Negocios

¿Nace una nueva lección australia na?

- Daniel Alonso dalonso@lavozdelin­terior.com.ar

Australia acaba de sorprender al mundo industrial: dejará de fabricar autos. En rigor, es un proceso que asomó hace años con un debate muy intenso y que ya había provocado que otras compañías, como la japonesa Toyota, cerrara en el país oceánico.

Es la contracara de lo que pasa en Estados Unidos, donde Donald Trump fogonea inversione­s en ese sector para retroalime­ntar a la masa obrera desencanta­da que lo llevó a la Casa Blanca.

También es un espejo invertido para Argentina, que celebra nuevos proyectos en el complejo automotor para revivir el empleo y los negocios de un universo productivo que enraíza en el ADN de su historia fabril.

Pero los contrastes son anécdotas del presente. No interesa tanto qué hizo Australia ni la industria que está sepultando, sino por qué y cómo lo hizo.

Que Holden, la única fábrica de vehículos que sobrevive en ese país, deje de hacer autos, no ha sido un golpe de timón en plena madrugada.

Se venía masticando desde hace rato y después de advertir, con estadístic­as en mano, de que los millones de dólares destinados en subsidios sólo habían reforzado el efecto alucinógen­o de una competitiv­idad perdida hace décadas.

No es gratuito: el impacto es sobre miles de empleos con pérdidas económicas. Pero el Estado ha tratado de desarmar el rompecabez­as con cuidado y, aun con críticas, está revalidand­o el rol de planificar y apostar a un modelo de desarrollo sustentabl­e.

Lo que Australia se dice a sí misma y al resto del mundo es simple: hay una industria en la cual dejó de ser buena. Ya no puede competir, incluso pese a que, con la mitad de la población de la Argentina, su mercado interno pide más de un millón de nuevos autos por año (en términos globales, no deja de ser chico).

Dicho de otro modo: ratifica la decisión de concentrar­se en hacer lo que mejor sabe hacer y en advertir que la rueda de los servicios sigue girando mucho más rápido que la de los bienes.

A mediados de la década de 1970, cuando la producción de autos tocaba picos históricos en ese país, el 58 por ciento de los puestos laborales los generaba el sector servicios, que ahora emplea a cuatro de cada cinco australian­os.

Ese proceso es el resultado de haber entendido que, en un territorio grande, distante y poco poblado, había que salir al mundo y tener escala global. Lo mismo que hoy se le dice a cualquier emprendedo­r tecnológic­o.

Dos décadas de crecimient­o sostenido no son casualidad. Más allá de sumar letra a la saga de por qué Argentina no fue Australia, flotan lecciones.

La reconversi­ón productiva y laboral es tan necesaria como posible. Hay claves: estadístic­as confiables para diagnóstic­os serios, planificac­ión adecuada y horizontes bien definidos.

Habrá heridos y el Estado debe ayudarlos, pero es un error extender en forma artificial lo que es inviable.

Aislarse demasiado del mundo deja más daños que beneficios. Y nada sobrevive en forma eterna con subsidios: siempre hay alguien que paga los platos rotos.

No iNteresa taNto qué hizo australia CoN su iNDustria autoMotriz, siNopor qué y CóMo lo hizo.

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Fin de ciclo. Holden dejará de fabricar autos en Australia.

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