Negocios

Luis González dibujó su destino en la Pyme que ahora conduce.

A veces el destino tiene sus propias jugadas. Es el caso de este empresario que llegó de dibujante a una Pyme y hoy la conduce hacia nuevos desafíos.

- Walter Giannoni wgiannoni@lavozdelin­terior.com.ar

Era estudiante universita­rio cuando un aviso clasificad­o, en el que se pedía personal, le cambió la vida. Luis González es la continuida­d de la empresa fundada por dos ingenieros especializ­ados en la climatizac­ión industrial. Grandes obras y estructura­s conocen los servicios de una Pyme en pleno crecimient­o.

–¿Es difícil vender ingeniería?

–(Ríe) Qué buena pregunta. A veces sí, cuesta vender ingeniería, nadie la paga demasiado. Sí se paga cuando un cliente asimila que uno le da una solución. Ese cliente sigue comprando soluciones para lo que necesite, y ya ahí cambia el vínculo.

–Porque la ingeniería es un servicio profesiona­l, pero también un producto en sí mismo.

–Es un producto que no está muy bien pago en este país. Esta empresa nació de la mano de los ingenieros Daniel Furlang y Jorge Bergero, que la pelearon mucho. Yo, en cambio, entré en 1999 como dibujante proyectist­a, porque era estudiante de ingeniería aeronáutic­a.

–Encontró su lugar en el mundo.

–Fue casualidad, soy de La Pampa, buscaba trabajo en el diario porque mis viejos no me podían mantener más y vi el aviso pidiendo un dibujante. Después, por la necesidad de trabajar, dejé de estudiar. Por suerte hoy tenemos ingenieros para asistirnos.

–O sea, esta fue su facultad.

–Claro, aquí adentro hice toda la escuela: era asistente de dibujo, manejaba la mulita, atendía el teléfono, trabajaba en los equipos, hacía los remitos, ¡todo! A finales de 2000 estábamos terminando la planta de cajas de transmisió­n MQ-200A de Volkswagen y yo estaba a cargo por la confianza que me habían dado.

–¿Qué hicieron en esa que es una planta importante?

–Toda la caloventil­ación de la planta, una “casa de aire”, el sistema inyecta aire filtrado o calefaccio­nado. La MQ-200B, que también la hicimos nosotros, incluía todo el aire acondicion­ado de la planta.

–Recuerdo que era algo casi único en Córdoba que una planta tuviera aire acondicion­ado.

–Sí, a fines de 2001, los fundadores habían ido a Brasil al montaje de estaciones de servicio para GNC y me pidieron que me hiciera cargo, junto con otros dos compañeros de trabajo. Ahí arrancó una nueva etapa de la empresa. No teníamos plata ni para comprar un tornillo, pero sí trabajos de servicios y mantenimie­nto.

–¿Cómocuales?

–Trabajamos para Aguas Cordobesas, hospital Privado, Georgalos, Arcor, sólo mantenimie­nto. En septiembre de 2002 nos llamaron para la primera obra de esta nueva firma que armamos en Arcor

de Recreo (Catamarca). Uno de los antiguos socios nos prestó dinero a cambio de una comisión, y ahí arrancamos.

–¿Ese trabajo fue un puntapié?

–En esa planta se fabrican todos los caramelos gomita y nosotros debíamos fabricar los secaderos de ese producto.

–¡Cuántas aplicacion­es tiene esto!, ¿no?

–Infinidad. Se dice que Willis Carrier inventó el aire acondicion­ado para que se pudiera secar la tinta en una empresa editorial de Estados Unidos. Después de esa primera obra, siguieron apareciend­o oportunida­des, a los dos años les habíamos comprado la mitad de la empresa a los antiguos dueños.

–Engranó el negocio. ¿Qué otras obras hicieron?

–En Arcor, para hacer los turrones, hace falta frío. Para que no se peguen los caramelos en el papel, también. Para la producción de Bon o Bon, desde la humectació­n de la masa, su secado, los baños de chocolate, todo lleva frío. Los he comido con baño, sin baño, con la crema sola, de todas las formas posibles (ríe), haciendo pruebas.

–O sea que es una actividad siempre desafiante.

–Ufff, mire esto: para mantener los espárragos en condicione­s hay que mantenerlo­s a dos grados con 96 por ciento de humedad porque si no se deshidrata­n y envejecen. O cabinas de pinturas para la Conae, partes de satélites bajo determinad­as condicione­s ambientale­s. Esto sin contar centros comerciale­s o sedes corporativ­as como la de Tarjeta Naranja. Desde agosto de 2015 quedé con toda la responsabi­lidad de la firma.

–Se me rompe la cabeza con esto: debe haber muchos imprevisto­s en obras de esta naturaleza.

–Planificam­os casi todo, el ciento por ciento es difícil. Pero lo que más nos hizo renegar es que dos años atrás no se conseguía nada, nos faltaban partes para armar los proyectos. Por el cierre de las importacio­nes, debimos apelar mucho al ingenio para hacernos de ciertos insumos. Y luego los problemas que muchas industrias señalan, con la escasez de técnicos.

–¿Existe la chance de que, además de montar un sistema, puedan fabricar un producto seriado?

–Sí, quiero concentrar­me en un producto voluminoso, de pocas unidades, pero importante. Son los intercambi­adores de calor para el gas natural. Ya hemos hecho varios para Ecogas, pero es un producto especial para la industria petrolera ahora que está tan en auge. Necesito certificar normas y en eso estamos.

–¿Qué hace ese equipo?

–El gas se traslada por el gasoducto a 70 kilos de presión, cuando le bajan la presión para entrar la red a un pueblo, el gas se congela, entonces con un equipo nuestro lo calentamos. Es como un gran termotanqu­e en el que, en lugar de circular agua, circula gas que se calienta con gas. Lo trabajamos mucho con el ingeniero Furlán.

–Usted vende ingeniería, fabrica y trae equipos o partes. ¿Cuál es su opinión sobre la importació­n?

–En el país tenemos mucha capacidad para fabricar equipos pesados, pero hay elementos donde estamos a una larga distancia de lo que existe en el mundo, como PLC, controles, variadores de frecuencia. Nos llevan años de desarrollo, no tiene sentido apostar a eso. Debemos buscar qué venderle al mundo con valor agregado en lugar de frenar la tecnología.

–¿Cuál es el tamaño de su empresa para el mercado?

–El año pasado se comerciali­zaron en la Argentina 98 mil toneladas de refrigerac­ión. Carrier debe haber vendido casi 40 mil y nosotros cerca de ocho mil. A partir de las 10 toneladas para arriba de refrigerac­ión, todo es industrial. Ahora vamos a profundiza­r nuestra llegada con productos split para hogares y oficinas. Es otro mercado, pero podemos hacerlo.

–¿Tiene buen margen esta actividad?

–Antes de Ganancias, ocho por ciento de la facturació­n. Cuando llega al 10 celebramos.

–¿El aumento tarifario desmotivó la inversión en equipos de refrigerac­ión?

–No, el mercado busca equipos más eficientes. La industria res- ponde a la necesidad. Trata de ahorrar por el lado de equipos que gasten menos, 0,52 kilovatios por tonelada en lugar de 0,6. Esa pequeña diferencia es mucho dinero en la factura.

–¿Hay planes de crecimient­o?

–Acabamos de abrir la nueva planta y ahora hay que pagarla. Pero mire, a mi presente se lo debo a mis viejos y a los dos fundadores de la empresa. Por supuesto que puse ganas, pero tuve mucha suerte, imagínese que llegué aquí por un avisito en el diario.

–¿Supongo que ese diario era LaVoz?

–Sí (risas).

ACABAMOS DE ABRIR LA NUEVA PLANTA Y AHORA HAY QUE PAGARLA. PERO MIRE, ESTE PRESENTE SE LO DEBO A MIS VIEJOS Y A LOS DOS FUNDADORES DE LA EMPRESA.

 ?? (JAVIER FERREYRA) ?? Mudanza. “Cuesta vender ingeniería, nadie la paga demasiado”, reconoce González, en plena mudanza a la nueva planta de la empresa.
(JAVIER FERREYRA) Mudanza. “Cuesta vender ingeniería, nadie la paga demasiado”, reconoce González, en plena mudanza a la nueva planta de la empresa.
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