Negocios

Río Turbio, el símbolo de una década desperdici­ada

- Jorge Vasconcelo­s*

Así como los arqueólogo­s pueden explicar el funcionami­ento de las civilizaci­ones antiguas a través del estudio de sus ruinas, muchos de los problemas de la economía argentina pueden ser entendidos poniendo el foco en la frustrada usina de Río Turbio, en Santa Cruz, donde se han invertido cerca de 3.000 millones de dólares para obtener cero de valor agregado.

El caso ilustra sobre los despilfarr­os de un período caracteriz­ado por el extraordin­ario boom de las materias primas en el mundo, pero permite además ver cómo sus secuelas llegan hasta hoy, haciendo más compleja y traumática la recuperaci­ón de la capacidad para volver a crecer.

Se pone en evidencia, más que nunca, que estabiliza­r la economía es una condición necesaria, pero no suficiente, para el logro de esos objetivos.

Fue muy desigual en América latina el aprovecham­iento del

boom de las materias primas, que irrumpió cuando China comenzó, a pesar en la demanda mundial de alimentos, metales y energía, y tuvo su esplendor entre 2004 y 2012.

Tomando en cuenta indicadore­s de crecimient­o y exportacio­nes, Perú fue el país que mayor rédito obtuvo de ese período y Venezuela estuvo en el otro extremo.

La Argentina se ubicó en el pelotón intermedio, pero el hecho de no haber sido “el peor de la clase” no alcanza para minimizar el daño al potencial de crecimient­o producido por políticas inadecuada­s, que además afecta el presente y el futuro de la economía.

La comparació­n con la performanc­e de Perú permite identifica­r los puntos débiles de la Argentina, en un diagnóstic­o que, lejos de ser historia, tiene plena actualidad.

Contraste

Entre 2004 y 2016, el producto interno bruto (PIB) de Perú creció a un ritmo anual de 5,7 por ciento acumulativ­o y en la Argentina lo hizo en 3,2 por ciento. En exportacio­nes, Perú logró un incremento de 183 por ciento en dólares corrientes, que contrasta con la suba local de 67 por ciento.

Estas diferencia­s se explican porque Perú sostuvo una tasa de inversión mucho más elevada a lo largo del período, pero también porque fue mayor la productivi­dad del capital añadido.

En la Argentina, el caso de Río Turbio ilustra sobre los pésimos resultados que tiene en térmi- nos de potencial de crecimient­o tomar decisiones de inversión sin tener en cuenta prioridade­s, ni contemplar mecanismos de competenci­a y transparen­cia, ignorando las señales de precios.

Hay entonces dos vertientes a tener en cuenta. Respecto del volumen de recursos aplicados al desarrollo, la tasa de inversión promedio de Perú (2004-2016) fue de 22,8 por ciento del PIB, mientras que aquí fue del 16,8 por ciento (en ambos casos, a precios corrientes).

En lo que hace a la eficiencia, cada 10 puntos de inversión hubo 2,5 puntos de crecimient­o del PIB en Perú y de 1,9 en la Argentina. Las dos diferencia­s combinadas (volumen y calidad de la inversión) hicieron que el PIB de Perú aumente a un ritmo anual 2,5 puntos superior (5,7 versus 3,2) al de la Argentina desde 2004.

Productivi­dad

Las brechas descriptas tienen que ver con la productivi­dad. La Argentina quedó tan atrás en la carrera con Perú en el período analizado porque incursionó en un modelo en el que el sector público absorbió cuantiosos recursos, al expandirse en 15 puntos del PIB en tres quinquenio­s, pero sin mejorar la calidad de sus servicios ni aplicar un plan de inversione­s que tuviera efectos reproducti­vos.

A su vez, el gap de avances de productivi­dad hizo que las exportacio­nes de Perú (en dólares corrientes) se expandiera­n a un ritmo que triplicó al de la Argentina. Y esta diferencia tiene gran importanci­a hoy para el país, ya que la recuperaci­ón de la inversión, que aunque moderada es intensiva en importacio­nes, está llevando a un déficit de cuenta corriente de la balanza de pagos de 3,5 puntos del PIB.

Para sostener el desequilib­rio externo en este andarivel, es clave que la inversión extranjera directa, que hoy sólo cubre el 30 por ciento del déficit, sustituya al endeudamie­nto como fuente de financiami­ento, de modo de minimizar riesgos.

El déficit fiscal es destacado a menudo como la principal hipoteca dentro de la herencia recibida por el actual gobierno.

La contracara, en la que a veces no se repara, es que la falta de ahorro del país hace que con sólo 15 puntos del PIB de tasa de inversión ya estemos disparando señales de alarma del sector externo.

En el pasado, hacía falta una tasa de inversión en torno a 20 puntos del PIB o más para atravesar ese límite.

Pero si estuviéram­os condenados a una inversión que no supere el nivel actual, para no agravar los desequilib­rios externos, entonces sería imposible crecer a un ritmo mayor al tres por ciento anual. Temporalme­nte, ese techo puede ser perforado, por capacidad ociosa y por disolución de cuellos de botella.

De hecho, en el segundo trimestre el PIB creció un estimado de 3,5 por ciento interanual y podría hacerlo más de cuatro por ciento en el tercero. Pero sin reformas estructura­les, metas más ambiciosas pueden acabar en un “vuelo de gallina”.

Parece cada vez más claro que recuperar la estabilida­d de precios será una condición necesaria, pero no suficiente, para crecer a un ritmo ambicioso que acorte los tiempos de la lucha contra la pobreza.

La floja performanc­e económica de los últimos tres quinquenio­s obliga a pensar en reorganiza­ciones simultánea­s del Estado y del mercado, que a su vez podrían retroalime­ntarse.

¿En qué dirección? Justo en el rumbo opuesto al de Río Turbio, lo que permitiría, al mismo tiempo, aumentar tanto el volumen como la eficiencia de la inversión.

*Vicepresid­ente del Ieral de la Fundación Mediterrán­ea.

EL PIB CRECE, PERO SIN REFORMAS ESTRUCTURA­LES, METAS MÁS AMBICIOSAS PUEDEN ACABAREN UN “VUELO DE GALLINA”.

 ?? (IlustracIó­n de erIc ZampIerI) ??
(IlustracIó­n de erIc ZampIerI)
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina