Arranca la 2ª fase de la gestión Macri: ¿mejor o peor que la 1ª?
Con las elecciones primarias (Paso) de este domingo, puede decirse que arranca también la segunda etapa del actual mandato presidencial, cuyo contorno quedará más nítido con los resultados de las legislativas, dentro de un par de meses.
La pregunta es si el período que se está abriendo será mejor o peor que el primero. Hay varios factores que permiten apostar por un escenario más positivo para la etapa 2017/2019, sea por el contexto regional e internacional, por los aprendizajes de gestión desde 2015 y también por los incentivos comunes de una gama amplia de gobernadores en línea con la administración nacional.
Para que ocurra lo contrario, tendría que darse una feroz tarea de obstrucción legislativa, desplegada por un peronismo unificado con el liderazgo de la expresidenta. O suponer que la resolución de los desequilibrios macroeconómicos que subsisten sólo habrá de lograrse a través de una nueva crisis, con ajuste violento de las variables.
No parece haber tanto sustento para imaginar ese tipo de desenlaces, aunque eso no implica que la tarea del Gobierno nacional carezca de desafíos.
La situación económica de la provincia de Buenos Aires, donde se libra la principal batalla electoral, ilustra las dificultades del oficialismo, pero también permite subrayar que no es apropiado extrapolar al futuro o a otras regiones del país las condiciones del presente.
Monitor
Los datos del monitor de provincias del Ieral muestran que, pese a la recesión de 2016, jurisdicciones como Córdoba o Santa Fe ya presentan (segundo trimestre de 2017) un nivel de actividad entre cuatro y cinco por ciento superior al de la última fase de la gestión presidencial anterior, y también una leve variación positiva del empleo privado.
En cambio, esos guarismos marcan para la provincia de Buenos Aires una recuperación más moderada, del orden del dos por ciento, y todavía una contracción de los puestos de trabajo privados (uno por ciento negativo), siempre en relación con el tercer trimestre de 2015.
Aunque el perfil productivo de estas tres jurisdicciones no es tan diferente, es evidente que las peculiaridades de Buenos Aires influyen en la brecha que sacaron Córdoba y Santa Fe.
La herencia que recibió María Eugenia Vidal fue mucho más pesada que la de sus pares de Córdoba y Santa Fe, con una provincia imposibilitada de hacer política anticíclica durante la recesión de 2016 (por la magnitud del rojo fiscal), con un aparato productivo relativamente más anquilosado por la vigencia de los cepos (2011 a 2015) y con una infraestructura incapaz de atenuar los fenómenos climáticos (inundaciones) que afectaron a una fracción signifi- cativa de la actividad agropecuaria. Para peor, Buenos Aires es la más “brasildependiente” de las provincias, por lo que la brutal caída de casi ocho por ciento del producto interno bruto y de 40 por ciento de las importaciones del país vecino, en el acumulado de los últimos dos años, pegó de lleno en ese territorio.
Todo esto en un momento en el que las transferencias fiscales automáticas desde la Nación hacían piso: es paradójico que en una de las listas opositoras de este domingo aspiren a cargos expectables los dos principales responsables (una expresidenta y un exgobernador) de la cuota más baja de la historia percibida por Buenos Aires en la coparticipación federal, ya que de una porción de por sí magra, de 24 pesos por cada 100 transferidos en forma automática a principios de los 2000, se cayó a 19 pesos por cada 100 hacia 2015.
No ha sido gratuita la política de rienda corta para imponer condiciones, aplicada en las gestiones anteriores, junto con subsidios y planes sociales manejados de modo clientelar.
Escenario
Una de las razones por las que el escenario 2017/2019 apunta a mejorar la performance de 2015/2017 deviene de la remoción de restricciones (cepos, cortes de energía, desencuentro con el resto del mundo) que operaban sobre las actividades productivas.
A su vez, al margen del color político, quienes administran municipios y provincias saben que es clave mantener abierto el crédito externo para financiar inversiones. Sin embargo, el crecimiento no podrá acelerarse demasiado, porque la inversión privada está limitada por la escasa rentabilidad y las políticas fiscal y monetaria no podrán jugar un rol expansivo en los trimestres por delante.
Después de octubre, habrá oportunidad para pasar en limpio los fondos recibidos por las provincias, incluidos los subsidios que fluyen a la región metropolitana, de modo que la cancha quede más nivelada y no con un nuevo tipo de pendiente. Pero el punto es que el crecimiento potencial de Buenos Aires habrá de aumentar en forma significativa por varios factores: a) la salida de la recesión de Brasil; b) la posibilidad de ordenar sus cuentas y mejorar la prestación de servicios como salud, educación y seguridad, algo que ya se insinúa; c) la corrección, aunque parcial, de la discrecionalidad fiscal padecida, acentuada de 2003 a 2015, que permitirá modernizar su infraestructura. Y estamos hablando del distrito que aporta el 40 por ciento del producto bruto geográfico.
Por supuesto que lo ideal sería que estas nuevas opciones que se abren para una jurisdicción como Buenos Aires ocurran en el marco de un pacto federal, que involucre a provincias y a Nación.
No es sencillo unificar las posiciones, pero el hecho que el Gobierno nacional y el de La Plata sean del mismo signo político genera una especie de “dilema del prisionero” para el resto de los actores, lo que puede alimentar soluciones cooperativas, en las que el todo resulte superior a la suma de las partes.
* Vicepresidente del Ieral de la Fundación Mediterránea