Brasil: el gigante se reanima, a pesar de la crisis política
Más de 300 días estuvo España sin gobierno. A fines de noviembre de 2015 y hasta octubre del año siguiente, vivió una acefalía repitiendo elecciones sin lograr un ganador y negociaciones infructuosas, mientras su economía crecía al 3,2 por ciento anual, ajena a la crisis política.
“A primera vista, resulta que un país sin gobierno se parece peligrosamente a uno con: algunos ensalzan por eso la fuerza del aparato del Estado y muchos empiezan a preguntarse si los gobiernos son tan necesarios”, escribió con cierta ironía Martín Caparrós, en referencia a la situación que vivió ese país.
Salvando las distancias, hoy Brasil se encuentra en un laberinto.
El presidente Michel Temer posee una gran debilidad ante las repetidas acusaciones desde la Justicia por corrupción y la inexistente adhesión popular, con un Congreso paralizado por legisladores más atentos a negociar candidaturas que a sancionar iniciativas del oficialismo.
Así, con Temer en jaque, el expresidente Lula preso y ningún candidato con intención de votos suficientes para ganar en las urnas, el panorama de nuestro principal socio comercial es de gran incertidumbre.
No obstante, y como sucedió en España, la economía brasileña se divorció de la política y emprendió su curso activo, superando la peor crisis de los últimos 30 años y logrando un crecimiento del uno por ciento durante 2017.
Sin dudas, gran parte de los actores económicos y financieros incorporaron la inestabilidad política a su matriz de toma de decisiones.
De manera lenta, el gigante se va reanimando. Las perspectivas de crecimiento para 2018 son cercanas al 2,7 por ciento y la inflación está en 2,9 por ciento anual, el menor nivel en una década.
La tasa de interés Selic (la que define el Banco Central de Brasil) es muy baja, cercana al 6,40 por ciento anual, aunque es verdad que el costo de financiamiento para las empresas todavía es elevado y eso demora la reacción. Uno de los mayores impulsos para el crecimiento en 2017 fueron las ventas al extranjero, que le permitieron a nuestro socio cerrar el año con un superávit comercial histórico de 62 mil millones de dólares.
A pesar de su fragilidad, Temer logró avanzar con una ambiciosa agenda, como la enmienda constitucional que congeló el gasto por 20 años, la reforma laboral y un programa de privatizaciones que prevé sacar de la órbita oficial unos 57 servicios públicos.
En esta economía divorciada de la política, la última carta clave que le falta jugar al presidente de Brasil, previo a la entrega del poder, es la firma del histórico acuerdo Unión Europea-Mercosur.
En efecto, la posición del Planalto respecto a cuál es la estrategia que el bloque debe encarar en este momento coincide con la liderada por el gobierno de Mauricio Macri, lo que permite una sinergia.
Esta apuesta bilateral se traduce en un incremento de los esfuerzos por aumentar los lazos de integración con el mundo y el compromiso de incorporarnos a los circuitos globales luego de varios años de aislamiento. Así, durante los últimos meses resultaron notables los entendimientos alcanzados con la Unión Europea para arribar a un acuerdo que ya lleva más de dos décadas de negociaciones.
Dejando a un lado los aspectos coyunturales, ambos países entienden este acuerdo como un hito estratégico y la trascendencia se refiere tanto al peso de los dos bloques en el producto interno bruto (PIB) global, como a la gama de temas que involucra.
La región no sólo tiene que considerarlo como un acuerdo de comercio, sino que, en el corto plazo, la mayor trascendencia será por el avance institucional.
Ante el mundo, un acuerdo con Europa es un sello de calidad que garantiza que Brasil y Argentina, junto con los socios del bloque, inauguran una etapa de mayor apertura, y sobre todo, de cumplimiento en las reglas de juego.
Además de las tratativas con el bloque europeo, los dos socios comenzaron a discutir nuevas oportunidades de integración, como una potencial participación en el bloque del Tratado Integral y Progresista de Asociación Transpacífico (que reúne a 12 países del Pacífico americano, Asia y Oceanía) y negociaciones (que van ya por su tercera ronda) con el bloque Efta, posiblemente la propuesta más innovadora, que incluye a Noruega, Suiza, Liechtenstein e Islandia.
En cifras, nuestro país cuenta en la actualidad con acuerdos de libre comercio con menos del 10 por ciento del producto bruto mundial. Con las negociaciones actualmente en vigor, dicha cifra alcanzaría el 32,5 del PIB mundial para llegar, en 2020, al 41,5 por ciento.
En este marco, la política internacional en el gobierno argentino despunta en las ligas mayores: ingresar a la Ocde, recibir a la OMC y ser anfitrión a fin de año a los jefes de Estado del G-20. Mientras, Itamaraty no se distrae con los ruidos de la política doméstica y avanza en igual sentido.
Es en las inversiones donde ambos país concentran su atención y ese es uno de los capítulos fundamentales en las actuales discusiones de los diferentes acuerdos de integración.
Brasil aceleró las reformas y una vez estabilizado institucionalmente, recuperará su atractivo. Nuestro país tiene una gran oportunidad, ya que luego de los últimos tiempos de descalabro económico, avanza en un equilibrio macro y en un paquete de reformas que tiende a mejorar la competitividad.
Esta convergencia es una señal clave para capturar inversiones, algo que los socios necesitan para crecer.
* Director de Abeceb, exsecretario de Industria, Comercio y Minería de la Nación
LA CONVERGENCIA ENTRE LAS POLÍTICAS DE ARGENTINA Y DE BRASIL ES UNA SEÑAL CLAVE PARA CAPTURAR NUEVAS INVERSIONES.