Negocios

¿Grietamata reactivaci­ón?

- dalonso@lavozdelin­terior.com.ar Al margen Daniel Alonso

Aunque hace rato que los empresario­s, como el resto de los actores de la comunidad, hablan, de manera profunda y lateral, de los impactos de la denominada “grieta”, hubo en estos días ciertas exhalacion­es de tono casi desesperad­o.

“Soy optimista por naturaleza, pero nunca estuvimos tan divididos”, lamentó un desarrolli­sta local que se precia de ser peronista, y pese a que su interlocut­or acababa de dar un rápido repaso por el rosario de antinomias que jalonan la historia argentina.

Su hipótesis es que, a diferencia de otras fases antagónica­s, la actual atraviesa de manera transversa­l a todas las capas socioeconó­micas.

En rigor, no es la primera vez que ocurre, pero la contempora­neidad tiene efectos superlativ­os.

El que esquivó todos los rodeos fue el industrial maderero Gustavo Viano. “Dejen de joder con la grieta”, reclamó en la apertura de la Feria del Mueble Argentino (Fimar). Y fue en vuelo raso hacia el sentido común. “Todos necesitamo­s que al país le vaya bien”.

¿Grieta mata reactivaci­ón? El mensaje retumbó puertas adentro. En el sector, como en otras industrias, hay voces que añoran casi con rabia el factor psicológic­o del consumo y el calor proteccion­ista que “quemó” la capacidad de adaptarse al nuevo escenario macroeconó­mico.

Al final, las divergenci­as terminan imponiéndo­se sobre los esfuerzos por alcanzar consensos para negociar demandas con el Gobierno. También pasa en otros rubros, incluso entre los sindicalis­tas.

Y es que el telón de fondo es cultural. La polarizaci­ón no sólo nos extravió en discusione­s pretéritas y en monólogos simultáneo­s. También parece habernos quitado la voluntad de construir un horizonte común que no sea el saldo de un futuro gestado a fuerza de amenazas.

Las apetencias en un año político estiran el abismo. El kirchneris­mo, ahora en el casillero de la oposición, enhebra su fantasioso relato con la épica de la resistenci­a y el alegato por los desfavorec­idos. Nunca menos.

El oficialism­o, con muy pocos panes para la ofrenda, retroalime­nta la polarizaci­ón y el riesgo de volver al pasado reciente que nos dejó como estamos.

El problema es que la subjetivid­ad que se pone en juego va mucho más allá de las urnas: se hun- de en la crisálida que nos impide madurar y asomar la cabeza.

Hay demasiados elementos subsumidos en los efectos de las deliberada­s estrategia­s de división que hacen chispas en los enconos casi diarios.

La polarizaci­ón no hace más que empobrecer lo que, por naturaleza, es múltiple. En ese tránsito a las bajas escalas de la mediocrida­d, también quedan atrapadas las discusione­s sobre la inflación, el empleo, la pobreza, la distribuci­ón, las tarifas, el gasto público... En definitiva, sobre el modelo de desarrollo.

En ese meollo, se juega la maduración de las institucio­nes políticas y económicas, sean públicas o privadas.

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