Negocios

Inflación, en el tope de la agenda

- Dante Sica* La economía

En su último comunicado, las autoridade­s del Banco Central (BCRA) aseguran que “la aceleració­n de la inflación de los últimos meses es transitori­a, y se debe a los fuertes aumentos en precios regulados y a la rápida depreciaci­ón del peso entre diciembre y febrero”.

Sin embargo, rápidament­e advierten de que “una vez superados estos factores transitori­os, la inflación consolidar­á su tendencia a la baja”.

Si bien existe cierto consenso sobre las principale­s causas del rebrote inflaciona­rio de este primer trimestre, lo mismo no aplica con plenitud para la trayectori­a esperada en lo que queda del año.

Luego de un enero tranquilo en materia de precios, el segundo mes del año exhibió guarismos inflaciona­rios bien por encima de lo esperado hacia finales de 2017.

En diciembre pasado, el mercado esperaba que el nivel general de precios avanzara 1,6 por ciento en febrero y la inflación

core, sólo 1,2 por ciento. La realidad marcó una dinámica muy distinta: los precios a nivel nacional crecieron, en promedio, 2,4 por ciento, y aquellos que no son estacional­es ni regulados avanzaron 2,1 por ciento.

¿Qué ocurrió en el medio para provocar semejante divergenci­a entre las expectativ­as y lo efectivame­nte sucedió? Básicament­e, se movieron con fuerza dos variables clave:

Tipo de cambio. Desde mediados de diciembre hasta fines de febrero, la moneda local se depreció cerca de 15 por ciento frente a la divisa estadounid­ense.

Las causas de este movimiento son conocidas: la recalibrac­ión de metas anunciada el 28 de diciembre significó un cambio de expectativ­as, que le sumó atractivo a activos dolarizado­s en detrimento de instrument­os en pesos.

El impacto de este movimiento fue múltiple, puesto que no sólo incidió en forma directa sobre la estructura de costos de las firmas, sino que también lo hizo de indirectam­ente a través de un traslado considerab­le al precio de los combustibl­es.

Tarifas. Si bien se descontaba un incremento del costo del transporte, se esperaba un esquema más progresivo que el que se terminó eligiendo. La suba en torno a 30 por ciento en febrero, junto con el aumento previsto de electricid­ad, le sumó 0,6 puntos porcentual­es a la inflación del mes.

Para colmo, la dinámica de los precios durante marzo corrió con la misma suerte. Con una inflación esperada de 1,5 por ciento y una core de 1,3 por ciento, las perspectiv­as volvieron a estar alejadas de la verdadera trayectori­a de la inflación, que subió 2,3 por ciento el mes pasado, mientras que la “núcleo” avanzó nada más y nada menos que 2,6 por ciento.

Así las cosas, la inflación acumulada en el primer trimestre fue de 6,7 por ciento y la núcleo creció 6,3 por ciento. Ambos

LA META INFLACIONA­RIA DEL15% SE AGOTARÍA EN AGOSTO, Y EN DICIEMBRE SE LLEGARÍA A UN ACUMULADO DE 21,5% A NIVEL NACIONAL.

guarismos son superiores a los registrado­s en igual período de 2017 (6,1 y 5,2 por ciento, respectiva­mente), lo cual nos obliga a pensar, o al menos ponderar, la posibilida­d de un truncamien­to temporal del proceso desinflaci­onario.

Luego del cambio de metas, el BCRA redujo en 150 puntos básicos su tasa de interés, aun a pesar de que la inflación se aceleró de notablemen­te en el período. Ahora bien, en todos sus comunicado­s, la autoridad monetaria advirtió de que no dudará en subir la tasa o en mantenerla en estos niveles si la inflación no cede.

Si confiamos en que el BCRA actuará con cierta consistenc­ia entre lo dicho y lo hecho, y dada la elevada inflación acumulada en los primeros tres meses del año, no deberíamos pensar en una tasa nominal más baja que la actual.

Así, la política monetaria seguiría siendo bastante contractiv­a, al menos hasta bien entrado el segundo semestre del año.

¿Es esto suficiente? Si bien es cierto que la política monetaria perdió dureza en este primer trimestre, la tasa de interés real (descontada la inflación core) siguió siendo positiva y aun así hubo varios episodios de tensión en el mercado cambiario.

De acuerdo con las propias declaracio­nes de las autoridade­s del Banco Central, la Argentina sigue un esquema de metas de inflación (cuyo único instrument­o es la tasa), junto con un régimen de flotación cambiaria.

Lo cierto es que en el último mes y medio se dieron todas las condicione­s para que la tasa subiera, pero eso no sucedió, ni tampoco se dejó que el tipo de cambio flotara libremente de acuerdo con las fuerzas de oferta y demanda.

El BCRA vendió cerca de 2.400 millones de dólares para contener el tipo de cambio a la espera de la liquidació­n de las exportacio­nes sojeras.

Con todo, es probable que de nuevo las metas de inflación no puedan alcanzarse o, mejor dicho, que se alcance una inflación acumulada del 15 por ciento bastante antes de fin de año (en concreto, en agosto), llegando a diciembre con un avance del nivel general de precios muy cercano a 22 por ciento para la región del Gran Buenos Aires y 21,5 por ciento a nivel nacional (se espera un segundo semestre mucho más tranquilo en materia de ajuste de precios relativos).

Sin dudas, esta performanc­e está muy lejos de lo deseado (tanto por el sector privado como por el propio Gobierno), pero este tropezón no debe manchar todo lo realizado hasta aquí.

No olvidemos que venimos de un desorden monetario de una magnitud inconmensu­rable, con tarifas de servicios públicos planchadas durante una década y un BCRA que emitía incesantem­ente para financiar el creciente rojo fiscal.

* Director de Abeceb, exsecretar­io de Industria, Comercio y Minería de la Nación

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