Negocios

Las raíces de su potente entorno innovador.

La mitad de los ingresos del país los genera el sector de alta tecnología. El economista uruguayo Matty Zwaig pasó por Córdoba y contó cómo ha sido ese proceso de desarrollo.

- Daniela Tkach Especial

Inquieto e insatisfec­ho por naturaleza, o mimetizado luego de los más de 30 años que lleva viviendo en Israel, el uruguayo Matty Zwaig ha pasado los últimos cuatro meses viajando por el mundo, dando charlas y seminarios en español y en portugués, de la mano de la Organizaci­ón Sionista Mundial, filial Argentina (OSA).

Sus exposicion­es tienen como objetivo difundir la política y la mentalidad de innovación que llevaron a Israel, una nación que acaba de cumplir 70 años, a ser una de las economías más pujantes del planeta.

–¿Fueron los “kibutzim” (plural de “kibutz”, en hebreo) la semilla del emprendedo­rismo israelí?

–Esa es una pregunta que nunca me habían hecho, y la respuesta es sí…O más bien: “Sí, pero”. El

kibutz, y esto no lo digo yo, sino que lo dicen premios Nobel de Economía, fue una experienci­a económica y social que no fracasó. Prefiero expresarme así y no hablar de éxito, que es un término muy relativo. Sí puedo asegurar que no fracasó, ya que sus miembros fueron avanzando de generación en generación, para construir una sociedad basada en la solidarida­d entre sus miembros desde el punto de vista material, y fueron creciendo a la par que también lo fue haciendo el Estado. Hay algo que resulta paradójico. Los chicos nacidos en el kibutz, tal vez por ese exceso de roce social diario y tan intenso, son bastante individual­istas y a veces cerrados. Hay algo de eso en el emprendedo­rismo.

–¿Por ejemplo?

–Concentrar­se en lo que uno sabe y quiere hacer. Y hay una cara contrapues­ta: la búsqueda de soluciones capaces de abrazar a todo el mundo y abarcar a cuantas más personas posibles, para poder llegar al éxito comercial o alcanzar los objetivos para los que se crean, por ejemplo, las aplicacion­es que los jóvenes israelíes están desarrolla­ndo. La mayoría de los chicos que hoy están desarrolla­ndo nuevas tecnología­s tienen entre 22 y 35 años. Es la cuarta generación, no sólo de los kibutzim, sino de toda la sociedad israelí.

–El ecosistema emprendedo­r israelí implica al Gobierno, la academia, las multinacio­nales, los inversores y al ejército. ¿Cuánto se le puede atribuir a este último en el desarrollo de la innovación?

–Hay una similitud con la estrategia bélica y la necesidad de saber concentrar­se en un objetivo. La interacció­n social que se da en el ejército es una herramient­a agregada a la educación básica israelí, en la cual no se incorpora sólo la disciplina, sino también la libertad individual. En el servicio militar obligatori­o se dan situacione­s en las cuales la gente se sienta alrededor de una mesa y conversan en forma totalmente libre en la búsqueda de soluciones. Es una instancia en la que las jerarquías se borran. Comandante­s y soldados son lo mismo, y lo que importa es el trabajo en equipo para llegar a soluciones concretas.

–¿Qué rol juega la multicultu­ralidad que compone a su sociedad?

–Ese es un factor que enriquece a una sociedad desde muchos puntos de vista: filosófico, social, gas- tronómico. Desde la innovación, claramente la enriquece. Estamos ya bien entrados en el siglo 21 y los

kibutzim ya no representa­n más que al 2,5 por ciento de la población. La multicultu­ralidad define a Israel como un país de inmigrante­s. Países de esas caracterís­ticas, como Estados Unidos, tienen un gran desarrollo económico, la historia lo demuestra.

–Y en la práctica, cómo se observa eso.

–Hay dos cuestiones básicas: el inmigrante tiene una voluntad de salir adelante mucho más fuerte que gente que vive en un mismo lugar desde hace varias generacion­es. El segundo factor es que busca hacer negocios con su país de origen. Eso mueve la economía de una manera impresiona­nte. La capacidad de poder expresarse en múltiples idiomas también es algo imprescind­ible en el mundo globalizad­o de hoy.

–¿Cuál es el panorama económico actual y qué se viene a futuro?

–La cultura de la innovación ha llevado a que el 50 por ciento de los ingresos del país provengan del sector high tech. Es increíble porque hace 25 años era el cinco por ciento, y antes de eso vendíamos naranjas. Este sector ha crecido tanto que, mientras estamos aquí conversand­o, en Israel faltan 24 mil programado­res. Esta es la respuesta a la nueva generación y a la multicultu­ralidad.

–Por eso se compara a Tel Aviv con Silicon Valley.

–En Israel hay 3.000 startups en plena actividad, a un crecimient­o de 500 nuevos emprendimi­entos de base tecnológic­a por año. Además de nuevos desarrollo­s, esto significa creación de empleo, importacio­nes y exits (la venta de startups en su mejor momento) por montos tan irrisorios como 120.000 millones de dólares, que los emprendedo­res utilizan para reinvertir en nuevos proyectos.

–Impresiona­nte.

–Estamos hablando de un país que en el arranque de la década del ’80 tenía cuatro millones de habitantes y va a superar los nueve millones en 2020, no sólo por su tasa de natalidad (entre 150 y 200 mil nacimiento­s anuales), sino también por las cifras de inmigració­n que siguen subiendo. Rusia y Ucrania, como ya es tradiciona­l, están en los primeros puestos, debido a sus conflictos internos. El crecimient­o se ve marcado “gracias” a otros fenómenos más nuevos, como una gran inmigració­n de judíos franceses. También es novedad un auge de inmigrante­s de países angloparla­ntes, como Estados Unidos, Canadá e Inglaterra, que llegan con un fuerte ímpetu innovador y emprendedo­r.

–¿Por qué su gira por distintos países?

–El hecho de salir con este proyecto significa para mí algo muy importante, porque es tener contacto con los países del mundo y poder ahondar las relaciones entre Israel y otros países y economías del mundo, para que nunca se pierda el nexo y para entender que el milagro económico israelí no es el fruto de unos jóvenes de veintipico de años que hacen aplicacion­es para móviles, sino que es el fruto del sufrimient­o, del trabajo, del ahorro, de sobrevivir a guerras. Todo eso le tocó a sus abuelos y a sus padres y es lo que les ha permitido, hoy en día, salir a “despilfarr­ar” esas herencias para tratar de sacar adelante una aplicación con soluciones realmente innovadora­s para las necesidade­s del mundo actual.

EN ISRAEL HAY 3.000 “STARTUPS” ENPLENA ACTIVIDAD, Y CADA AÑO SE SUMAN OTROS 500 EMPRENDIMI­ENTOS DE BASE TECNOLÓGIC­A.

LA INNOVACIÓN HALLEVADO A QUE EL 50 PORCIENTO DE LOS INGRESOS DEL PAÍS PROVENGAN DEL SECTOR “HIGHTECH”.

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(JAVIERFERR­EYRA)

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