Dos años de crecimiento, pero aún a la intemperie
La recuperación de la economía argentina en 2017, con una variación del producto interno bruto (PIB) cercana al tres por ciento, apunta a continuar a un ritmo similar en 2018, fenómeno que no sucedía desde 2010/11.
De la mano de las altas tasas de interés y de un gasto público que sube menos que la recaudación, la política monetaria y la fiscal serán menos expansivas de aquí en adelante, pero los principales socios comerciales (Brasil y China, en particular) pueden jugar de contrapeso y, sobre todo, la ampliación del horizonte político derivada de las legislativas de octubre y del pacto fiscal ayudará a materializar inversiones, aunque en una gama no demasiado amplia de sectores, por la acotada rentabilidad existente y por la demorada reforma laboral.
En lo internacional, las condiciones financieras no deberían sufrir alteraciones bruscas y el PIB mundial podría acelerar algo más. Pero existen riesgos, por una suba inesperada de la inflación y de las tasas de interés en los Estados Unidos, o por el estallido de una de las tantas crisis geopolíticas posibles.
Y así como la Argentina hoy resulta atractiva para cierto perfil de inversores, es, a la vez, un país vulnerable, por sus déficits gemelos (fiscal y externo), por la dependencia en su financiamiento y porque está a mitad de camino en objetivos clave como domar la inflación y lograr que las exportaciones reaccionen. Sin estos logros, el viaje seguirá siendo a la intemperie.
Así como 2016 había sido un año cargado de incertidumbre, en particular durante su primera parte, 2017 termina siendo muy positivo para los emergentes, por la magnitud de los flujos de capital, la recuperación del comercio mundial, la permanencia de las condiciones de liquidez y un crecimiento bastante sincronizado en las distintas regiones del planeta.
Materias primas. Los precios de las commodities se han estabilizado en un andarivel razonable, luego del derrumbe de principios de 2016 que sufrieron materias primas como el petróleo. Así, el PIB mundial, que había crecido sólo 3,2 por ciento el año pasado, está pasando ahora a un guarismo de 3,6 por ciento y apunta a 3,8 por ciento en 2018.
Socios. Los principales socios comerciales de la Argentina se han sumado a la tendencia global. En Brasil, por caso, las importaciones totales, que se habían derrumbado 19 por ciento interanual en 2016, suben nueve por ciento este año y lo harán algo más en 2018. Las importaciones de China, a su vez, que habían caído 5,5 por ciento interanual en 2016, aumentan 11 por ciento en 2017, guarismo que se repetiría en 2018, de la mano de un PIB que crece, en forma estable, a seis por ciento anual, y de una conducción política unificada.
En términos más generales, las importaciones mundiales medidas en volumen mejoran 4,5 por ciento este año, contra un magro 1,2 por ciento en 2016.
Dólar. El debilitamiento del dólar en el mundo (contra el resto de las divisas) ha sido importante para estabilizar las materias primas y para relanzar el comercio. Para 2018 no se ve la amenaza de un “superdólar”, ya que Estados Unidos convive con un déficit de cuenta corriente (balanza de pagos) de 3,4 por ciento del PIB, contra un superávit de tres por ciento de la Eurozona.
No hay diferencia de tasas reales de interés entre ambos bloques que justifique mayores cambios en la paridad actual de 1,19 dólares por euro, salvo que el presidente estadounidense, Donald Trump, saque algún plan de la manga para mejorar las chances republicanas en las legislativas de 2018, y que eso obligue a la Reserva Federal a abandonar el “modo gradual” del presente.
Paradoja
Es en este contexto en el que resalta la paradoja argentina, de ser uno de los países de la región con horizonte político más amplio pero, al mismo tiempo, uno de los más vulnerables si en el escenario internacional irrumpe algún “cisne negro”.
La dependencia del ahorro externo se mide por el déficit de cuenta corriente del balance de pagos, que en la Argentina llegaría a 4,5 por ciento del PIB en 2018. A la inversa, Brasil y México son menos frágiles en su flanco externo (déficits de entre 1,4 y 1,9 puntos del PIB), pero tendrán incertidumbre política hasta que se diriman las presidenciales del año próximo.
Hasta aquí, las condiciones internacionales y el elevado déficit fiscal han derivado en un escenario de marcada apreciación del peso, desalineado quizá de 15 a 20 por ciento con el equilibrio de largo plazo.
Hay quienes piensan que un cimbronazo externo sería buena noticia para los exportadores, dado el impacto alcista que tendría sobre el precio del dólar. Pero no hay que minimizar los efectos colaterales, dado que el grueso de la deuda pública es en divisas, y también el riesgo de un fuerte traspaso a la inflación local.
Por ende, en lugar de hacer apuestas, conviene dedicarse a cerrar flancos de vulnerabilidad y a buscar más competitividad por fuera del factor cambiario.
Política macro. Es relevante lo que ocurra en el primer trimestre de 2018 con la inflación. Hoy conviven la tasa real de interés en su nivel más alto (12 puntos) con la expansión más significativa del crédito (algunas líneas suben 70 por ciento interanual), dos fuerzas contrapuestas que habrán de decantarse de aquí en más.
¿Está el Banco Central buscando una recesión para domar la inflación? No arriesgaría tanto. Más bien está incómodo con el tamaño de la brecha (cinco puntos) entre expectativas y la meta a 12 meses vista.
En lo que hace a la vulnerabilidad, la clave es que el Congreso acompañe las medidas de responsabilidad fiscal vinculadas con el gasto público. Así, es posible que, a fines de 2018, la Argentina pueda celebrar el “milagro” de tres años seguidos de crecimiento.
* Vicepresidente del Ieral de la Fundación Mediterránea.
LA ARGENTINA HOY RESULTA ATRACTIVA PARA CIERTO PERFIL DE INVERSORES, PERO A LA VEZ ES UN PAÍS VULNERABLE.