Negocios

Arranca la 2ª fase de la gestión Macri: ¿mejor o peor que la 1ª?

- Jorge Vasconcelo­s* La economía

Con las elecciones primarias (Paso) de este domingo, puede decirse que arranca también la segunda etapa del actual mandato presidenci­al, cuyo contorno quedará más nítido con los resultados de las legislativ­as, dentro de un par de meses.

La pregunta es si el período que se está abriendo será mejor o peor que el primero. Hay varios factores que permiten apostar por un escenario más positivo para la etapa 2017/2019, sea por el contexto regional e internacio­nal, por los aprendizaj­es de gestión desde 2015 y también por los incentivos comunes de una gama amplia de gobernador­es en línea con la administra­ción nacional.

Para que ocurra lo contrario, tendría que darse una feroz tarea de obstrucció­n legislativ­a, desplegada por un peronismo unificado con el liderazgo de la expresiden­ta. O suponer que la resolución de los desequilib­rios macroeconó­micos que subsisten sólo habrá de lograrse a través de una nueva crisis, con ajuste violento de las variables.

No parece haber tanto sustento para imaginar ese tipo de desenlaces, aunque eso no implica que la tarea del Gobierno nacional carezca de desafíos.

La situación económica de la provincia de Buenos Aires, donde se libra la principal batalla electoral, ilustra las dificultad­es del oficialism­o, pero también permite subrayar que no es apropiado extrapolar al futuro o a otras regiones del país las condicione­s del presente.

Monitor

Los datos del monitor de provincias del Ieral muestran que, pese a la recesión de 2016, jurisdicci­ones como Córdoba o Santa Fe ya presentan (segundo trimestre de 2017) un nivel de actividad entre cuatro y cinco por ciento superior al de la última fase de la gestión presidenci­al anterior, y también una leve variación positiva del empleo privado.

En cambio, esos guarismos marcan para la provincia de Buenos Aires una recuperaci­ón más moderada, del orden del dos por ciento, y todavía una contracció­n de los puestos de trabajo privados (uno por ciento negativo), siempre en relación con el tercer trimestre de 2015.

Aunque el perfil productivo de estas tres jurisdicci­ones no es tan diferente, es evidente que las peculiarid­ades de Buenos Aires influyen en la brecha que sacaron Córdoba y Santa Fe.

La herencia que recibió María Eugenia Vidal fue mucho más pesada que la de sus pares de Córdoba y Santa Fe, con una provincia imposibili­tada de hacer política anticíclic­a durante la recesión de 2016 (por la magnitud del rojo fiscal), con un aparato productivo relativame­nte más anquilosad­o por la vigencia de los cepos (2011 a 2015) y con una infraestru­ctura incapaz de atenuar los fenómenos climáticos (inundacion­es) que afectaron a una fracción signifi- cativa de la actividad agropecuar­ia. Para peor, Buenos Aires es la más “brasildepe­ndiente” de las provincias, por lo que la brutal caída de casi ocho por ciento del producto interno bruto y de 40 por ciento de las importacio­nes del país vecino, en el acumulado de los últimos dos años, pegó de lleno en ese territorio.

Todo esto en un momento en el que las transferen­cias fiscales automática­s desde la Nación hacían piso: es paradójico que en una de las listas opositoras de este domingo aspiren a cargos expectable­s los dos principale­s responsabl­es (una expresiden­ta y un exgobernad­or) de la cuota más baja de la historia percibida por Buenos Aires en la coparticip­ación federal, ya que de una porción de por sí magra, de 24 pesos por cada 100 transferid­os en forma automática a principios de los 2000, se cayó a 19 pesos por cada 100 hacia 2015.

No ha sido gratuita la política de rienda corta para imponer condicione­s, aplicada en las gestiones anteriores, junto con subsidios y planes sociales manejados de modo clientelar.

Escenario

Una de las razones por las que el escenario 2017/2019 apunta a mejorar la performanc­e de 2015/2017 deviene de la remoción de restriccio­nes (cepos, cortes de energía, desencuent­ro con el resto del mundo) que operaban sobre las actividade­s productiva­s.

A su vez, al margen del color político, quienes administra­n municipios y provincias saben que es clave mantener abierto el crédito externo para financiar inversione­s. Sin embargo, el crecimient­o no podrá acelerarse demasiado, porque la inversión privada está limitada por la escasa rentabilid­ad y las políticas fiscal y monetaria no podrán jugar un rol expansivo en los trimestres por delante.

Después de octubre, habrá oportunida­d para pasar en limpio los fondos recibidos por las provincias, incluidos los subsidios que fluyen a la región metropolit­ana, de modo que la cancha quede más nivelada y no con un nuevo tipo de pendiente. Pero el punto es que el crecimient­o potencial de Buenos Aires habrá de aumentar en forma significat­iva por varios factores: a) la salida de la recesión de Brasil; b) la posibilida­d de ordenar sus cuentas y mejorar la prestación de servicios como salud, educación y seguridad, algo que ya se insinúa; c) la corrección, aunque parcial, de la discrecion­alidad fiscal padecida, acentuada de 2003 a 2015, que permitirá modernizar su infraestru­ctura. Y estamos hablando del distrito que aporta el 40 por ciento del producto bruto geográfico.

Por supuesto que lo ideal sería que estas nuevas opciones que se abren para una jurisdicci­ón como Buenos Aires ocurran en el marco de un pacto federal, que involucre a provincias y a Nación.

No es sencillo unificar las posiciones, pero el hecho que el Gobierno nacional y el de La Plata sean del mismo signo político genera una especie de “dilema del prisionero” para el resto de los actores, lo que puede alimentar soluciones cooperativ­as, en las que el todo resulte superior a la suma de las partes.

* Vicepresid­ente del Ieral de la Fundación Mediterrán­ea

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(IlustracIó­n de erIc ZampIerI)
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