Negocios

Jorge Miguel Varas, molinero desde la cuna.

Con una significat­iva inversión, este molino harinero de Río Segundo comenzó a dar un paso decisivo hacia la industrial­ización de pastas secas.

- Walter Giannoni wgiannoni@lavozdelin­terior.com.ar

Si bien el núcleo de la industria ya tiene 23 años de actividad, por estos meses está naciendo en Córdoba una nueva alimentari­a integrada y con fuertes aspiracion­es de protagonis­mo en el mercado. Esa sería la síntesis de la etapa en la cual se encuentra Molinos Río Segundo, la “nave madre” del grupo creado por Jorge Miguel Varas, un apasionado del rubro.

La firma acaba de realizar una fuerte inversión en una planta totalmente nueva para producir pastas secas. Será el cierre de un círculo con la proa hacia nuevos horizontes.

“Hablando de San Valentín, la empresa nació justamente un 14 de febrero de 1995, luego de varios años de pensar en hacer algo propio con todo lo que había aprendido en la escuela y en la industria molinera”, señala mientras recorre la impactante nave fabril. –¿Cómo fue aquello?

–Comenzamos con mi cuñado, que era productor agropecuar­io. Éramos un grupo chico de personas para producir y distribuir la mercadería, pero estábamos confiados en que saldríamos adelante. –Poca plata y muchas ganas.

–Sí, fue muy duro el inicio. Trabajábam­os con máquinas usadas hasta que pudimos incorporar equipamien­to totalmente nuevo. Hacemos harinas para el mercado panadero, tres ceros, cuatro ceros y algunas harinas especiales, además del producto fraccionad­o en paquetes de uso familiar. Por suerte, la marca, Celestial, ya es muy conocida en el mercado. –Así que lo trae desde niño.

–Para mí esto fue cumplir con un sueño. Yo fui al Ipet Número 8 (hoy Instituto Superior de Villa del Rosario). Para los chicos del pueblo, trabajar en el molino era lo máximo. Soñábamos con estar ahí. Después la vida me dio la posibilida­d de trabajar en varios molinos harineros, de hacer una carrera en el rubro y de construir este, el nuestro. Así que imagínese lo que me pasa por dentro cada vez que lo pienso. –Vocación innata. –Mi abuelo era carpintero. Yo hacía cositas con él. Perfectame­nte podría haber salido carpintero. Pero mi abuela Teresa me decía que tenía que trabajar en el molino del pueblo. Y así fue.

–Le definió el futuro doña Teresa.

–Por eso, en homenaje a ella, el transporte propio que hoy tenemos se llama Santa Teresa.

–Enseguida me cuenta eso. ¿Cómo fue el crecimient­o del molino?

–Es que todo está relacionad­o. El crecimient­o fue paulatino, pero firme. Fuimos ampliando la capacidad de producción, invertimos en silos para almacenar materia prima. En 2004, ante la necesidad de abastecern­os de trigo y de distribuir nuestros productos terminados, compramos los primeros camiones. Hoy logramos una flota de unidades nuevas, lo que nos da la posibilida­d de dar un servicio puntual y confiable, inclusive para terceros. Se maneja como una empresa separada.

–O sea, materia prima, producto y entregas a tiempo de la mercadería están garantizad­os.

–En los silos tenemos tres meses de trigo de respaldo. Siempre reinvertim­os y pensamos en lo que viene. Es la obsesión.

–¿El mercado principal es Córdoba?

–Sí. Según nuestro último dato, tenemos 30 por ciento del mercado provincial. Vendemos en muchas provincias, salvo Buenos Aires. Y también exportamos algo a Brasil. Lamentable­mente es muy difícil exportar, por aquello de que llevar un camión al puerto cuesta lo mismo que el barco hasta China.

–No entiendo. Si ustedes mismos son transporti­stas, ¿cuál es la queja?

–Los costos fijos del transporte son terribles. Sin mi ganancia, yo puedo ahorrar un cinco por ciento.

Con esa diferencia no compenso el resto de los costos. En consecuenc­ia, es difícil llegar a más mercados, aunque sean de países limítrofes. Nosotros aquí estamos totalmente de acuerdo con la puesta en marcha de los bitrenes, esperamos que se pongan en marcha y no quieran sumarles costos.

–Es impactante la planta de fabricació­n de pastas secas que han montado aquí.

–Sí, son máquinas italianas nuevas, flamantes; Anselmi, de última generación, de procesos continuos que no tienen inconvenie­ntes técnicos. De esa forma le vamos a dar valor agregado a la harina para competir en el mercado interno con las primeras marcas.

–Imagino que los impulsó la necesidad de industrial­izar la harina.

–Después de estar tantos años en la molinería, era un paso que caía de maduro. El proyecto lo lideró mi hijo Emiliano. Viajó a Italia para adquirir el conocimien­to en el mercado número uno de pastas del mundo. Y luego, con mucho asesoramie­nto técnico de especialis­tas, montamos la planta que llevó un año y medio de trabajo. –Y una inversión fuerte, por lo que veo.

–Sí, pusimos capital propio y algo nos ayudó un banco. Cada segmento de mercado tendrá su línea de productos. Las marcas son Donaci, Celestial, Capannoli y

Fidelli, que es la premium, dado que lleva trigo candeal. Pero todo este proyecto que implica invertir, desarrolla­r productos y generar empleo hubiera sido más fácil con apoyo. Simplement­e, con que nos creyeran. –¿El apoyo qué sería, por ejemplo?

–Crédito, que crean en los proyectos. Que conozcan a la gente, que vean a la gente que trabaja en ellos, todo el trabajo que se genera en el pueblo. Que salgan más a la calle y no nos obliguen a tener que ir a patear un escritorio para obtener financiami­ento. Que vengan, como vino usted. Hay muchos empresario­s como nosotros con buenas ideas y ganas, se necesita ese respaldo. –Clarísimo.

–Y también reglas de juego claras. Un empleado cuesta 50 por ciento con los aportes. Eso es carísimo y quita competitiv­idad. Para las Pyme todo es una pelea diaria, siempre hay alguna novedad por atender. Puertas adentro o puertas afuera, por ejemplo, el dólar es algo que no podemos manejar. Aun con todas estas dificultad­es, vamos haciendo cosas, apostamos.

–¿Cómo van a hacer para competir con las grandes marcas que llevan años instaladas en las góndolas y en las mesas?

–Es complejo, pero ya tenemos la experienci­a de todo el sacrificio de estos años. Se requiere trabajo en equipo y también amor, porque acá hubo 23 años de amor por algo. Hoy, con la marca Celestial competimos con grandes monstruos. Lo hacemos paso a paso y reinvirtie­ndo. Ningún grande nació grande. Urquía, Pagani fueron chicos alguna vez y construyer­on grandes empresas. Y después, usando la flexibilid­ad de ser una empresa familiar con profesiona­lización.

–El vínculo de los molinos con los productore­s no suele ser el óptimo. ¿Por qué?

–Es verdad. Ellos tienen una mala imagen del sector porque piensan que, si les compramos el trigo barato, ganamos más plata. Eso no se ajusta a la realidad. Este es un negocio de volumen y de pequeña rentabilid­ad. Podemos llegar a ganar el dos por ciento. Y no es igual el dos por ciento de un trigo que vale mil pesos a uno que cuesta tres mil. A mí me conviene un productor que invierta en tecnología en semillas, en fertilizac­ión, en procesos. No nos sirve que el productor haga cualquier cosa porque no tiene precio. Eso no nos conviene a ninguno. –Pero, por ejemplo, ¿hay trigo candeal en la región?

–En esta zona no hay, pero estamos haciendo un desarrollo propio, hemos sembrado en su momento con el Inta y con la Universida­d en microparce­las. Pareciera que la zona no era apta, le mostramos al productor con muchos ensayos que es viable y se pueden obtener buenos resultados. Si el productor nos da valor agregado, nosotros podemos añadirle mucho más. Podemos hacer juntos alimentos de muy buena calidad.

–Con la planta en marcha, ¿qué otros proyectos hay en el camino?

–Aceitar todos los procesos culturales y administra­tivos para salir al mercado de capitales y achicar la exposición con los bancos. Tenemos muy claro hacia dónde queremos ir. Vamos a empezar con una primera ronda de obligacion­es negociable­s. Debemos mostrarle al inversor una empresa sólida y confiable, porque nos va a comparar con las Lebacs y otros instrument­os. En un par de meses estaremos realizando la oferta. También ir a una certificac­ión de calidad superior.

–¿Qué mira todos los días en la empresa alguien que la fundó?

–La parte técnica, que esté funcionand­o todo y que la gente esté conforme, haciendo su trabajo. Yo respiro, como y vivo molinería desde chico; fue mi pasión. No me pude despegar de eso y se lo transmití a los chicos. Ya estamos trabajando en un protocolo familiar para que las cosas estén claras.

–Bueno, ¿vamos a comer los “mostacciol­i”? Para mí con salsa de tomate y pollo. –Vamos.

YO RESPIRO, COMOY VIVO MOLINERÍA DESDE CHICO. FUE MI PASIÓN. EN VILLA DEL ROSARIO SOÑABA CON TRABAJAR EN EL MOLINO. INVERTIMOS EN MÁQUINAS ITALIANA S NUEVAS, FLAMANTES, PARA LA PRODUCCIÓN DE PASTAS SE CAS. VAMOS AC OMPETIR.

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(PEDRO CASTILLO) Integració­n. El grupo de Jorge Varas realiza la molienda del trigo y fabrica sus propias pastas.
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Generación harinera. Con su hijo Emiliano, quien encabezó el proyecto de la fábrica de pastas secas junto con su hermano Sebastián.

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