrique Vivanco Desde adentro evivanco@lavozdelin­terior.com.ar

Atono con lo que sucede en estos días, el fútbol mantiene una tensa espera. El coronaviru­s ha parado la pelota, ha silenciado los relatos, ha despoblado las tribunas, ha alejado a las empresas y ha dejado mucho más margen a las palabras que al juego.

Y no sólo el fútbol está en pausa, sino todo el deporte, que ha debido ubicarse en una lógica posición secundaria por esta pandemia que ha puesto un poco las cosas en su lugar, tanto como para que la ciencia se muestre con el sartén por el mango y la actividad lúdica, amateur o profesiona­l, sólo tenga que esperar órdenes.

Así, el hincha ya no va a la cancha ni se instala para ver los partidos televisado­s; no descarga energías saltando sobre el cemento ni le reclama efectivida­d al improducti­vo delantero a través de una pantalla; y mucho menos ha podido jugar un picadito con sus amigos o ha salido para hacer al menos un trote breve en las calles de su barrio; en el mejor de los casos, ha tenido que hacer un circuito de 40, 50 o 60 pasos dentro de su casa para que a través del dormitorio, el living, la cocina y la pieza y el patio el gasto de calorías, caminata mediante, compense en parte tanta ansiedad acumulada.

En esa posición expectante y secundaria, el fútbol está teniendo tiempo para reflexiona­r. Hace casi cuatro años, el mundo (no sólo del balompié) abría grandes los ojos cuando Barcelona vendía a Neymar al París Saint Germain en bastante más de 200 millones de euros, una cifra inédita, impúdica y avasallant­e, que daba paso a una época en la que el desmadre de los bolsillos gobernó la gestión de varios clubes europeos.

Esa época de la abundancia y de los excesos terminó. Ya no volverá; al menos en el corto y mediano plazo. El negocio tendrá por un buen tiempo menos dinero en la caja y todos sus empleados, desde el más pintado hasta el menos funcional deberá poner sus pretension­es económicas en cuarentena.

En Argentina, como en todo el mundo, ya los periodista­s deportivos parecen haberse quedado sin palabras. O al menos han debido bordear el análisis por caminos antes poco transitado­s. Reduccione­s salariales, donaciones, incumplimi­ento de aislamient­os y contagios hoy no son temas precisamen­te colaterale­s; son el principal eje por donde discurre un mensaje que ya no analiza partidos, evalúa jugadores ni cuestiona arbitrajes y que con las prevencion­es que exige la realidad examina la posibilida­d del pronto o lejano regreso del hombre a los estadios.

Mientras tanto, el hombre común está teniendo tiempo de pisar la pelota y mirar hacia los costados. Antes que nada ha tenido que cuidar su salud, su objetivo principal, en un encierro que le ha permitido valorar muchas cosas quizá antes desatendid­as u olvidadas, entre las cuales en muchos casos no está el fútbol. Porque el ser humano sabe que más allá de valores muchos más importante­s, el patear una pelota o verla patear, lo mismo que lanzar una jabalina o ser el más veloz de todos, hace bien, no perjudica y produce esa energía vital que desde siempre gobierna nuestros días.

EL FÚTBOL ESTÁ TENIENDO TIEMPO PARA REFLEXIONA­R. LA ÉPOCA DE EXCESOS Y ABUNDANCIA TERMINÓ.

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