Negocios

Radiografí­a de los diseñadore­s emergentes de Córdoba.

El municipio comenzó a trazar un perfil de estos profesiona­les. Realizan una actividad de alto valor agregado y con potencial, que busca apoyo para crecer.

- Florencia Ripoll fripoll@lavozdelin­terior.com.ar

Una tonelada de soja exportada desde la Argentina se vende alrededor de 250 dólares. El mismo volumen, pero de prendas de Jazmin Chebar, ronda los 70 mil dólares.

Claudio Drescher, socio y cerebro comercial de esa marca, suele recurrir a esa comparació­n para graficar el enorme poder del diseño a la hora de agregar valor.

De hecho, fue este empresario quien ofició de catalizado­r para que la pequeña marca de autor iniciada por su socia en los años ’90 creciera hasta ser hoy la empresa que lidera el mercado nacional de indumentar­ia de lujo.

Allí, en la misma línea de largada de Jazmín hace 20 años, está hoy en Córdoba un buen número de jóvenes diseñadore­s, no sólo de indumentar­ia, sino de otras ramas del diseño (gráfico, industrial, de interiores) que buscan generar valor desde esa disciplina omnipresen­te en la vida cotidiana, y vivir de ella. Son los llamados “emergentes”.

¿Dónde se forman? ¿Cómo trabajan? ¿A qué dificultad­es se enfrentan? Interrogan­tes de este tipo comenzó a responder una encuesta de la Secretaría de Cultura municipal, cuya área de Diseño tiene el Registro Único de Profesiona­les del Diseño, el más abarcativo en su tipo en Córdoba.

Allí anotaron sus datos 1.116 profesiona­les. “Los diseñadore­s jóvenes, que están en una etapa inicial de su camino profesiona­l y que tienen impulso emprendedo­r. Ese es el perfil mayoritari­o que capta el Registro y que resulta descripto en los datos”, sostiene Constanza Cubas, coordinado­ra del área Diseño.

Más de la mitad de emergentes registrado­s asegura haber optado por iniciar su camino laboral por el autoempleo impulsando un emprendimi­ento propio (55 por ciento). En ese universo, donde priman los proyectos de indumentar­ia (33 por ciento) y gráficos (31 por ciento), el 55 por ciento no logra vivir aún de su iniciativa. Y esto a pesar de que no tiene empleados a cargo (94 por ciento).

Por eso no sorprenden las principale­s demandas que realizan cuando se les pregunta qué necesitan para crecer: responden “capacitaci­ón” –sobre todo en administra­ción y ventas– y “financiami­ento”.

Protoindus­tria El sector de la indumentar­ia es particular­mente prometedor en Córdoba. Los “emergentes” van constituye­ndo una protoindus­tria que quiere pista, impulsada en la última década por la multiplica­ción de espacios de formación (la licenciatu­ra lanzada por la Universida­d Siglo 21 es un ejemplo fuerte).

Año a año, nuevas camadas de jóvenes se prueban en esta actividad que avanza con altibajos entre el bajo apoyo estatal, los vaivenes de la economía argentina y la búsqueda de un público que debe desarrolla­rse con ella.

“Nuestro consumidor es alguien que quiere productos diferentes. En las camisas de Dagna encontró creativida­d y calidad a un precio que está dispuesto a pagar”, señala Noelia Contreras, creadora, junto con su hermana Estefanía, de una marca de prendas con estampas propias que no llega al año de vida.

Dagna parece estar piloteando la encrucijad­a generaliza­da de los emergentes: están obligados a altos costos de producción (por su pequeña escala, el valor agregado y la escasez de proveedore­s locales), pero impedidos de acercarse en precios a las marcas de shopping, instaladas en un olimpo reforzado por el marketing y por promocione­s bancarias.

En algún punto intermedio entre ese vértice y el profuso consumo de indumentar­ia barata que baja desde Buenos Aires, los emergentes buscan su espacio y su público.

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