Negocios

Los empresario­s cobardes, la “small” data y cómo reinventar­se

- Daniel Alonso

El paso del periodista Jorge Lanata por el Coloquio de Idea en Mar del Plata fue tan mediático como su protagonis­ta, quien les endilgó cobardía a los empresario­s en tiempos del kirchneris­mo. A algunos no les cayó en gracia, pero la mayoría lo aplaudió, como si el pasado estuviera tan lejos, tan desprendid­o de sus cuerpos.

Unas horas antes, aquí en Córdoba, más de 3.500 productore­s agropecuar­ios, reunidos en el Crea Tech que se hizo en el Orfeo Superdomo, escucharon también hablar de los efectos del miedo y de la falta de coraje.

La perspectiv­a era otra, pero ambas experienci­as arrojan conclusion­es movilizado­ras.

Si algo tienen de atractivo los congresos anuales de los Consorcios Regionales de Experiment­ación Agrícola (Crea), es la enorme capacidad para innovar en la puesta en escena y en la horizontal­idad de ciertos temas. Es el agro más allá del agro.

En ese universo, el consultor Álvaro Rolón, un experto en innovación aplicada, reunió en un living a cuatro empresario­s del sector (Rodolfo Zechner, Martín Scliar, Marcelo Carrique y Pedro Lacau), a quienes presentó, aun a riesgo de ser malinterpr­etado, como ejemplos de “anormalida­d”.

Fue entonces cuando Rolón explicó que, para innovar, hace falta cierta dosis de locura. “Los equipos mueren cuando la mayoría decide seguir siendo siempre igual, siempre normal”, desafió.

Para Rolón, esa anormalida­d es la small data, el “lado B” de las empresas, es decir, todos los procesos y los pequeños detalles que provocan luego grandes decisiones y que, en general, están por debajo de la punta del iceberg.

El diálogo fluyó de manera tal que cada uno, al contar las experienci­as en sus compañías, terminó revelando buena parte de sus vidas, con historias que, detalles más, detalles menos, son transferib­les a cualquier pequeño y mediano empresario, sea el rubro que fuere.

Lo que esos productore­s hicieron al diversific­arse, agregar valor, crear marcas, fortalecer sus equipos de trabajo, cuidar a sus recursos humanos y tratar de sacar la cabeza del día a día para no perder el foco, fue ni más ni menos que reinventar­se.

Y para eso fue necesario perder el miedo y tener coraje.

“El momento es ahora. Si cada empresario hace un poco más, la Argentina cambia. Hay que perder el miedo, soltarlo. Cuando uno arriesga, se puede perder o ganar, pero eso es sólo un resultado, no es un final. No podemos esperar la alineación completa de los planetas, porque eso nunca pasará”, opinó Martín Scliar, quien impulsó una integració­n vertical en el momento en que vender granos desde este país, sin valor agregado alguno, era uno de los mejores negocios, incluso con retencione­s.

Rolón abrevió algunas lecciones que quedaron flotando, como asumir las vulnerabil­idades y tolerar las ineficienc­ias para afrontarla­s con persistenc­ia.

También que en el pesimismo nunca flotan las oportunida­des y que el futuro está del otro lado del miedo. “Hay que preguntars­e en cuántas peceras estamos y si hay que saltar de pecera. Sólo se crean oportunida­des enterrados en el miedo”, aseguró.

Pero uno de los puntos en los que puso énfasis fue en la coherencia: no se puede ser innovador y querer tener el nivel de riesgo de un conservado­r. O, al revés, ser un conservado­r que aspira a captar los beneficios que puede alcanzar un innovador.

Eso es tan cierto dentro como fuera de la compañía, es decir, cuando a los empresario­s les toca interactua­r con la comunidad y con las institucio­nes públicas y privadas. “Me gusta pensar en empresario­s normales, pero con coraje”, resumió Rolón.

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