Las raíces de su potente entorno innovador.
La mitad de los ingresos del país los genera el sector de alta tecnología. El economista uruguayo Matty Zwaig pasó por Córdoba y contó cómo ha sido ese proceso de desarrollo.
Inquieto e insatisfecho por naturaleza, o mimetizado luego de los más de 30 años que lleva viviendo en Israel, el uruguayo Matty Zwaig ha pasado los últimos cuatro meses viajando por el mundo, dando charlas y seminarios en español y en portugués, de la mano de la Organización Sionista Mundial, filial Argentina (OSA).
Sus exposiciones tienen como objetivo difundir la política y la mentalidad de innovación que llevaron a Israel, una nación que acaba de cumplir 70 años, a ser una de las economías más pujantes del planeta.
–¿Fueron los “kibutzim” (plural de “kibutz”, en hebreo) la semilla del emprendedorismo israelí?
–Esa es una pregunta que nunca me habían hecho, y la respuesta es sí…O más bien: “Sí, pero”. El
kibutz, y esto no lo digo yo, sino que lo dicen premios Nobel de Economía, fue una experiencia económica y social que no fracasó. Prefiero expresarme así y no hablar de éxito, que es un término muy relativo. Sí puedo asegurar que no fracasó, ya que sus miembros fueron avanzando de generación en generación, para construir una sociedad basada en la solidaridad entre sus miembros desde el punto de vista material, y fueron creciendo a la par que también lo fue haciendo el Estado. Hay algo que resulta paradójico. Los chicos nacidos en el kibutz, tal vez por ese exceso de roce social diario y tan intenso, son bastante individualistas y a veces cerrados. Hay algo de eso en el emprendedorismo.
–¿Por ejemplo?
–Concentrarse en lo que uno sabe y quiere hacer. Y hay una cara contrapuesta: la búsqueda de soluciones capaces de abrazar a todo el mundo y abarcar a cuantas más personas posibles, para poder llegar al éxito comercial o alcanzar los objetivos para los que se crean, por ejemplo, las aplicaciones que los jóvenes israelíes están desarrollando. La mayoría de los chicos que hoy están desarrollando nuevas tecnologías tienen entre 22 y 35 años. Es la cuarta generación, no sólo de los kibutzim, sino de toda la sociedad israelí.
–El ecosistema emprendedor israelí implica al Gobierno, la academia, las multinacionales, los inversores y al ejército. ¿Cuánto se le puede atribuir a este último en el desarrollo de la innovación?
–Hay una similitud con la estrategia bélica y la necesidad de saber concentrarse en un objetivo. La interacción social que se da en el ejército es una herramienta agregada a la educación básica israelí, en la cual no se incorpora sólo la disciplina, sino también la libertad individual. En el servicio militar obligatorio se dan situaciones en las cuales la gente se sienta alrededor de una mesa y conversan en forma totalmente libre en la búsqueda de soluciones. Es una instancia en la que las jerarquías se borran. Comandantes y soldados son lo mismo, y lo que importa es el trabajo en equipo para llegar a soluciones concretas.
–¿Qué rol juega la multiculturalidad que compone a su sociedad?
–Ese es un factor que enriquece a una sociedad desde muchos puntos de vista: filosófico, social, gas- tronómico. Desde la innovación, claramente la enriquece. Estamos ya bien entrados en el siglo 21 y los
kibutzim ya no representan más que al 2,5 por ciento de la población. La multiculturalidad define a Israel como un país de inmigrantes. Países de esas características, como Estados Unidos, tienen un gran desarrollo económico, la historia lo demuestra.
–Y en la práctica, cómo se observa eso.
–Hay dos cuestiones básicas: el inmigrante tiene una voluntad de salir adelante mucho más fuerte que gente que vive en un mismo lugar desde hace varias generaciones. El segundo factor es que busca hacer negocios con su país de origen. Eso mueve la economía de una manera impresionante. La capacidad de poder expresarse en múltiples idiomas también es algo imprescindible en el mundo globalizado de hoy.
–¿Cuál es el panorama económico actual y qué se viene a futuro?
–La cultura de la innovación ha llevado a que el 50 por ciento de los ingresos del país provengan del sector high tech. Es increíble porque hace 25 años era el cinco por ciento, y antes de eso vendíamos naranjas. Este sector ha crecido tanto que, mientras estamos aquí conversando, en Israel faltan 24 mil programadores. Esta es la respuesta a la nueva generación y a la multiculturalidad.
–Por eso se compara a Tel Aviv con Silicon Valley.
–En Israel hay 3.000 startups en plena actividad, a un crecimiento de 500 nuevos emprendimientos de base tecnológica por año. Además de nuevos desarrollos, esto significa creación de empleo, importaciones y exits (la venta de startups en su mejor momento) por montos tan irrisorios como 120.000 millones de dólares, que los emprendedores utilizan para reinvertir en nuevos proyectos.
–Impresionante.
–Estamos hablando de un país que en el arranque de la década del ’80 tenía cuatro millones de habitantes y va a superar los nueve millones en 2020, no sólo por su tasa de natalidad (entre 150 y 200 mil nacimientos anuales), sino también por las cifras de inmigración que siguen subiendo. Rusia y Ucrania, como ya es tradicional, están en los primeros puestos, debido a sus conflictos internos. El crecimiento se ve marcado “gracias” a otros fenómenos más nuevos, como una gran inmigración de judíos franceses. También es novedad un auge de inmigrantes de países angloparlantes, como Estados Unidos, Canadá e Inglaterra, que llegan con un fuerte ímpetu innovador y emprendedor.
–¿Por qué su gira por distintos países?
–El hecho de salir con este proyecto significa para mí algo muy importante, porque es tener contacto con los países del mundo y poder ahondar las relaciones entre Israel y otros países y economías del mundo, para que nunca se pierda el nexo y para entender que el milagro económico israelí no es el fruto de unos jóvenes de veintipico de años que hacen aplicaciones para móviles, sino que es el fruto del sufrimiento, del trabajo, del ahorro, de sobrevivir a guerras. Todo eso le tocó a sus abuelos y a sus padres y es lo que les ha permitido, hoy en día, salir a “despilfarrar” esas herencias para tratar de sacar adelante una aplicación con soluciones realmente innovadoras para las necesidades del mundo actual.
EN ISRAEL HAY 3.000 “STARTUPS” ENPLENA ACTIVIDAD, Y CADA AÑO SE SUMAN OTROS 500 EMPRENDIMIENTOS DE BASE TECNOLÓGICA.
LA INNOVACIÓN HALLEVADO A QUE EL 50 PORCIENTO DE LOS INGRESOS DEL PAÍS PROVENGAN DEL SECTOR “HIGHTECH”.