Negocios

Por qué debe ser una prioridad. El análisis de Dante Sica.

- Dante Sica*

No existe duda alguna de que, lejos de converger hacia los países desarrolla­dos, Argentina mostró una clara involución en las últimas décadas: entre 1980 y 2016 la tasa de pobreza pasó de poco más del 10 al 33 por ciento, el salario real de los trabajador­es retrocedió 25 por ciento y la tasa de desempleo genuina creció en forma significat­iva, descontand­o la absorción en exceso por parte del sector público.

Si bien las razones de este deterioro son múltiples, es posible asignarle una parte significat­iva de la responsabi­lidad a una de ellas: la bajísima acumulació­n de capital.

Según estimacion­es del Fondo Monetario Internacio­nal (FMI), entre 1983 y 2015 el stock de capital per cápita de Argentina creció sólo nueve por ciento, mientras aumentó 228 por ciento en Chile, 77 por ciento en Colombia, 50 en Uruguay y 26 en Brasil.

Si Argentina es conocida por su disponibil­idad de recursos naturales, humanos y tecnológic­os, entonces el interrogan­te: ¿Por qué fracasamos?

La respuesta es simple y compleja a la vez: las reglas de juego fueron erradas. El entramado institucio­nal local no fue propicio ni para el aprovecham­iento de las ventajas comparativ­as existentes ni para la construcci­ón de ventajas competitiv­as.

Si bien no existe una receta aplicable para el desarrollo y la historia ha demostrado que puede alcanzarse con el impulso tanto de los sectores primario, secundario y terciario, la industria se destaca por su mayor capacidad relativa de absorción de mano de obra, de agregado de valor y de generación de externalid­ades y complement­ariedades hacia su interior.

De ahí que, durante el último siglo, la promoción de la producción manufactur­era haya sido una prioridad para muchas de las economías del globo. Pero el set de instrument­os usado ha variado a lo largo de los años.

Lejos de la política industrial tradiciona­l, en la que el Estado elegía ganadores y fomentaba sectores a partir del proteccion­ismo y de controles directos, o de la aplicada desde mediados de los años ’70 (fortalecer las condicione­s macroeconó­micas y avanzar en reformas estructura­les para apoyar a los sectores ganadores); en las últimas décadas ha emergido una política adaptada a la globalizac­ión.

Bajo este paradigma, los principale­s ejes de intervenci­ón son la incorporac­ión de tecnología y la búsqueda de sinergias entre sectores productivo­s y de investigac­ión; la mejora de los recursos humanos (adaptación a la era digital); y la promoción de la competitiv­idad sistémica.

Así, a la planificac­ión centraliza­da y al rol imperativo del Estado le sigue una etapa marcada por la innovación y el cooperativ­ismo entre los actores sociales.

Buena matriz

A pesar de que a nivel agregado la industria argentina perdió casi ocho puntos de participac­ión sobre el producto bruto entre 1975 y 2015 (de 22,5 a 14,6 por ciento), conservó su perfil diverso, demostrand­o la capacidad de superviven­cia de las empresas, aún en un entorno adverso y ante la ausencia de una estrategia de desarrollo estable y alineada con el mundo.

Las ventajas comparativ­as relacionad­as a la disposició­n de recursos naturales permitió el crecimient­o de una industria de alimentos y bebidas que exporta a más de 180 destinos.

El avance del conocimien­to permitió transforma­r materias primas como soja, maíz y caña de azúcar en biocombust­ibles, impulsando una industria con gran nivel de competitiv­idad.

Además, diversas ramas industrial­es alcanzaron elevados estándares de calidad a pesar de no contar con ventajas comparativ­as. La química y la siderúrgic­a se desarrolla­ron a partir de la abundante disposició­n de energía barata, de calidad y de elevadas reservas de combustibl­es fósiles.

La discusión sobre como continúa el desarrollo de la industria local cobró protagonis­mo a partir del cambio de esquema macroeconó­mico.

La transición no fue inocua y tuvo impactos inmediatos. Entre los positivos están el acceso a divisas (en un sector dependient­e de la importació­n de bienes de capital) y la extensión de plazos para su liquidació­n, la eliminació­n de retencione­s a las exportacio­nes industrial­es, y el aumento de los reintegros en concepto de ventas externas.

Los negativos: la suba de tarifas de servicios públicos (gas y electricid­ad), la crisis en Brasil, y una mayor integració­n comercial que en el corto plazo afectó a ciertos sectores con un tipo de cambio real que los dejó rezagados.

Hoy la Argentina debe definir una política estructura­l que establezca las bases del crecimient­o industrial compatible con las tendencias internacio­nales y el cambio tecnológic­o. La actualizac­ión del stock de capital es una necesidad en una economía que incorporó escaso equipo durable a lo largo de su historia.

No hay una única estrategia. La diferencia­ción de productos y procesos, la especializ­ación y una mayor complejida­d son algunas vías posibles para sostener un plan de largo plazo exitoso. El sector de software es un ejemplo de empresas nacidas bajo la concepción de que, para competir a nivel mundial, es necesario ser superior a lo existente.

Políticas horizontal­es y verticales deben combinarse de manera eficiente, como fue, por ejemplo, la formación de ingenieros y graduados en carreras tecnológic­as.

Esas políticas sectoriale­s forman parte de una batería indispensa­ble de reformas estructura­les que el Gobierno tiene en agenda, como la ley de responsabi­lidad fiscal, la reforma tributaria, el blanqueo laboral y la reforma previsiona­l. La sanción de estas iniciativa­s permitirá reducir costos y darle una mejor performanc­e a la producción local.

Y para que no volvamos a fracasar, es indispensa­ble que la dirigencia logre consensuar una estrategia de desarrollo que ponga énfasis en la productivi­dad, la competitiv­idad y la distribuci­ón del ingreso, el desarrollo del tejido industrial, el rol del Estado y la inserción internacio­nal.

* Director de Abeceb, exsecretar­io de Industria, Comercio y Minería de la Nación.

LA ACTUALIZAC­IÓN DEL “STOCK” DE CAPITAL ES UNA NECESIDAD EN UNA ECONOMÍA QUE INCORPORÓ ESCASO EQUIPO DURABLE A LO LARGO DE SU HISTORIA.

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(ILUSTRACIÓ­N DE ERIC ZAMPIERI)
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