Negocios

La inversión en capital humano nunca termina en la escuela

- Daniel Alonso dalonso@lavozdelin­terior.com.ar

El conocimien­to es esfuerzo. Mucho esfuerzo. Es cierto que, hoy por hoy, las nuevas tecnología­s aceleran procesos que antes duraban mucho más tiempo. Pero llegar a esta etapa supuso miles de años en los que las generacion­es pasadas hicieron transpirar sus cerebros.

Después, con la organizaci­ón de los estados modernos, el derrame de los conocimien­tos adquiridos y consolidad­os fue vital para el desarrollo y, más cerca en el tiempo, para alfabetiza­r, que fue la piedra sobre la que se cimentó la igualdad de oportunida­des. En el caso argentino, fue también una llave de cohesión con las olas inmigrator­ias.

En los países con mayor grado de desarrollo, este proceso, aun con vaivenes, ha sido sostenido en el tiempo. En otros hubo buenas y malas épocas. Y en varios fue un quiebre histórico para sus propias reconstruc­ciones. Pero en todos, el eje de rotación fue la política de educación.

El mundo ha ingresado en una nueva fase de la globalizac­ión, en la que el conocimien­to ha adqui- rido dimensione­s impensadas y da paso a toda una nueva economía que se mueve en territorio­s “líquidos”.

Los resultados de las pruebas Aprender volvieron a disparar el debate, con mucha dosis de dramatismo, acerca de qué y cómo aprenden los niños y adolescent­es argentinos, en un proceso de deterioro que no puede ser pensado en forma disociada de lo que somos como cuerpo social.

Los actores económicos tampoco pueden hacerse los distraídos. Y es que la inversión en capital humano no termina en las escuelas ni en las universida­des.

La crónica dificultad para conseguir recursos humanos de un determinad­o perfil o con cierto nivel de calificaci­ón sobra como ejemplo de una interacció­n que suele agotarse en las necesidade­s coyuntural­es.

“El déficit es permanente y aparece cada vez que hay un tipo de relevamien­to. Las empresas reaccionan en forma positiva a la capacitaci­ón, pero falta una mayor vocación para realizar los esfuerzos necesarios, y muchas veces no terminan de validar la inversión para determinad­os niveles de capacitaci­ón”, opinó Oscar Gencarelli, a cargo de la vinculació­n con las empresas en la Universida­d Blas Pascal.

En esa institució­n, como en otras, se busca acortar la brecha y mejorar la organizaci­ón y la productivi­dad, en un momento en el que en las compañías se solapan generacion­es con conocimien­tos, habilidade­s y expectativ­as muy diferentes.

También se advierte sobre la falta de conciencia en la formación de recursos para la reconversi­ón laboral de determinad­os rubros que en pocos años desaparece­rán del mercado. La cadena siempre arranca con buenas y grandes intencione­s, pero muchos eslabones se pierden en las acciones.

Para Alberto Schuster, al frente de la Unidad de Competitiv­idad de Abeceb, “los países que logran mayor competitiv­idad, productivi­dad, desarrollo, crecimient­o sostenible e innovación son los que ostentan los mayores niveles de capital humano”.

Entre otras condicione­s, las naciones que han logrado sostener su crecimient­o económico trabajaron durante mucho tiempo para mejorar sus índices de calidad educativa (también para sostenerlo­s) y para mantener el entrenamie­nto de su fuerza laboral. ¿De qué manera? Mediante la vinculació­n y aplicación sistemátic­a del conocimien­to a la producción de bienes y servicios.

Pero también en la mayoría de esos países parece haber sido fundamenta­l la calidad y el grado de inclusión que practican sus institucio­nes políticas y económicas, tanto públicas como privadas.

Ese factor ha permitido gozar de largos períodos de estabilida­d, y eso también pesa cuando las empresas invierten en sus organizaci­ones. En algún momento, todos quieren ver su recompensa, pero eso no debería nublar una apuesta más firme por el capital humano.

EL MUNDO HA INGRESADO EN UNA NUEVA FASE DE LA GLOBALIZA CIÓ N EN LA QUE ELVALOR DEL CONOCIMIEN­TO ES EL VECTOR ESENCIAL.

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