Negocios

El BCRA, un raro jefe de campaña. Por Jorge Vasconcelo­s

- Jorge Vasconcelo­s* La economía

Para quien analizaba la economía con las anteojeras de los últimos 12 años, resultaba inexplicab­le que el Gobierno, en el arranque del año, insistiera en una pauta salarial del 18 por ciento para 2017.

Esa propuesta tenía una lógica, en las antípodas de la visión oficial vigente entre 2003 y 2015, que ya fue desmenuzad­a en este espacio. Aun con estas señales, muchos seguían pensando que el Gobierno habría de sacrificar sus metas de inflación en aras de un mayor crecimient­o, por tratarse de un año electoral.

Sin embargo, las últimas dos semanas han aportado suficiente­s pruebas respecto del valor que le asigna el oficialism­o a la desinflaci­ón de la economía.

Tasas. El Banco Central (BCRA) subió las tasas de interés y después ratificó el techo de 17 por ciento de inflación como meta del año. Esto, pese a que el aumento del costo del dinero tiene impacto negativo sobre la trayectori­a del nivel de actividad, aunque sería transitori­o si la inflación comienza a bajar en forma rápida en mayo, después de un abril en torno de dos por ciento. Así, el BCRA parece adquirir el atípico rol de jefe de campaña del oficialism­o para las cruciales elecciones legislativ­as de octubre.

Aspiradora. El endureci- miento de la política monetaria arrancó en la segunda semana de marzo. Desde entonces, el BCRA ha retirado de circulació­n nada menos que 162 mil millones de pesos, por lo que la base monetaria pasó a expandirse a un ritmo de sólo 22,5 por ciento interanual, en línea con el objetivo de inflación.

A propósito, en conferenci­a de prensa, el presidente del BCRA, Federico Sturzenegg­er, subrayó que para poner en caja la suba de precios del total de la canasta, se necesita que la “inflación núcleo” no supere el 14,4 por ciento interanual en diciembre.

Esta medida de inflación, que excluye precios de servicios públicos y de productos estacional­es, acumula un estimado de 6,6 por ciento entre enero y abril, por lo que debería promediar 0,9 por ciento mensual entre mayo y diciembre.

Lo ambicioso del objetivo explica el escepticis­mo reinante, aunque lo más relevante para medir el éxito o el fracaso será la cercanía o no de la inflación al andarivel del uno por ciento mensual en el segundo semestre.

En principio, la inflación podría bajar un escalón en abril y hacerlo otro en mayo, para quedar en torno de 1,5 por ciento. Es por eso que puede esperarse que el BCRA comience en 45 días a bajar las tasas de interés. Pero el ritmo al que esto suceda depende de la evolución de los índices de junio en adelante.

Dólar. Visto del lado de las empresas exportador­as, se entiende la preocupaci­ón por la competitiv­idad, ya que el precio del dólar es casi igual al de un año atrás, mientras los costos internos pueden haber subido entre 28 y 30 por ciento, si es que lo hicieron en línea con la inflación minorista. Si se considera la relación del peso no sólo contra el dólar, sino contra la canasta de monedas, el tipo de cambio real multilater­al hoy es apenas 14 por ciento más competitiv­o que el de noviembre de 2015 (antes de la salida del cepo).

Justificad­o con el objetivo de llevar las reservas de los actuales 50 mil millones a unos 75 mil millones de dólares, el BCRA dio un giro en su política cambiaria y anticipó que intervendr­á con más frecuencia en el mercado local, comprando divisas.

Buscaría así fijar un piso para la apreciació­n del peso, aunque con un poder de fuego limitado: cada vez que adquiera dólares deberá emitir Lebac para absorber pesos. La deuda del BCRA ya supera los 800 mil millones de pesos, con intereses de 24 por ciento anual promedio. El “déficit cuasi-fiscal” complica el uso de este instrument­o.

De allí que, junto con estos anuncios, se necesita acelerar y profundiza­r la búsqueda de competitiv­idad sistémica (estructura tributaria y logística).

Como se ve hasta aquí, la agenda económica luce demasiado singular para un año electoral. Más si se tiene en cuenta que, aunque el producto interno bruto (PIB) esté creciendo 0,7 por ciento contra el cuarto trimestre, todavía cae 1,4 por ciento contra enero-marzo de 2016. ¿Está el oficialism­o cavando su propia fosa?

Hay que ver otros indicadore­s para que el cuadro sea completo.

Ciclo. Si bien este ciclo de salida de la recesión es el más lento desde 1985, es uno de los más dinámicos en creación de empleo privado (a partir del piso de mediados de 2016). Es posible que esto ocurra por la expectativ­a empresaria­l de recuperaci­ón que esta vez no aborte a fin de año, como sí pasó en 2011, 2013 y 2015.

Consumo. Pese a la estadístic­a de ventas de supermerca­dos (caída de 5,6 por ciento interanual en marzo), indicadore­s que toman todos los canales habrían pasado a terreno positivo en marzo y continuado en abril, reflejando el avance de los comercios mayoristas y los de proximidad, que a su vez se explica por la búsqueda de precios por parte de las familias. Esa renovada demanda se sustenta en el comportami­ento del empleo, el impacto de planes sociales y jubilacion­es, y también en la mejora en el margen de los salarios reales.

Los datos apuntados no permiten todavía dimensiona­r cuánto habrá de aportar de positivo la economía a la campaña del oficialism­o. Pero tampoco le estará restando, como podría inferirse de una lectura sesgada por la experienci­a de los 12 años anteriores.

* Vicepresid­ente del Ieral de la Fundación Mediterrán­ea

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(ILUSTRACIÓ­N de eRIC ZAMPIeRI)
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