Negocios

Efectos de un rebrote dispar y paulatino. El análisis de Dante Sica.

- Dante Sica* La economía

No hay dudas de que la recuperaci­ón de la economía será gradual y de que no viviremos un rebote acalorado. Las principale­s variables dan cuenta de una reanimació­n de dinámicas diversas, paulatinas, y que demorarán algunos meses en ser percibidas.

No obstante, el objetivo de lograr un crecimient­o sostenido, que se mantenga en el largo plazo y que ubique a la Argentina en el grupo de países normales, previsible­s y atractivos es el más saludable.

La economía muestra señales de recuperaci­ón, pero la actividad no repetiría los niveles anteriores a la recesión hasta el tercer trimestre y recién en 2018 podrá palparse la bonanza.

Hoy los indicadore­s dan cuenta de esa levedad y de la difusión sectorial: una recuperaci­ón significat­iva es impulsada por todas las actividade­s; en cambio estos primeros signos de modificaci­ón de tendencia tiene sponsors específico­s.

Balanza comercial

En 2016, según el Indec, la balanza comercial pasó de mostrar un pequeño déficit a un superávit de 4.490 millones de dólares. En gran medida este resultado se explica por la recesión –el producto interno bruto (PIB) cayó 2,6 por ciento el año pasado– y el cambio de precios relativos.

Es decir que este superávit es hijo, antes que nada, del ordenamien­to macroeconó­mico y poco tiene que ver con un fortalecim­iento competitiv­o de la economía. Esto es evidente porque se dio en un contexto en que las exportacio­nes se mantuviero­n constantes, mientras las importacio­nes cayeron de 57.176 millones a 53.243 millones de dólares.

Hace cinco años, en 2011, las importacio­nes alcanzaron los 74.000 millones. Ese año, luego de importar casi 40 por ciento por ciento más que ahora, tuvimos un superávit comercial de casi el doble. Eran tiempos de abundancia.

De más está decir que hoy estamos muy lejos de sufrir la “invasión de importacio­nes” de la que se quejaron ciertos sectores protegidos. Si hay motivos para quejarse, tienen más que ver con la recesión que con las importacio­nes.

Este no será un año de remanso. Con un dólar nominal quieto y una inflación superior a la de nuestros socios comerciale­s, será difícil que el tipo de cambio real no se deteriore y esto podría generar problemas en las actividade­s más vulnerable­s, como las economías regionales.

En segundo lugar, las cifras oficiales están indicando que el nivel de actividad se estabilizó y además el consenso del mercado es que habrá un crecimient­o cercano al tres por ciento en el año.

Es lógico entonces esperar que el superávit comercial se reduz- ca, lo ya que se preanunció con las cifras del primer bimestre: el saldo fue de 210 millones, un rojo superior en 142 millones al de 2016. En tercer lugar, no hay signos positivos en cuanto a la inversión. El mayor déficit comercial del bimestre fue acom- pañado por un aumento en las importacio­nes de bienes de consumo, pero no de las asociadas con bienes de capital.

Esto sugiere que la reactivaci­ón podría tener como drivers el gasto público en inversión y el consumo, con menor participac­ión de la inversión privada. Se trataría entonces de una reactivaci­ón de poco aliento a mediano plazo, ya que la inversión en la Argentina se encuentra en niveles menores al 20 por ciento del PIB a precios constantes.

El promedio de inversión en los países de la Alianza del Pacífico se aproxima al 25 por ciento y crece hasta el 40 por ciento en Asia emergente.

Es absolutame­nte necesario que el crecimient­o se vigorice a corto plazo, porque ello ayudaría a reavivar la demanda de trabajo, lo cual es esencial para mejorar la reducción en la intensidad de los conflictos distributi­vos, lo que a su vez ayudaría al Ejecutivo a fortalecer la gobernabil­idad.

En síntesis, el nivel de actividad se estabilizó y ello es una buena señal porque ayuda a que la situación de ingresos reales también se normalice, haciendo posible incluso que haya un crecimient­o de la mano de los aumentos salariales que se firmen en las paritarias.

Si esto ocurre, ayudaría a que las cifras de pobreza fuesen mejorando. Según los indicadore­s, en el segundo semestre se ubicó en el 30,3 por ciento y, si bien no es posible realizar buenas comparacio­nes con el pasado, lo cierto es que hay indicios de que se ha detenido el deterioro que siguió a la devaluació­n.

Es posible que estos primeros signos devengan en brotes verdes y crecimient­o en 2017. Pero si esto es así y la economía por fin da un respiro, sería el momento en que el sistema político en su conjunto –y no sólo el partido de gobierno– contribuya a crear el clima adecuado para que la Argentina vigorice su inversión y su empleo, que son las llaves para lograr el crecimient­o sostenido y la inclusión social.

Si eso no se logra, las condicione­s resultante­s van a ser adversas para cualquier gobierno en los años venideros. No hay que ser un gurú de la economía o la política para hacer este pronóstico. Basta con leer la cifra del Indec que indica que 34,8 por ciento de los chicos de hasta 14 años son extremadam­ente pobres.

* Director de Abeceb, exsecretar­io de Industria, Comercio y Minería de la Nación.

 ??  ??
 ?? (ILUSTRACIÓ­N de eRIC ZAMPIeRI) ??
(ILUSTRACIÓ­N de eRIC ZAMPIeRI)
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina