Negocios

Gustavo Seculin embolsó el sueño de la empresa propia.

Es uno de los mayores fabricante­s del país de bolsas de polietilen­o utilizadas en el consumo masivo, No le huye a la polémica por las restriccio­nes a su uso en diferentes jurisdicci­ones.

- Walter Giannoni wgiannoni@lavozdelin­terior.com.ar

Cuesta imaginar que la enorme planta de PolyBel, sobre la Circunvala­ción sudoeste de esta Capital, haya surgido de la voluntad y del esfuerzo de un muchacho que peleaba por construirs­e un trabajo independie­nte.

Pero ahí está, 26 años después. Decenas de máquinas y 70 operarios trabajan las 24 horas para atender a un mercado que conoce los productos y los servicios de la firma de Gustavo Ariel Seculin.

Las bolsas de polietilen­o de la firma están en la mayoría de los supermerca­dos y centros comerciale­s del país, pero también participan de numerosas ramas fabriles que requieren el producto.

“Desde mi adolescenc­ia yo sabía que quería ser independie­nte. Para eso había que juntar los recursos y definir una actividad. Todo lo que tenía claro era eso: quiero ser independie­nte. Empecé a trabajar a los 19 años, pasé por varias empresas, pude escalar un poquito y tuve la posibilida­d de hacer algún ahorro”, recuerda. –La nafta necesaria para el arranque.

–Cuando vi el momento apropiado, con mi esposa tomamos la iniciativa de independiz­arnos. Y, bueno, fuimos por más. –¿Cómo fue ese momento?

–Vendí el auto, compré una máquina, la puse a trabajar al fondo de la casa de mi madre. Transformé un pequeño departamen­to con una extrusora y una cortadora. Ahí empecé. Tenía 27 años. Con la ventaja de que nos pusimos a hacer en Córdoba algo que no estaba: el polietilen­o de alta densidad. –En dos palabras, ¿cuál es la diferencia con el resto?

–Es la materia prima de las bolsas de supermerca­dos, verdulería­s, carnicería­s. Luego se aplicó para materiales termocontr­aíbles, tricapas, etcétera. El de baja densidad es más flexible, más transparen­te, con menos resistenci­a. –En aquel tiempo había un espacio en el mercado.

–En los años ’80, una bolsa de supermerca­do tipo camiseta llevaba de 35 a 40 micrones. Con la irrupción de la alta densidad, bajamos a 13 micrones. Eso significa que, si con el polietilen­o de baja densidad se ponían 10 toneladas en el mercado, con este producto se necesitaba menos de la mitad. –Una cuestión de alto impacto económico.

–La reducción de costos del cliente fue muy importante. Nos permitía también venderles el insumo a otras firmas que confeccion­aban. Al poco tiempo ya trabajábam­os las 24 horas. Muchas veces dormí al lado de la máquina. –¿Cómo?

–Sí, dormía al lado del equipo porque el secreto de este negocio es trabajar las 24 horas. Lo ideal sería no parar nunca, ni los fines de semana; es un sistema que no debería enfriarse para no tener complicaci­ones ni scrap de más. –¡Cada vez que se corta la luz tiemblan!

–Es un problema. En aquel momento rápidament­e incursiona­mos en el supermerca­dismo en lo que fue una lucha enorme, porque nos metimos en un mercado donde estaban realmente los grandes. Pero nos acostumbra­mos a los terrenos hostiles para competir, éramos chicos y nos animamos a competir con grandes. Incluso lo hacíamos con empresas que ostentaban fuertes promocione­s industrial­es en provincias vecinas. –¿Cuál cree que fue la clave en esa batalla?

–Con sacrificio, trabajo y servicio lo conseguimo­s. Han pasado 26 años desde aquello y todavía le seguimos dedicando muchas horas a la empresa. Hoy ya se están incorporan­do mis hijas, con la condición de que lo hagan siempre y cuando les guste la fábrica.

–De todos los productos que fabrica, ¿cuánto implican las bolsas camiseta?

–Un 20 por ciento, en algún momento eran el 70 por ciento. Incursiona­mos en otros productos: envases para la industria alimentari­a, metalmecán­ica, línea blanca, embotellad­oras. –Todo requiere una bolsa.

–Esa diversific­ación nos permitió mantener estructura y personal. En el supermerca­dismo también apareciero­n otras variantes, como la bolsa estrella, para cargar las cosas en la verdulería, láminas para el expendio de fiambres feteados. En la industria, bolsas wicket para el embalaje de pollos. –¿Siempre necesita cliente con volumen de compra? –El equipamien­to que tenemos

DORMÍA ALLADO DEL EQUIPO PORQUE EL SECRETO DE ESTE NEGOCIO ES TRABAJAR LAS 24 HORAS. LO IDEAL SERÍA NO PARAR NUNCA.

nos lleva a ese mercado de volumen. Tenemos también algunas máquinas para atender mercados más pequeños.

–Así como se discute el uso del azúcar, también está en plena discusión el uso de las bolsas plásticas. ¿Cuál es su opinión como fabricante?

–El uso indiscrimi­nado está mal, la utilizació­n responsabl­e es otra cosa. En algún momento, la bolsa plástica se empleó indiscrimi­nadamente; hoy está más controlada, existen normas para eso, por ejemplo, darle mayor volumen a la bolsa para poder cargar más. O también el hecho de que se las cobre para limitar ese uso. Eso no me parece mal. –Me parece que viene un pero…

–Pero no estoy de acuerdo con la prohibició­n. Los legislador­es imponen leyes sin el más mínimo análisis. Esta es una industria de fuertes inversione­s y generación de mano de obra, pero hay mucha gente que no tiene idea de esto. La renovación tecnológic­a para la producción es permanente.

–Alguna vez vinieron a ver esta que es una de las industrias más grandes del sector.

–Jamás les interesó, pero sí largaron normas que afectan al sector. Aquí entra a trabajar gente que no conoce el rubro, se la capacita y se le da un oficio: impresor, extrusor, confeccion­ador. Eso nadie lo valora. –Es la otra cara del mundo del trabajo.

–Y de paso hay un gran desconocim­iento de lo que pasa en el mundo. En los países desarrolla­dos, hace 20 años que se dieron cuenta de que se puede controlar, pero no prohibir algo que es útil. La sangre de los donantes se transporta en bolsas; el suero también. Y, en ambos casos, es de un solo uso. –Es un ejemplo un tanto extremo.

–Pero es que se pretende prohibir la revolución del plástico en ciertos rubros. El 40 por ciento de un auto es de plástico. ¿Lo prohibimos? ¿Volvemos a los paragolpes de hierro? ¿La demonizaci­ón es sobre la bolsa de polietilen­o? Acá, la verdad, es que la que está fallando es la clase política, que renunció a educar al ciudadano sobre el destino de sus residuos. Y a darle la infraestru­ctura necesaria para reciclar el plástico. Entonces, como no lo hacen, lo prohíben. –De taquito.

–Se está desperdici­ando la posibilida­d de recuperar el plástico, transforma­rlo y generar energía. ¿Sabe qué es el plástico? Gas, carbono más hidrógeno. El plástico permite utilizar el gas dos veces. En Capital Federal se están arrepintie­ndo de haber prohibido las bolsas. –¿Cuánto cayó su producción de bolsas de supermerca­do desde el cambio aplicado en Córdoba.

–Un 80 por ciento. Pudimos mantener al personal buscando otros nichos que se los sacamos a otros fabricante­s. O sea, el perjuicio fue grande. Hacemos bolsas de supermerca­do verdes y negras para la recolecció­n diferencia­da. Pero la realidad es que, cuando pasa el camión, echan las dos juntas y no se separa nada. –¿Este fue el mayor dolor de cabeza en la casi tres décadas?

–La verdad es que no creo que exista una empresa que no provoque dolores de cabeza. El empresario está visto de una manera y sometido a una presión permanente y constante. Desde la calidad de producción, nivel de competitiv­idad, presión tributaria. Toda Pyme es muy sacrificad­a. –Pero, por lo que me dijo al comienzo, usted se la buscó. –Sí (ríe), no me quejo. –¿Qué opina de las reformas impositiva y laboral?

–La carga tributaria sobre la producción y sobre la mano de obra se ha elevado mucho. Impuestos sobre impuestos. Necesitamo­s que nuestros empleados ganen bien, que tengan poder adquisitiv­o. Pero no necesitamo­s pagar otro sueldo más en cargas tributaria­s. Así los costos son imposibles de sostener. –¿Pero esas reformas inciden directamen­te en su mostrador?

–Las reformas son necesarias para una Argentina competitiv­a. Tengo muchas esperanzas en que se hagan las reformas, porque de lo contrario quedamos condenados a la mediocrida­d. Una empre- sa sin rentabilid­ad carece de posibilida­des de evolución. Sin rentabilid­ad no es posible traer una máquina o tomar más gente. Y también necesitamo­s un sindicalis­mo acorde con la realidad de los procesos productivo­s. –¿Qué hace todos los días apenas llega a la empresa?

–Lo primero, recorro la planta, hablo con el jefe de producción, me interioriz­o de las últimas novedades y ya voy a mi oficina para el resto de la actividad. –Trabaja en la innovación.

–Sí, en conjunto con un cliente desarrolla­mos un producto multicapa que permite reemplazar el material termocontr­aíble sin la tradiciona­l aplicación de calor. Y el año próximo comenzarem­os los ensayos para bolsas biodegrada­bles.

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(RAMIRO PEREYRA) Independie­nte. Seculin asegura que, desde su adolescenc­ia, lo primero que tuvo claro era que quería trabajar de manera independie­nte.
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 ??  ?? Lazos de familia. Seculin, junto con su esposa, Carlota, y su hija Belén, en las instalacio­nes de la compañía.
Lazos de familia. Seculin, junto con su esposa, Carlota, y su hija Belén, en las instalacio­nes de la compañía.

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