Negocios

Raúl Depetris y la apuesta por sus propios productos.

Aunque la empresa cuenta con varias décadas, en los últimos dos años sus muebles recibieron numerosos reconocimi­entos al diseño. El secreto de encontrar el lugar en un mercado y con calidad.

- Walter Giannoni wgiannoni@lavozdelin­terior.com.ar

Un eslogan de la Pyme dice: “Amamos la madera maciza”. En el fondo, ese es el sentimient­o que lleva en el corazón Raúl Depetris, un carpintero apasionado, según reconocen sus mismos colegas. En los últimos años es cada vez más frecuente verlo en ferias y exposicion­es –como será la próxima Expo Estilo Casa– donde el diseño es la carta principal para ostentar un lugar en el mercado.

“Con la empresa empecé en 1992, ya llevaba entonces varios años con mi carpinterí­a de obra, entonces decidí pasar a los productos estándar. Lo primero fue fabricar mesas extensible­s de madera de algarrobo. Después los clientes comenzaron a pedirme mesas fijas, sillas, modulares”, describe a La Voz. –¿Qué lo llevó a pasar de la carpinterí­a de medida a la estandariz­ación?

–Trabajar a medida requiere mucha mano de obra especializ­ada, lo cual me demandaba un gran esfuerzo, porque personal de esas caracterís­ticas no había ni hay todavía hoy.

–Se lo pregunto porque ese es un dilema conocido: ¿hago o no hago mi producto?

–Lo que pasa es que producir en serie es un poco más sencillo, implica más inversión en equipos, pero a la vez se emplea gente con menor nivel de capacitaci­ón. Ese fue el motivo. –¿Hoy la fábrica hace series cortas y de alta calidad?

–Series de no más de 50 a 80 unidades y de 250 a 300 sillas. Hace cuatro años decidimos empezar a innovar con diseño y a probar con otro tipo de materia prima. Incorporam­os el Eucaliptus gran

dis de forestació­n y relegamos un poco el algarrobo. Pero la mayor apuesta pasó por el diseño de los productos y las terminacio­nes. –¿Cómo es la empresa hoy?

–Estamos mi señora, mi hijo y yo, junto con 10 empleados. Hemos sido un poquito más grandes, pero la realidad del mercado se impuso. Esperemos volver a crecer.

–¿Cómo surgen los diseños que han recibido reconocimi­entos de la crítica?

– Tenemos diseñadore­s que trabajan con exclusivid­ad para nuestra línea de muebles. Luego vamos desarrolla­ndo, complement­ando, ajustando. Nuestros muebles son lustrados, laqueados, combinados. Algo hacemos con patinado y terminació­n acrílica o combinados con laqueado natural y de color. Es lo que estamos presentand­o y algo se vende. –¿Son muebles como que quedan de herencia?

–Ese es el problema que tenemos como fabricante­s: duran toda la vida. Puede haber un público que siga las novedades cada dos o tres años para renovar.

– Ahora, pasar del mueble de medida al estándar implica asimismo un cambio de mercados.

–Por completo. Con otros fabricante­s armamos una línea completa de algarrobo y con vendedores salimos a desarrolla­r una estructura de ventas. Fue bastante costoso abrir ese camino, donde estuvimos codo a codo insistiend­o en una empresa colega, JCL.

–¿Dónde estaban esos mercados?

–En todo el país. Hay zonas que son complicada­s para conseguir revendedor­es. Hoy, con presencia en ferias, logramos los clientes y después los atendemos con las herramient­as digitales. –¿Tiene un público definido para lo que hace?

–Es un mercado distinto, no es un mueble carísimo, pero tampoco barato. Va dirigido a una clase medio acomodada. En consecuenc­ia, estos últimos tiempos hemos estado sufriendo bastante la crisis. El año y medio que pasó fue bastante difícil, hemos tenido que achicar un poco la estructura de la empresa, pero vamos saliendo.

–Junto con calzado y textiles, este sector no conoció hasta ahora los “brotes verdes”.

– El mueble ha sufrido, pero, bueno, hay que ir trabajando con diseño y novedades. El punto es que cada nuevo producto es una inversión importante. Y exportar es imposible con costos argentinos. En 2002 exportamos, pero no se le puede pasar un aumento en dólares a un cliente porque se va.

–Es decir, la importació­n tiene un efecto limitado, pero exportar es imposible. ¿Es así?

– El mayor inconvenie­nte del momento es el enfriamien­to del mercado interno. La fábrica está al 50 por ciento. Tenemos mucho equipamien­to. Estamos esperando una nueva máquina italiana para hacer patas de sillas, es decir, estamos preparados para crecer.

–¡ Si automatiza la fabricació­n de sillas le va a competir a su amigo de JCL!

–(Ríe) No, son diseños diferentes. Estamos lejos de competir entre nosotros. Con José Lazcano estuvimos cuatro años trabajando juntos, con dos emprendimi­entos diferentes, sin llegar a ser socios. Su esposa atendía el teléfono por la mañana para los dos y mi esposa lo hacía igual por la tarde. Hasta que armé mi fábrica en Villa Allende. Gracias a esa integració­n, hace muchos años, crecimos los dos. –¿Cuánta madera puede procesar?

–Llegamos a hacer 120 mil pies por año y siempre teníamos stock para trabajar durante todo ese tiempo. Ahora nos hemos consumido un poco de ese stock.

–Uno sabe qué pasó con los combustibl­es, la energía, los alimentos. ¿Qué pasó con los precios de la madera? – El eucaliptus mantiene un valor razonable y el transporte

es más económico que para el algarrobo, por una cuestión de precios. Lo que sí falta en la madera maciza es financiaci­ón. En cambio, nosotros estamos obligados a financiar al mueblero.

– ¿ Hay una generación de clientes que compra por diseño y otra a la cual no le importa?

–La gente joven compra diseño. Los mayores van a lo tradiciona­l y muy especialme­nte en Córdoba. En cambio, Buenos Aires demanda novedades. –Así que Córdoba va por lo clásico.

–Es muy conservado­ra. Es un error eso de que Córdoba es progresist­a, nos cuesta mucho meter la nueva mercadería. –¿Qué se usa?

–La tendencia pasa por buscar muebles modernos, de líneas rectas, estilizado­s, sin curvaturas, ni torneados. Vetas a la vista, patinados… Hasta ahora, con eso nos va mejor en las premiacion­es que en las ventas (ríe). No obstante, mantenemos una línea clásica y con algarrobo lustrado, que es algo que no hace cualquiera.

– Alguien me dijo que después de los 60 años nadie cambia los muebles. ¿Será así?

–Recién ahora estamos empezando a vender al público, por eso para la primavera vamos a estar

en la Expo Estilo Casa. El mueblero necesita ver el mueble. También queremos bajarle algo de costos al cliente y a la vez mejorar nuestra rentabilid­ad, por supuesto respetando acuerdos. –¿Qué margen le queda a un fabricante de muebles?

–No más del 20 por ciento, después de lo cual viene el Impuesto a las Ganancias. Las mueblerías trabajan con otros márgenes, superiores.

–¿Qué pasó con el costo de la materia prima en estos años de inflación?

–En el año subió 20 por ciento, quizás menos en el eucalipto, que vale 15 pesos el pie. El algarrobo se fue muy caro y hay existencia­s. El cedro y el roble boliviano, que está en cinco dólares.

– ¿ Qué tiene de especial la carpinterí­a que genera tanta pasión en quien la ejerce?

–¡Todo! Es eso, una pasión. Tengo 64 años, por más que algún día me jubile, de la carpinterí­a no me voy a ir nunca. Trabajé como aprendiz desde los 10 años hasta los 15, sólo para aprender el oficio. Vaya a decirle ahora a un chico que haga eso. Pero yo agradezco a mis maestros, porque me enseñaron y a los 18 ya era un oficial completo. A los 22 ya estaba trabajando en sociedad con otra gente.

–Es difícil encontrar carpintero­s, pero los que hay llevan la camiseta puesta, ¿vio?

–Ya le digo: a mi edad, sigo buscando cosas nuevas y no voy a parar aunque mi hijo tome la posta; ahí estaré. –¿Grandes clientes o pequeños? ¿Qué prefiere?

–Hemos atomizado nuestro canal de ventas. Al gran cliente uno jamás puede dedicarle más del 30 por ciento. En eso, es parecido a la exportació­n, cuando exportábam­os. Es delicado el tema, porque quien compra grandes cantidades también cambia de proveedor por cinco centavos de diferencia. Prefiero muchos clientes que una vez al mes me compren una mesa con seis sillas. Cuando se cae un cliente chico, es chico. Cuando se va un grande, la empresa queda mal parada.

–Ahora, con aquello de que va a seguir adelante, veo que le quedan sueños por cumplir.

–Pese a los problemas, económicos, con el personal, con gente que no entiende cuál es la situación económica, seguimos con planes. –Recomiénde­me alguno de los muebles que hace.

–La barra trasnochad­ora. Tiene una bacha en el medio para poner la bebida con hielo.

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(GENTILEZA CÁMARA DE LA MADERA) Mostrar los muebles. Para Raúl Depetris, estar en ferias y exposicion­es es clave. “El revendedor tiene el folleto, pero necesita ver y tocar los productos”.
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