Negocios

¿Es posible una mudanza en el mapamundi industrial?

- Daniel Alonso Al margen dalonso@lavozdelin­terior.com.ar

De a poco y en forma despareja, la industria local vuelve a asomar la cabeza. Las primeras imágenes exponen al sol las secuelas de un agobio de varios años.

En la semana que pasó, las mesas del Coloquio que hace 10 años organiza la Unión Industrial de Córdoba (UIC) lucieron como un racimo de expectativ­as renovadas, aunque sin derrochar optimismo. El vaso está a la mitad.

Y es que lo que se ve es un proceso de rebote que, por ahora, nada tiene de crecimient­o. Se sabe que la estructura productiva, en la que el entramado manufactur­ero es un protagonis­ta clave, no es neutral en el desarrollo.

Hace dos años, el economista Diego Coatz y el sociólogo Daniel Schteingar­t abordaron la clásica pregunta sobre qué modelo de desarrollo debería buscar la Argentina.

En ese trabajo, plantearon un esquema de análisis a partir de variables como el nivel de exportacio­nes de bienes de media y alta tecnología, las capacidade­s tecnológic­as (gasto en investigac­ión y desarrollo y patentes aprobadas) y el grado de especializ­ación de la canasta exportador­a.

Fue curioso. Pasados esos filtros, la Argentina quedó casi en el mismo punto geográfico que ocupa en el mapamundi: el cuadrante sudoeste. Pero eso es anecdótico.

En ese tablero con 61 países, Argentina comparte espacio con las naciones de escasa innovación, primarizad­as y con un nivel medio-bajo de especializ­ación. Llevar esos mismos países al

ranking de desarrollo humano de la Organizaci­ón de Naciones Unidas resulta sintomátic­o. Los más desarrolla­dos, que tienen elevadas capacidade­s tecnológic­as, ocupan los primeros lugares.

Pero Schteingar­t y Coatz se atajan de antemano: las trayectori­as de países exitosos sirven como referencia, pero “el desarrollo es un proyecto nacional, idiosincrá­tico y contextual”, aclaran.

En cambio, remarcan que es difícil alcanzar un bienestar generaliza­do sin un elevado producto interno bruto (PIB) per capita ni puestos de trabajo de calidad que aseguren buenos salarios y achiquen la pobreza.

¿Es posible, entonces, una mudanza de cuadrante en ese mapamundi industrial? Si el sector, en general, atraviesa un cambio de tendencia, es probable que la oportunida­d de ajustar la brújula vuelva a estar.

Pero la trayectori­a demanda esfuerzos compartido­s de empresario­s, gremios y gobiernos. La famosa calidad institucio­nal, tan ausente en nuestra historia reciente.

Sin ella, los consensos seguirán estando tan lejos como ahora y será difícil encontrar respuestas satisfacto­rias a los temas que más preocupan a los industrial­es cordobeses (presión impositiva, costos laborales, inflación, déficit fiscal y tasas de interés, entre los cinco primeros).

Después está lo que se ve en la superficie. El entramado productivo debería profundiza­r sus encadenami­entos (hacia adelante y hacia atrás) ligados a los recursos naturales que, en el caso argentino, se expresan por el carril de los agroalimen­tos, de la bioenergía y de la biotecnolo­gía.

Schteingar­t y Coatz recomienda­n, además, potenciar actividade­s en las que hay capacidade­s acumuladas significat­ivas. En el caso de Córdoba, buena parte de su memoria industrial está ligada a las automotric­es.

Y luego la defensa o reconversi­ón de sectores que suelen ser intensivos en mano de obra, pero que pierden en la competitiv­idad mundial. El norte es nutrir la productivi­dad y promover una mayor complejida­d, porque eso impactará, tarde o temprano, en el empleo y la educación, para retroalime­ntar el capital humano.

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