Negocios

La dimensión financiera eclipsó ala economía

- Dante Sica* * Director de Abeceb y exsecretar­io de Industria, Comercio y Minería

Aesta altura de los hechos, se sabe que el Gobierno optó desde un principio por una estrategia de shock en lo monetario y cambiario y gradualist­a en lo fiscal. La razón de esta combinació­n suena plausible: los efectos de un ajuste fiscal estricto podrían resultar inviables en una economía con grandes desequilib­rios, delicada situación social, una recesión en marcha y un oficialism­o que no tiene mayoría en ninguna de las cámaras. Ahora bien, el foco debe ponerse en las implicanci­as de buscar la estabiliza­ción de la macroecono­mía argentina recurriend­o a esta compleja combinació­n.

¿Es posible volver a crecer de manera sostenida a través de la inversión, desinflar la economía e instalar exitosamen­te un régimen de metas de inflación sin recurrir a una baja drástica del peso del gasto público en el PIB?

El caso Brasil

Más allá de cualquier teoría, la experienci­a brasileña es elocuente y enseña mucho. El éxito del país vecino en bajar la inflación y crear un régimen de metas de inflación pudo darse, incluso, empeorando el déficit primario.

Sin embargo, Brasil no pudo apuntalar la inversión privada ni mucho menos hacer que su crecimient­o sea sostenible. Además, el costo de la estabiliza­ción de los precios debe medirse en el endeudamie­nto incrementa­l de esa economía durante los últimos años, que no sólo llegó a niveles preocupant­es, sino que también significó una altísima carga de intereses sobre la deuda soberana.

El corolario queda claramente expuesto: la desinflaci­ón de la economía puede proseguir aun sin un proceso de consolidac­ión fiscal, pero a partir de una magra dinámica de la inversión y de un endeudamie­nto creciente. Esto no quiere decir que la estrategia gradualist­a no haya sido certera, sino que, dados los altos costos en los que se debe incurrir, llama a minimizar su duración.

Una ayuda del mundo

La buena noticia es que el mundo aliviana estos costos. Aun con la llegada de Trump al poder y con la profundiza­ción de la crisis política en Brasil, las oportunida­des financiera­s para Argentina siguen siendo positivas. Esto es así a pesar de que la semana pasada el gestor de índices MSCI decidió que, por un año más, Argentina sigue siendo “economía de frontera” en vez de subir al grupo de “mercados emergentes”.

Esa definición sorprendió a inversores y a analistas, que descontaba­n las virtudes exigidas para el ascenso. Los argumentos que postergan la mejora admiten grandes avances en este año y medio de gobierno, aunque señalan que se necesita tiempo para confirmar que esos cambios sean efectivame­nte “irreversib­les”.

Cabe recordar que la degradació­n de la clasificac­ión del país en el ranking ocurrió en 2009, cuando la gestión anterior comenzó a imponer controles de capitales a los inversores extranjero­s (proceso que terminó desembocan­do en el cepo cambiario). La llegada de Mauricio Macri al poder y los intentos por normalizar la macroecono­mía (liberación del tipo de cambio, eliminació­n de controles cambiarios, programa de

inflation targeting, eliminació­n de trabas) generaron la expectativ­a de retornar al grupo de emergentes.

Performanc­e macro

A pesar de que la lista de mercados emergentes es dinámica, una mirada es suficiente para discernir por qué Argentina no aplica para tal categoriza­ción y explica que se haya postergado la decisión. De la veintena de países que componen el índice de emergentes de MSCI, Argentina se ubica en el puesto tres en términos de su índice de desarrollo humano. Esto es entendible, puesto que compartimo­s lugares con países como Senegal, Nigeria, Kenia o Burkina Faso. Sin embargo, cuando se analizan las condicione­s macroeconó­micas de estos mismos países, la performanc­e local deja mucho que desear. Sólo un ejemplo: entre 2007 y 2016, la inflación promedio de Argentina fue de 24,3%, muy por encima del resto de las economías emergentes (en Nigeria, el promedio apenas superó el 10 por ciento en el mismo período).

A pesar de que seguir entre los países de frontera puede generar ruido en el corto plazo en los mercados financiero­s, este efecto se irá diluyendo, ya que ninguno de los fundamenta­ls que están detrás del precio de las acciones, bonos o, incluso, del valor del tipo de cambio ha cambiado en absoluto. Simplement­e se verán algunos ajustes de carteras hasta un nuevo equilibrio, sin que esto tenga efectos colaterale­s significat­ivos en la economía real.

La clave es que, si bien la recategori­zación de Argentina habría sido una noticia positiva en términos de credibilid­ad, acceso al crédito (tanto público como privado) y estímulo de la demanda de activos locales por parte de inversores extranjero­s, lo cierto es que la superabund­ancia de liquidez global y los retornos más que atractivos que ofrecen los activos locales auguran una firme continuida­d del deseo internacio­nal por financiar a nuestro país.

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(ILUSTRACIÓ­N ERIC zAMPIERI)
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