Alejandro Romano Rusiñol, de la venta a la producción
La actividad comenzó 25 años atrás con la comercialización de descartables para discotecas. El crecimiento llevó a esta Pyme a fabricar sus productos y hoy está a la vanguardia.
Cuando uno termina la visita a Dixtron, se lleva la sensación de que nada ha sido casual en el crecimiento que consiguió en 25 años de trabajo. En la conversación con Alejandro Romano Rusiñol, uno de sus dueños, aparecen conceptos claros, ideas precisas sobre productos, mercados, oportunidades y recursos humanos. Una muestra de que, más allá del tamaño, la filosofía y su construcción cotidiana, son esenciales.
“La hicimos tres amigos que nos asociamos. Teníamos 24 años de edad. Éramos un poco inconscientes de lo que hacíamos. Ellos, Matías Funes y Pablo Romero, habían empezado a trabajar revendiendo vasos de plástico y, cuando yo ingreso, nos pusimos a fabricar el producto”, recuerda. –¿Cómo fue ese primer pro-
ducto propio?
–Vasos de trago largo para las discotecas, a fin de reemplazar a los de vidrio. Fue una innovación.
– Los odiaba, recuerdo ese momento cuando se pasó del vaso de vidrio al de plástico.
–Claro. Pero no quedó otra salida, se trató de resolver un problema concreto de seguridad. Primero fueron los boliches y después se conformó una legislación que obligó a su utilización. –Surgió la oportunidad.
–Entonces compramos la primera maquinita inyectora. Nos la vendió Ernesto Macchiarola.
–Pionero del rubro.
– No sabíamos nada, nos podrían haber mandado un torno, que no teníamos ni idea. Nosotros habíamos visto el mercado y que podíamos hacer negocios con esto, así que pusimos un molde y empezamos a fabricar con ayuda de muchas personas. Hasta el último peso metido ahí. –Jugados en la idea.
–Cuando largamos la primera inyección salió un vaso impecable, pero no lo podíamos sacar de dentro de la máquina (ríe). El ingeniero que nos ayuda todavía se ríe de la cara de miedo e incertidumbre que teníamos. –¿Por qué se pusieron a producir?
–Teníamos una gran ventaja: conocer el mercado era la principal fortaleza. Desde esa primera inyectora hasta la última que compramos, a fin de 2016 y que es como un Ferrari, pasó muchísima agua bajo el puente. –¿Es un equipo de última generación?
–Sí, japonés-alemán. En todos los rubros es más eficiente. Más cantidad en menos tiempo, mejor calidad, no genera scrap y tiene un muchísimo menor consumo energético que hoy, vital con el actual costo de la electricidad.
–Volviendo atrás, ¿por qué tuvieron éxito con esto cuando ya existían fábricas de vasos?
–Había poca oferta, solamente se usaba para el Don Pedro en las heladerías. También confieso que, de lo que nos imaginábamos hace
25 años a lo que hoy es la empresa, existe una distancia impensada por entonces. Permanentemente tuvimos que construir nuevos escenarios, nuevos mercados y nuevas realidades, porque la demanda nos iba llevando. –¿El gran mérito en todo caso fue abrir el mercado?
–Creo que sí, lo cual nos permitió avanzar a otros productos. Están los artículos que fabricamos nosotros, los artículos en papel y cartón que solamente distribuimos, y representaciones de productos de importación. La innovación aquella de pasar del vidrio al plástico también ocurrió con otros productos. Ofrecemos cuatro mil artículos para gastronomía, hotelería, discotecas y afines, casi todos descartables.
– En facturación, ¿ cuánto ocupan los productos de fabricación propia? –Alrededor de un tercio; a veces sube al 40 por ciento y otras, baja.
–¿Qué te gusta más, estar al lado de las máquinas o salir a conseguir un cliente?
–Estoy más en el backstage de la empresa, Matías se ocupa más de la parte comercial. Nuestra fortaleza es entender al mercado y sus necesidades. Vendemos en todo el país, excepto las Islas Malvinas.
–¿Cómo desarrollan un producto? ¿ Por tendencia? ¿ Copiando algo?
–Viajar a grandes ferias siempre genera muchas ideas. Después hay que estar atento al mercado, redefinir productos para que tengan aceptación. Y también hay cosas que el mercado no está viendo, pero que uno está convencido de que van a ser tendencia.