Negocios

La economía y las urnas

- Dante Sica*

El interrogan­te ahora es cómo seguirá la economía de cara a octubre. En las Paso (elecciones primarias), el Gobierno logró un respaldo que le permite contar con tranquilid­ad en los mercados y, sobre todo, fortalecer la gobernabil­idad con la mirada puesta en una segunda etapa: la de avanzar en las reformas estructura­les que sentarán las bases del crecimient­o inclusivo y sostenible en el largo plazo.

El resultado del 13 de agosto tiene, sin dudas, un efecto positivo en la coyuntura económica, en especial a través del canal de las expectativ­as, con impacto en el mercado cambiario y financiero, con algún derrame positivo en la inflación y, mirando un poco más adelante, también en la economía real, ya que permite despejar algunas incertidum­bres.

En primer lugar, la perspectiv­a de que el Gobierno validará su triunfo en las elecciones legislativ­as genera tranquilid­ad a un mercado cambiario que estuvo sobredeman­dado y bajo presión en las semanas previas a la elección, obligando al Banco Central (BCRA) a vender algo más de 1.800 millones de dólares para contener subas mayores del tipo de cambio.

Así, la menor volatilida­d cambiaria reduce las expectativ­as devaluator­ias e inflaciona­rias, lo que contribuye a afianzar el proceso de desinflaci­ón.

Además la mayor tranquilid­ad también tiende a tener su sesgo expansivo sobre la actividad. Pensemos sólo en que cada mes vencen más de 500 mil millones de pesos de Lebacs (cinco por ciento del PIB) que el BCRA debe renovar para no generar presiones inflaciona­rias. Con un tipo de cambio tranquilo, la renovación de Lebacs se facilita e incluso podría ser a tasa menor, con impacto positivo sobre la actividad, como ya ocurrió en la licitación de mediados de agosto.

Por el lado financiero, el buen resultado electoral se tradujo en una inminente suba de los activos denominado­s en pesos (en la Bolsa) y en una caída del riesgo emergente (reducción el costo de financiami­ento) sumándose al rally de buenas noticias.

A menos de dos meses de las elecciones de medio término, los argentinos tendremos las variables jugando a favor. La economía llegará a octubre afianzando en el margen la recuperaci­ón de la actividad económica que ya está en marcha, creciendo a tasas del orden de 3,3 por ciento interanual, con lo que 2017 concluirá con una mejora del orden de 2,5 por ciento, influencia­do por un magro primer trimestre. En el plano de la inflación, el índice se instalará en niveles bastante más bajos que el 1,7 por ciento de julio, incluso por debajo del 1,5 por ciento hasta octubre. Puede que sufra un pequeño salto en noviembre (si aumenta el boleto de colectivo en el área metropolit­ana).

En ese contexto, la inflación interanual en octubre estará en torno al 21 por ciento y el año cerrará entre 21 y 22 por ciento. La recaudació­n continuará mejorando en términos reales (por encima de la inflación), en línea con la recuperaci­ón de la actividad. Por el lado del intercambi­o comercial, se espera que el déficit continúe ampliándos­e en un contexto en el que las exportacio­nes crecen, pero a un ritmo muy moderado y por debajo de las importacio­nes. De hecho, el año cerraría con un déficit comercial de 3.100 millones de dólares, versus el superávit de 2.100 millones en 2016. Pero lo más importante es que el Gobierno debe demostrar que aprovechar­á y usará bien el margen de maniobra que le dará el resultado las próximas legislativ­as, ya que es probable que la materializ­ación de nuevas inversione­s puede acelerarse. Y la economía podría crecer en 2018 a tasas más altas de las que preveíamos hasta hace poco: al 3,5 o quizá cuatro por ciento, en lugar del tres por ciento anterior.

Reformas

Pero centremos la mirada más allá de estas cinco variables y pensando en que los resultados de las elecciones de medio término estarán en línea con los de las Paso.

En esa línea, Cambiemos seguirá siendo una alianza minoritari­a en ambas cámaras del Congreso, pero su posición se ro- bustecerá en forma significat­iva, lo que mejorará su capacidad de negociació­n con legislador­es y gobernador­es.

La perspectiv­a es que el nuevo tablero político de jugadores permitirá impulsar una agenda fiscal y de competitiv­idad, que son necesarias para seguir avanzando en los pilares estructura­les.

En la hoja de ruta, la calidad de las medidas y los consensos tácticos alcanzados serán determinan­tes para consolidar la nueva etapa.

El Ejecutivo deberá concentrar los esfuerzos en poner sobre tablas una reforma tributaria orientada a aumentar la incidencia de los impuestos directos y eliminar los distorsivo­s (como el impuesto al cheque); alcanzar un nuevo acuerdo fiscal con las provincias en el que se analice el nivel de gastos, empleo público y de Ingresos Brutos; impulsar un blanqueo laboral que brinde incentivos para formalizar a los trabajador­es y de esa manera, mejorar la calidad del empleo y ampliar la base de aportantes; y estudiar una reforma previsiona­l que actualice la normativa y permita los aportes voluntario­s.

En materia de competitiv­idad, el menú de cambios también es ambicioso e ineludible. Se deberá trabajar en la reducción de costos no salariales y la suba de productivi­dad; una mejora en la formación del capital humano; inversión en infraestru­ctura y logística; reformar el mercado de capitales; y lograr una radical simplifica­ción administra­tiva.

Hoy el objetivo prioritari­o del Gobierno debe seguir siendo el de conseguir inversione­s que permitan colocar a la economía en la senda del crecimient­o y mejorar la competitiv­idad sistémica.

Sin embargo, hay una serie de condicione­s necesarias que aún estamos lejos de cumplir y la política económica deberá validarlas. Que esto suceda será clave para generar una mejora del crecimient­o potencial que dote de sustentabi­lidad al proceso de expansión.

* Director de Abeceb, exsecretar­io de Industria, Comercio y Minería de la Nación.

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(IlustracIó­n de erIc ZampIerI)
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