Iván Vera, con termómetro para medir la intensidad.
El chileno Iván Vera ideó un índice de intensidad de innovación para medir el impacto en las empresas. Impulsa un acceso universal a herramientas básicas.
La innovación es algo más que una cuestión de actitud. Es una disciplina que se puede aprender y puede medir cuál es el nivel óptimo para una organización.
Así piensa Iván Vera, especialista chileno en innovación desde 1989, fundador de Innspiral, que asesora a 15 empresas en esta materia, y presidente del Club de la Innovación, de la que participan 45 compañías y siete universidades.
El año pasado, traído por la aceleradora Alaya, Vera conversó en Córdoba con empresarios y emprendedores locales. Allí advirtió que el mundo está pasando “de una mentalidad de la escasez a una de la abundancia”, en la que ya “no compiten las empresas, sino los sistemas” y, por lo tanto, es clave “crear mecanismos de articulación” entre las compañías.
Su primer caso de éxito le llegó en 2004 con Citac, fabricante de tubos, cañerías y perfiles de acero, que buscaba “descommoditizar” sus productos. Para eso, desarrolló un índice para medir la gestión de la innovación en función de un dato concreto: las utilidades.
“Se puede medir el grado de innovación como el porcentaje de las utilidades económicas de la empresa que vienen de innovaciones con menos de cinco años. A eso le llamé el índice de intensidad de innovación y lo bauticé como I3”, explicó. Durante 40 años, la empresa había hecho los mismos productos, por lo cual el I3 partió de cero y llegó a 40 por ciento a los siete años.
Asesorando a Enaex, cuarto fabricante mundial de explosivos en especial, para la minería), partió de un índice de 2,4 por ciento y llegó a 18,2 por ciento en cuatro años.
Según el especialista, el nivel promedio mundial de su indicador para las empresas que aplican la innovación, al que denomina 3M, es de 32 por ciento, pero en Chile las empresas que empiezan a medirlo, “parten de menos del cinco por ciento”.
Al respecto, aseguró que una compañía que quiera considerarse innovadora debe lograr un I3 por encima del 10 por ciento, porque es a partir de ese nivel que el directorio o el dueño de la compañía empieza a prestarle atención y a invertir en esta disciplina.
“EL PROBLEMA DE SIEMPRE ESQUELAS TECNOLOGÍAS Y EL CONOCIMIENTO VAN MÁS RÁPIDO QUELAS REGULACIONES”.
Talento y capital
Vera cuestiona el valor superlativo que se le da al Silicon Valley – el famoso parque tecnológico ubicado en California (Estados Unidos) donde nacieron Google y Facebook–, como modelo innovación en el mundo.
“El modelo Silicon Valley tiene ciertos principios, pero no se puede reproducirlo en Santiago de Chile o en Córdoba. No se puede hacer una Alemania sin alemanes, pero sí se puede aplicar ciertos principios. Como el tango, la innovación es una danza, la constituyen el talento y el capital, el emprendedor y el inversionista. Si el gobierno, las universidades o el contexto tocan una mala música, pues espanta a los bailarines”, explica.
Por otro lado, resalta la capacidad innovadora de Uber, aun pese a los conflictos sociales que gene- ra. “El problema que siempre enfrentó el mundo es que las tecnologías y el conocimiento van más rápido que las regulaciones. No hay ningún senador que pueda hablar 50 segundos seguidos sobre bitcoin o blockchain. Prohibir a Uber es como seguir quemando a Galileo Galilei”, opinó.
Vera, además de la consultoría, trabaja en un nuevo proyecto: crear en los próximos años una plataforma virtual que ofrezca un acceso universal a la capacidad innovadora. “La idea es crear un Netflix de la innovación”, explicó el especialista.