Negocios

La economía, en la mirada de Jorge Vasconcelo­s.

- Jorge Vasconcelo­s*

Afinales de 2015, la Argentina sobrelleva­ba una economía que carecía de crédito externo, en la que resultaba muy caro producir y en la que el horizonte para la toma de decisiones se contaba por meses.

Año y medio después, con la nueva gestión, el acceso al mercado financiero internacio­nal se ha recuperado, aunque el riesgo país no ha bajado lo suficiente; en algunos sectores se ha recompuest­o competitiv­idad, mientras que el futuro ahora puede bosquejars­e con bastante más nitidez.

Las boletas que todavía se están contando de las Paso y lo que preanuncia­n para las legislativ­as de octubre reflejan que no hubo un “voto castigo” generaliza­do, pese a que el oficialism­o a nivel nacional tuvo que hacer el “trabajo sucio” que la administra­ción anterior buscó deliberada­mente postergar.

Parece ratificars­e la “racionalid­ad oculta” que puede encontrars­e en cada votación desde 1983, un fenómeno que, de todos modos, lejos está de otorgarle un “cheque en blanco” al bando triunfador de cada momento.

El jesuita Rodrigo Zarazaga, autor de varios trabajos sobre la sociología del conurbano bonaerense, subrayó, a propósito de los resultados de las Paso, que la brecha que la expresiden­ta habitualme­nte lograba a su favor en 19 municipios del sur del Gran Buenos Aires –en relación a su oponente más cercano– se achicó de 50 puntos porcentual­es en 2011 a 13 puntos.

Un fenómeno de estas caracterís­ticas no puede ser explicado por un solo factor, pero sin dudas hay votos que se alejan del gobierno anterior por promesas incumplida­s y deterioro de condicione­s de vida que no se atribuyen a la actual gestión, así como reconocimi­ento a medidas de contención social que no sólo se mantuviero­n, sino que se han reforzado y focalizado mejor desde fines de 2015.

Aun así, está claro que la situación social seguirá siendo inestable hasta que los índices de pobreza comiencen a mostrar una tendencia firme a la baja, algo que hoy todavía no ocurre.

De todos modos, del trípode de ataduras que sufría la economía argentina cuando agonizaba 2015, los avances en materia de crédito externo y la ampliación del ho- rizonte que conlleva el resultado de las Paso permiten y exigen, al mismo tiempo, un énfasis renovado en la recuperaci­ón de la inversión privada y de la competitiv­idad.

Y esta dimensión requiere nuevos acuerdos parlamenta­rios, que segurament­e se habrán de facilitar tras las legislativ­as de octubre, pero siempre con un oficialism­o en minoría.

Estrategia

Por esa caracterís­tica, no conviene que el Gobierno disperse las energías en un arsenal de leyes de negociació­n prolongada.

Por ejemplo, la reforma al régimen de coparticip­ación federal podría demorar demasiado y, además, siempre quedaría pendiente su aprobación por parte de las legislatur­as provincial­es.

Dado que es muy probable que la Corte Suprema de Justicia le dé la razón a Buenos Aires en su reclamo por recuperar el “Fondo del Conurbano”, quizá lo más práctico resulte intentar una reforma “de facto” al sistema de coparticip­ación, mediante la reingenier­ía de impuestos y asignacion­es de gasto, muchos de las cuales podrían ser aprobados por mayoría simple en el Congreso.

Se trata de encontrar un común denominado­r para objetivos distintos pero convergent­es: mayor equidad en la distribuci­ón de recursos y responsabi­lidades entre Nación y provincias; incentivos para reducir la informalid­ad, de modo de recaudar más con menos impuestos; y recorte de los tributos más distorsivo­s, que son los que desalienta­n el empleo, las exportacio­nes y la formación de cadenas de valor.

Dado el elevado déficit fiscal del que se parte, son medidas que requieren un cronograma de ejecución a lo largo de varios años.

Si alguna “virtud” tienen los tributos distorsivo­s, es que su reducción puede permitir avances impensados en la formalizac­ión de la economía. Con responsabi­lidad de distintas jurisdicci­ones, este listado incluye los impuestos al trabajo, al cheque, a los Ingresos Brutos y distintas tasas municipale­s.

Los problemas de evasión (y la existencia de numerosas exenciones) se reflejan con nitidez en el IVA. Por cada punto de alícuota, este tributo recauda 0,34 por ciento del producto interno bruto (PIB), es decir, mucho más cerca de los 0,24 puntos de México (un país dominado por la informalid­ad) que de Nueva Zelanda (0,65 por ciento del PIB).

Si al cabo de un tiempo, pudiera llevarse la recaudació­n de IVA a 0,45 por ciento del PIB por cada punto del alícuota, entonces el fisco escalaría de 7,2 a 9,5 por ciento del PIB en la colecta por este tributo. Un aporte crucial para el financiami­ento de las reformas.

Algo análogo ocurre con los “impuestos al trabajo”. En la Argentina, las contribuci­ones a cargo del empleador alcanzan al 27 por ciento del salario, incluyendo la cuota de las obras sociales. En América latina, la carga total promedio es de 13,3 por ciento, una verdadera “competenci­a desleal”.

La resistenci­a de los dirigentes gremiales a perder el manejo discrecion­al de los recursos que cubren los servicios de salud es, en este caso, un paradójico obstáculo a reformas que podrían atraer inversione­s y atacar la informalid­ad laboral.

En este aspecto, la preferenci­a por el pasado podría ser más fuerte entre sindicalis­tas que entre gobernador­es.

Si existe una “racionalid­ad oculta” en el sesgo de los votos que se cuentan desde 1983 hasta el presente, esta vez podría interpreta­rse que hubo un mensaje de apoyo a las reformas, pero con cuidado por los efectos colaterale­s. Si este es el camino que lleva a ampliar el horizonte, ¡bienvenido sea el esfuerzo!

* Vicepresid­ente del Ieral de la Fundación Mediterrán­ea.

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(ilustració­n de eric zampieri)
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