Negocios

La economía, frente a los jueces de un test de Turing

- Daniel Alonso dalonso@lavozdelin­terior.com.ar

El test de Turing lo inventó, en 1950, el matemático inglés Alan Turing. En esencia, es una prueba para saber si una máquina puede tener un comportami­ento inteligent­e que impida que sea distinguid­a de un ser humano.

Hay quienes creen que eso se demostró en 2014, cuando un programa fue capaz de convencer al 33 por ciento de los jueces que participar­on del examen de que estaban chateando con un niño ucraniano de 13 años.

Según el historiado­r israelí Yuval Noah Harari –lo escribió en su libro Homo Deus–, la prueba es “una réplica de un test trivial al que todo hombre gay debía someterse en la Gran Bretaña de 1950”. Agrega que “Turing sabía, por experienci­a propia, que no importaba quién fueras: lo único que importaba era lo que los demás pensaran de ti”.

La política económica del Gobierno parece estar sometida en estos días a los jueces de un test de Turing. Tanto adentro como afuera. No importa lo que el macrismo piense de sí mismo y de sus acciones, si las herramient­as aplicadas son acertadas o si los primeros resultados demuestran que el camino elegido es el correcto. Lo que al final importa suele ser lo que la gente y los mercados piensen.

Lo que pasó en los últimos días sirve para la analogía. No es novedad que la mirada externa sobre los cambios en la macroecono­mía es mucho más benévola que la visión interna, donde se sienten los efectos y hasta las quejas de los inconformi­stas del gradualism­o.

Pero la decisión de Morgan Stanley de mantenerno­s en la tercera división de los mercados fue un “baño de realidad”. La crónica volatilida­d de nuestra política económica no es gratuita. Hay quienes creen que no hay mal que por bien no venga, ya que eso evitará una bandada de fondos especulati­vos, aun cuando, hoy por hoy, son amplia mayoría los capitales que llegan para aprovechar la brecha entre altas tasas y tipo de cambio atrasado.

En ese escenario, el sorpresivo bono centenario parece tejer una saga más cercana al marketing que a lo financiero. Al fin y al cabo, el volumen de la deuda tomada a 100 años no es significat­ivo.

Fronteras adentro, la economía se expone a la evaluación de los más de 30 millones de electores. Ante sus ojos, el Gobierno se esfuerza por mostrar la mayor cantidad de datos positivos posible.

El relevamien­to oficial sobre el nivel de actividad concluye que la economía salió de la recesión tras acumular tres trimestres de subas consecutiv­as.

¿Cuánto se siente de eso? La respuesta está en cada bolsillo. Para el Ieral de Fundación Mediterrán­ea, la reactivaci­ón de 2017 “ya es más sustentabl­e que las de 2013 y 2015”. Y asegura que la inversión crece más que el gasto público y que el consumo privado.

“La recuperaci­ón es bastante más generaliza­da que lo esperado. De un total de 16 sectores de la economía, 12 anotan guarismos positivos en términos interanual­es”, asegura un reporte del economista Juan Campodónic­o.

El Centro de Estudios Económicos Ferreres & Asociados apuntó un alza de casi cuatro por ciento en la actividad industrial de mayo.

Pero todo esto ocurre en medio de altos y persistent­es niveles de pobreza (sobre todo, la estructura­l) y de desempleo, en especial entre los jóvenes.

También se da en el marco de un intenso y dinámico remapeo de ganadores y perdedores, en el que las percepcion­es y expectativ­as sobre la economía parecen degradarse a medida que uno recorre la espina dorsal desde el interior hacia las grandes ciudades y, en particular, en el conurbano bonaerense.

TURING SABÍA, POR EXPERIENCI­A PROPIA, QUENO IMPORTABA QUIÉN FUERAS: LO ÚNICO QUE IMPORT ABA ERA LO QUE LOS DEMÁS PENSARAN DETI.

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