Las exportaciones deben estar en la agenda de las empresas
El proceso productivo es una cadena de integración global en la que los insumos se fabrican en distintas latitudes para combinarse, en múltiples etapas, hasta configurar el artículo final.
En este esquema, las importaciones adoptan un rol clave en el agregado de valor industrial, ya sea con destino local o exportador.
Por eso, el foco de la agenda empresaria no debería estar puesto –como ha sucedido hace pocos días– en la creciente competencia importadora, sino en cómo aprovechar las oportunidades que plantea un escenario de crecimiento de la demanda global, en el marco de una economía local en proceso de normalización y más integrada al mundo.
Después de resolver problemas más acuciantes durante el primer año de la nueva gestión, el Gobierno parece estar abocado a consolidar la normalización de la macro y administrar las tensiones derivadas del proceso de reformas. En forma paralela, está trabajando con el objetivo de aumentar los niveles de competitividad de la economía.
El sendero define una vocación basada en elementos como la apertura comercial y la creación de un marco regulatorio que mejore el clima de negocios.
Esta política tiene, como objetivo, el compromiso de incorporarnos a las cadenas globales de valor, tras una década de aislamiento. Con el propósito de mejorar la inserción externa, se han puesto en marcha un conjunto de medidas como la creación de la Ventanilla Única de Comercio Exterior, eliminación o reducción de las retenciones agrarias, e incremento de los reintegros a las exportaciones.
Otras iniciativas apuntan a mejorar la competitividad de la economía, con mejoras en la infraestructura y la logística para optimizar la estructura de costos.
Mientras tanto, la eliminación del cepo cambiario, junto al establecimiento de un nuevo sistema integrado de monitoreo de importaciones en reemplazo de las declaraciones juradas de importación (DJAI), llevó a una normalización de las cantidades importadas que, de todos modos, no se ubican en rangos históricos alarmantes.
la Argentina debe aprender a convivir con niveles de importación bastante más altos que en los últimos años, especialmente si desea crecer a un ritmo sostenido de tres o 3,5 por ciento.
Veamos los resultados de 2017: con un valor de 66.899 millones de dólares, las compras al exterior crecieron 19,7 por ciento interanual. Los incrementos más significativos se anotaron en los bienes de capital y los bienes intermedios, que tuvieron un avance de 23 y 15,2 por ciento, respectivamente.
La tendencia positiva de estas importaciones refleja la recuperación de la industria y la inversión, como también el sólido crecimiento de la construcción del año pasado.
La importación de bienes de consumo también traccionó, pero aún no alcanzó los niveles máximos históricos en porcentaje de consumo aparente. Igual, no hay que perder de vista la apertura a nivel sectorial, donde se visualizan heterogeneidades.
En este sentido, podemos destacar, como casos testigos, los rubros de calzado, confección y electrónica de consumo, en los que la importación gana peso sobre la producción.
Así, la cuestión central a plantear sería cómo multiplicamos nuestras exportaciones para equilibrar estos niveles de compras externas de manera sustentable a mediano y largo plazo. Si bien todavía estamos a años luz de esa meta, la tendencia es positiva: las exportaciones de origen industrial cerraron 2017 con un crecimiento del 11,1 por ciento.
La conquista de nuevos mercados es la carta más importante en el complejo tablero internacional. El objetivo es que, en 2020, la Argentina tenga acuerdos de libre comercio con los países que representan el 41,5 por ciento del producto interno bruto (PIB) mundial, un salto significativo ya que ahora este nivel se ubica en nueve por ciento y hay negociaciones que nos permitirían alcanzar el 32,5 por ciento restante.
Están las tratativas Unión Europea-Mercosur, el Efta (Islandia, Noruega, Liechtenstein y Suiza) y bilaterales con México, Corea del Sur, India y Canadá. Además, Argentina gestionará sumar al Mercosur al flamante Tratado Integral y Progresista de Asociación Transpacífico (CPTPP), que integran Australia, Brunei, Canadá, Chile, Japón, Malasia, México, Nueva Zelandia, Perú, Singapur y Vietnam.
Nuestro país fue en 2015 la tercera economía con menor incidencia de las importaciones en el producto del mundo, detrás de Nigeria y Sudán. Hoy, su perfor
mance es inherente a la de una economía que se normaliza.
Este nuevo escenario de negocios internacionales impone a las empresas la necesidad de reconvertirse, para competir en una economía abierta y expuesta a los cambios tecnológicos globales. Es fundamental definir nuevas estrategias que incorporen la reducción de costos, la innovación y la mejora de procesos productivos.