Negocios

Tasas más altas y nueva meta fiscal para calmar a los mercados.

- dalonso@lavozdelin­terior.com.ar Daniel Alonso

A127 días de la ya célebre recalibrac­ión de las metas de inflación, y en medio de una pavorosa falta de timming y de coordinaci­ón, el Gobierno nacional presentó en sociedad la re-recalibrac­ión.

No es ahora el sinceramie­nto de lo que no se podía cumplir, sino una aceleració­n en el ritmo, para bajar el déficit fiscal.

El viernes pasado todo el mundo se levantó tempranito. Había que dar una señal fuerte y concreta antes de la apertura del mercado.

El contraste en la puesta en escena no fue menor. De aquella foto del 28 de diciembre del equipo económico, fogoneada por la dupla Marcos Peña-Mario Quintana (jefe y vicejefe de Gabinete, respectiva­mente), se pasó a un comunicado del Banco Central y a una conferenci­a de los ministros Nicolás Dujovne (Hacienda) y Luis Caputo (Finanzas).

Además de Peña, el gran ausente fue Federico Sturzenegg­er, el jefe del Central, cuya credibilid­ad había quedado seriamente dañada en el cierre de 2017 y a quien el mercado le torció el brazo sin anestesia en una pulseada en la que el músculo político llegó, otra vez, demasiado tarde.

Cuando lo hizo, el Central ya había sacrificad­o poco más de 5.200 millones de dólares de sus reservas, es decir, alrededor de 120 mil millones de pesos al tipo de cambio de esos días, lo que equivale a casi 80 por ciento del gasto en subsidios energético­s y de transporte presupuest­ado para este año.

Por eso tuvieron que poner la cara Dujovne y Caputo, para dar garantías desde la política fiscal. Si eso hubiera ocurrido con mayor énfasis en diciembre, la volatilida­d externa por la suba de tasas en los bonos del Tesoro estadounid­ense (sumada al impuesto a la renta financiera para extranjero­s) hubiese tenido un efecto más acotado.

Y por eso Sturzenegg­er ni apareció, aunque el toqueteo continuo de la tasa de interés tampoco es inocuo. Cambiar el indicador de referencia tres veces en apenas siete días se parece más a un gesto de desesperac­ión que a una estrategia. Una cosa es tener autoridad y otra bien distinta es la credibilid­ad.

Además, un nivel de tasas del 40 por ciento debería tener una vida bien corta. ¿Acaso alguien imagina una economía funcionand­o con semejante costo?

Lo cual, además, lleva a una premonició­n: en algún momento el Central volverá a tocar la tasa, esperemos que esta vez sea para bajarla, y que ese rumbo se consolide.

Ahora bien, ¿el mercado se calmó por la seducción de una exorbitant­e tasa o por la nueva meta fiscal? En lo inmediato, la fuerza vino del sablazo del Sturzenegg­er.

Pero en lo mediato, el nuevo déficit primario (2,7 por ciento del producto interno bruto) debería ayudar como ancla. ¿Cómo se llegará a ese escalón de ajuste?

Con los números del primer cuatrimest­re del año, el economista Nadin Argañaraz proyectó un sobrecumpl­imiento de la meta fiscal sin efecto recalibrac­ión.

Se menciona ahora un ahorro de 3.200 millones de dólares y la única pista es una reducción en el gasto de capital, que alimenta a los trabajos públicos, uno de los pocos sectores que ayuda a que el nivel de actividad se sostenga.

Eso significa que el sacrificio sólo se ofrecerá en el altar de la obra pública, que es, como siempre, el único gasto flexible, por lo que el núcleo duro del que se alimenta el “rojo” fiscal no cambiará demasiado.

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El 4M y el 28D. Arriba, los ministros Dujovne y Caputo, en el anuncio del pasado viernes 4. Abajo, junto con Sturzenegg­er y Peña, el 28 de diciembre.
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