Negocios

Omar Heyd tracciona las ruedas de un comercio con 60 años.

Con 60 años en el mercado, es uno de los comercios icónicos de Córdoba.

- Walter Giannoni wgiannoni@lavozdelin­terior.com.ar

Seguir aprendiend­o, aunque se tenga mucha experienci­a, quizás sea la clave que llevó a Omar Heyd a mantener abierto uno de los comercios icónicos del centro cordobés: El Palacio del Rodado.

Varias generacion­es pasaron por allí para comenzar a pedalear y otras nuevas parecen enfocarlo hacia la continuida­d.

“La familia era del viejo barrio Firpo, mi padre debió jubilarse anticipada­mente de Ferrocarri­les por un problema de invalidez. No podía andar más, lo que para él era muy traumático, porque era un tipo activo e inquieto. Entonces se vino al Centro, alquiló un pequeño local en Alvear 434 y se puso un comercio de bicicletas, que era su pasión. 1958. Yo tenía 10 años de edad”, recuerda.

–La bici era un lujo en esa época. Tener bicicleta propia era un sueño.

–Alguien dijo alguna vez: la bici- cleta es la más fabulosa máquina de sueños. Cuando uno es chico, la quiere para ser grande. Y cuando uno está grande, le recuerda a cuando era chico. Pero por entonces se usaban mucho para trabajar. Así comenzó a funcionar el negocio. Después nos incorporam­os con mi hermano, Egidio. Luego entró mi tercer hermano, más chico, René. Incluso con mi madre, todos trabajando aquí.

–¡Había que vender mucho para repartir tanto pan!

–Mire, la bicicleta es un producto muy noble como medio de vida, pero no conozco ninguna persona que se haya hecho rica en este rubro. No genera grandes negocios. Puede haber algún importador puntual, nada más. La presencia de mi padre acá contribuyó a generar un polo bicicleter­o sobre esta calle.

–Quien busca una bici piensa primero en la Alvear.

–Así es. Nuestra casa se hizo popular y trajo clientes de todos los rincones de la ciudad. Los hijos le dimos mucho empuje, como está pasando ahora mismo con mis propios hijos.

–¿Hubo algún disparador para conseguir esa proyección?

–En realidad fue una evolución lenta pero pareja. En los años ’80 ya éramos fuertes en el rubro, luego en los ’90 comenzamos a importar

desde Brasil para distribuir. Conseguimo­s un buen volumen. Pero después tuvimos un golpe grande. En realidad yo lo tuve.

–¿Cómo fue eso?

–Como buen gringo, mi padre siempre pensaba en el momento en el que no estuviera más. Entonces nos pide que, para que no existieran problemas entre los hermanos, dividiéram­os la empresa en tres. Y así lo hicimos. Gracias a esa visión de mi viejo, hoy somos muy amigos con Egidio y René.

–Usted quedó en El Palacio…

–Sí, les compré su parte, pasé todas las crisis. La única que me golpeó mal fue la de 2001. Había importado un gran volumen de mercadería con cartas de crédito al valor de un peso igual a un dólar. Cuando llegaron los vencimient­os el dólar estaba en cuatro pesos, me produjo un crack terrible, fácilmente perdimos 10 años en esa situación. Incluso con consecuenc­ias en la salud.

–Salió adelante, veo.

–Los años de crecimient­o de la economía me sirvieron para pagar deudas. Ahora trabajamos con otro formato de empresa que tiene una visión de nuevos negocios. Personalme­nte soy más precavido en ese tipo de decisiones. La bicicleta es prácticame­nte toda importada. Se trae por partes y se ensambla aquí. En Argentina no hay fábricas de bicicletas.

–Lo van a criticar por eso.

–Es la realidad, nosotros mismos armamos bicis con la marca Kore. La mayoría de las partes vienen de importació­n, los cambios de marcha son todos importados. Hay fábricas nacionales de neumáticos y cuadros de acero, pero la enorme mayoría de las piezas son de afuera.

–¿Cómo es este momento?

–Con mantenerno­s, es un logro. Puede ser difícil crecer, pero mi hijo es optimista, dice que en cinco años duplicarem­os el volumen (sonríe). ¡Es la sangre joven!

–Esta semana se movió mucho el dólar, ¿los afecta o no?

–Comparado con las crisis que pasamos, hoy las reglas están bastante claras. Uno sabe que el dólar nos está cambiando los precios. En el gobierno anterior el dólar era muy barato. Yo no veo que este sea un desfasaje brusco.

–Un 25 por ciento es mucho.

–Lo destructiv­o es un salto del 300 por ciento, como en 2001. Esto que digo no implica ignorar las dificultad­es. El 90 por ciento de las ventas se realiza con tarjetas de crédito que pagan allá lejos, uno sabe que algo pierde, pero la rueda gira.

–O sea que la bici es estable como producto.

–Nunca se van a dejar de vender bicicletas. El uso de este medio nunca se va a caer. Es muy noble. Ahora está pintando la bicicleta eléctrica, que se va a usar mucho para transporte. Para la salud no hay otra que la bici a pedal.

–¿Ya venden las eléctricas?

–Todavía no, mi hijo está en este momento viajando a China para ver a fondo el tema. Todavía hay una cuestión de precios que resolver. La antigua rodado 28 hoy es la mountain bike. La carrera de la bajada del río Pinto lo dice todo: cinco mil participan­tes. Habla de la vigencia de la bicicleta en la calle, en la ruta, porque la de gimnasia es buena, pero no es igual.

–¿El Día del Niño es, por estacional­idad, el momento de mayor demanda?

–Junto con la Navidad son los dos momentos más importante­s. El mes del niño y diciembre hacen dos por uno en volumen. Ahora una bici grande vale por dos de niños. Dos años atrás incorporam­os la venta por internet, que implicó una serie de cambios. Hoy estamos listos para atender ese mercado con venta, cobranza y logística de entrega.

–Cuando apareciero­n los hipermerca­dos con estos productos, ¿los afectó?

–Al principio hizo ruido, pero jamás quitó mercado, es una cuestión de servicios. Y creo que ninguna casa del rubro fue dañada.

–¿Cuál es la bicicleta más cara que venden?

–La más completa de nuestra marca propia, rodado 27 con frenos hidráulico­s, está en unos 18 mil pesos. Pero hay otra marca hecha en carbono que cuesta casi 90 mil pesos. Sin embargo, también hay bicis de mountain bike en menos de cuatro mil pesos. La oferta es muy variada.

–Ustedes venden “rodados”, no sólo bicis. ¿Cuál es el peso de patines, triciclos, repuestos, en la venta total?

–La venta de bicicletas necesariam­ente se complement­a con el repuesto. El patín está muy incentivad­o a través de escuelas y clubes. Con bicis de fitness a nivel familiar, y otras cosas más, sumamos el 30 por ciento de la venta. Pero, por sobre todo, a nosotros lo que más nos pone orgullosos es haber sobrevivid­o 60 años. Mire (saca una chequera de un cajón).

–Veo.

–Mi padre abrió cuenta en la casa central en el mes dos del año 1958, un par de meses antes de comenzar con el negocio. Con esa cuenta salió a trabajar. Ese banco siempre nos dio una mano. En el momento de crisis de 2001, mantuvo la cuenta abierta. De allá venimos y seguiremos.

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(FOTOS DE PEDRO CASTILLO) Una vida. Omar Heyd, en el comercio de calle Alvear. “Ya vendemos por internet”, dice.
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Renovación. Con su hijo Federico. También Romina y Ana Heyd participan del negocio familiar.

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