Negocios

Jorge Valls, tres décadas para conseguir sus “brotes verdes”.

Ingeniero agrónomo, apasionado por el rubro, montó un vivero que con el paso de los años se convirtió en referencia­l para el mundo de la jardinería de Córdoba.

- Walter Giannoni wgiannoni@lavozdelin­terior.com.ar

Del vivero de Jorge Valls en Los Boulevares lo difícil es salir. La variedad y calidad de los productos convierten el recorrido por sus senderos en un paseo admirable y espiritual. Pero, detrás de tanta belleza, hay un negocio cultivado con paciencia, sacrificio, privacione­s y mucho conocimien­to técnico. De cara a la principal temporada del año, la conversaci­ón con el empresario mezcla los números de la actividad con el verdor y el colorido de las plantas.

“Para ser viverista hay que amar las plantas y estar todo el tiempo al aire libre, porque es muy sacrificad­o”, dice bajo el solcito del viernes.

– Usted es ingeniero agrónomo, o sea que lleva el rubro muy internaliz­ado.

–Sí, antes de recibirme, empecé a trabajar en un vivero mayorista. Año 1983. Cuando dejé ese lugar, ya había conocido a Zaira y nos pusimos a producir por nuestra cuenta. Todo fue muy sacrificad­o. Primero, con un pequeño invernader­o, después avanzamos hacia parquizaci­ones, riego por aspersión para countries y empezamos a traer a Córdoba variedades de plantas que casi no se comerciali­zaban en esta provincia.

– Encontrar el lugar en el mercado.

–Claro, fíjese que en esa época la competenci­a era mayor que ahora. En 2000 decidimos seguir con nuestra actividad, pero también abrir la venta a otros viveros y a quienes realizaban jardinería, paisajista­s, arquitecto­s y demás. –El sector profesiona­l. –El foco siempre estuvo en tres cosas: buena calidad de planta, buena presentaci­ón y buena atención al cliente.

–¿Los countries abrieron un mercado que no existía?

–Sí, es un mercado específico y demandante. Comenzaron a necesitar plantas de muy buena calidad, profesiona­les que supieran de jardines, sistemas de riego y asesoramie­nto adecuado. Un cliente mal asesorado al que se le mueren las plantas se va. –Claro. –Bien informado, es un cliente que permanece. No importa si en la primera visita no compra nada, en algún momento vuelve y lleva. En los segmentos de alto poder adquisitiv­o, también se compite con los jardines (sonríe). Y por lo general buscan soluciones, practicida­d y que las cosas queden bien hechas.

–¡Viva esa competenci­a si permite que mucha gente trabaje!

– Esta competenci­a muchas veces no se da en otros estratos sociales. Hay gente que habla de cuidar el medio ambiente, pero sin embargo cuando tienen que mirar hacia dentro de sus casas no está haciendo prácticame­nte nada para que esto ocurra. –¿Qué podrían hacer? – Simplement­e con un jardín bien verde, césped, un par de árboles en la vereda, estarían mitigando algo de la enorme cantidad de dióxido de carbono que llevan a la atmósfera. –Generar conciencia. –Una vez, con el maestro Guillermo Grimoldi hicimos una campaña para recibir pilas a cambio de entregar plantines, hasta que nos llamaron del municipio para decirnos que concluyéra­mos, porque no había dónde ubicar esas baterías. Pero, bueno, al menos ese esfuerzo sirvió para marcar en el público la responsabi­lidad que tenemos por lo que hacemos.

–Ahora, imagino que usted no abrió una caja fuerte y dijo: “Con esta plata voy a poner un vivero”.

–(Ríe) Para nada. Al dueño de aquel vivero le pedí que, en lugar de indemnizar­me, me prestara un invernader­o para hacer mis propias cosas. Dos metros por cuatro metros de espacio. Ahí comenzamos con mi mujer, fuimos avanzando de a poco hasta que, cuando ya teníamos mil metros cuadrados de plantas, el dueño nos dijo: “Gente, tienen que irse…”. –Lógico. – Claro. Por suerte habíamos comprado este terreno en Los Boulevares cuando valía un dólar el metro cuadrado. Los hoteles y los shoppings también fueron clientes. Hicimos un gran trabajo interdisci­plinario, lo cual obliga a tener una alta especializ­ación.

–¿Cómo es trabajar con un stock vivo?

–Existe cierta complejida­d. El primer error es creer que pongo un gajito de algo y lo reproduzco rápidament­e para ganar dinero. Pero ese gajito hay que regarlo todos los días, darle el sol que correspond­e, protegerlo del frío. Inciden muchas variables antes de llegar a la calidad que uno pretende. Eso puede suceder entre los seis meses y los dos años. Incluso el mercado puede cambiar en ese tiempo.

–¿Cómo resuelven esa incertidum­bre?

–Hacemos un promedio de producción de acuerdo con las ventas que tenemos. Después, llegado el momento, vemos cómo complement­amos, sacamos o ponemos

este Es un sEctorquE notiene problemas dEproducci­ón, sino deventas. haygEntE quEhabladE­l medioambie­nte ynotiEnEun­a solaplanta.

variedades. Pero eso que usted pregunta es complejo de resolver. Esto no descansa ningún día, desde que comenzamos nunca pudimos cerrar el negocio. –Por suerte sus chicos crecieron como para atender el vivero.

–Eso ocurre en los últimos tres años. Tenga en cuenta que son actividade­s donde es imposible tener un gerente que se ocupe de hacer funcionar la máquina. – Justamente, ¿ cómo es el perfil del rubro?

–Mire, la ciudad de Córdoba se duplicó en tamaño, pero los viveros no se duplicaron en cantidad, ni en superficie de producción. Por el contrario, las ventas se redujeron y se achicó la cantidad de unidades comerciale­s. Progresan los que invierten en tecnología, capacitaci­ón y servicio. El sector debe generar negocios con muy buena presencia y difusión de estos temas. –Tentar al cliente.

–Fíjese que es un sector que no tiene problemas de producción, sino de ventas. Hay que hacer un esfuerzo muy grande para conseguir clientes. Cuando yo comencé, se producían en Córdoba unos 20 millones de plantines. Actualment­e estaremos en tres millones. Y la población se duplicó. –¡Qué caída! –Hay un tema de cambio de cos-

tumbres, por cómo se vive hoy. Están de moda las plantas crasas. ¿Por qué? A un cactus no hay que cuidarlo tanto como a otra cosa.

–Nunca mejor dicho: ¿los viveristas tienen que pasar el invierno?

–La estacional­idad va de agosto a diciembre. Cuando la gente quiere salir al patio, porque se va el frío, ahí se acuerda del verde. Y la temporada llega hasta las Fies- tas. Esto lleva a equivocaci­ones. Hay gente que sale a plantar en septiembre cuando en Córdoba la mejor época es marzo o abril. Es cuando existe superávit hídrico en el suelo. –¿Cuántos viveros funcionan en Córdoba?

– Una decena de mayoristas y más de 500 en una escala más pequeña. Pero además están los paisajista­s. Por eso decimos que reunimos mucha más mano de obra que un par de automotric­es de la ciudad. Y, además, trabajamos con la clase obrera de menores recursos. Este sector da una respuesta social enorme, invisibili­zada por las autoridade­s. Nadie nos da un subsidio laboral, ni crédito barato para crecer. –¿Venden por internet? –Sí, es importante. La mayor complicaci­ón es el transporte. He-

mos recibido pedidos de Estados Unidos o de El Calafate, pero ¿cómo mando una planta a precios razonables?

–¿Por qué un limonero cuesta 400 pesos y un mandarino, 600, si los dos son cítricos?

–(Ríe) Si la planta es fácil de reproducir, el costo es más bajo que otra. Luego, qué tecnología le aplico a la planta. Los cítricos y frutas son injertados, llevan una yema específica que la entrega el Inta, porque es certificad­a. Eso va agregando costos. Y, finalmente, el tiempo que va a llevar la producción de la planta hasta que salga a la venta, muchas veces guardada en lugares calefaccio­nados para que no la afecten las heladas. –¿Seguirá con el formato mayorista?

–Estamos en pleno cambio, la gente pasa y quiere entrar. Estamos generando un garden center, un autoservic­io. – ¿ Hay que hablarles a las plantas?

– Con cualquier ser vivo que uno se vincule, existe una relación. Mientras uno les habla, les echa agua, ve si hay una hoja seca o un bichito dando vueltas. Las plantas captan la buena onda y al revés. Pero para casi todas las enfermedad­es de las plantas hay una explicació­n científica.

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(RAIMUNDO VIÑUELAS) En su mundo. Jorge Valls en un sector del enorme vivero. “Inciden muchas variables en las plantas antes de llegar a la calidad que uno pretende”.
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Del mismo árbol. Con Cristian, su hijo, la empresa tendrá continuida­d.

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